Amanece el primer día del año y los llaveros de las calles brillan como un dólar de plata. Chilla el mundo y el tábarro empijamado de la ministra de Trabajo. Flotan las pólizas heladas como las narices frente a la vagina y la vajilla. El día 1 de enero, la calle es de las gatas achicadas y de los cucharones viejos. De estos viejos que le tiran a los tiburones igual que a los acebuches, que saben que caído el caballero, el caballo sigue atacando.
No hay más. Podríamos sufrir un invierno de bragas caídas que, en este 1 de enero, nadie echaría cuentas. Ya pasaran tanques saltando, piratas coreanos, o una legión de grillos sin religión.
La calle es de los viejos y de los paños mayores. Y de las cabrillas que mueven las esquelas. Todos hablan de lo mismo, de cómo sacan espuela en un mundo de cajas fuertes y cuernos y de cómo el mocetón del duque de Palma se va a comer las candelillas y los terrones de tanto tirofijo que ya le está echando bigote al asunto.
“Culpable, pero no criminal”, rezaba el título de aquella película yanqui para puritanos. No sabía Don Iñaki que pescar morenas en tierra de rubias es llenarse de chapería, vestirse de gamuza en la emboscada, pincharle la luz al garfio de la Corona. Y habría que recordárselo, por garbancero y capuchino: la “cavá” es sólo para una testa, por mucho croasán que se crea inmune a la guillotina.
A la Monarchita marchita le queda un jueves si alguien osa tirar del polisón del polizón y Suma el Rey y nadie más. Suma el Rey... y cierra España. Quien quiera entender, que entienda.
Le hemos sacado los ojos al 2011 y Papá Noel sigue sin bautizarse. Será que le queda mucha plancha y poca dentadura. Los viejos se vierten en las aceras con el cataplasma envainado, como la Columna Durruti cuando desvestía criadas con monsergas en los rellanos y hacía quebrados como el que da palizas a las monedas.
Paco, el irreductible centurión que regenta Los Felipes, se hace isleño en su cota de sol, afeita las legañas de los percherones que vuelven de la fiesta haciendo calceta con el rejoneo del ciego.
Observo los galones de las alcantarillas, galones de general, e imagino a cristianos con rasguño, milicianos de sotomonte y la raspa de algún polígono. Son los que se llevan el oro a la boca y, tal vez, alguna pollada que avisa. Siempre he pensado que Dios se oculta en las alcantarillas para que no se nos ocurra mirarlo a la cara.
El nuevo año martillea el bronce y los loqueros, la flema potásica de un capítulo que nos ha pertrechado con visa de resucitados. Seguimos siendo afortunados en progresión, al caramelo de la vida se le ha bajado el punto. Y aunque los centavos se atemoricen y se queden en mechones, considero que hay motivos para reírse hasta en el garito de las vacas que se fueron.
Las mañanas nos siguen trayendo muertos in fraganti y porros en sillas de montar. Caímos en la marmita de la desgracia, aquella que nos vuelve flacos en la tenaza, merinos en el escaparate de las cerdas. Atrás quedan las monjas con sus latigazos y los quirófanos en el corredor aéreo.
A partir de ahora, mediante amarras, los políticos habrán de tocar mejor el gongo y dejarán de mascar como conejos. Tendremos que aceptar pistoletazos, órdenes a paso ligero y cruzar los dedos para que la policía no cierre el teatro.
Este 2012 será año de refugio, de tifus en las corporaciones, de moneda partisana, de exhumar a algún mandarín con hélice. Nos esperan más fronteras en los trajes sencillos, más azúcar y más Nescafé para motores exigentes.
Nos espera una vida más campesina, con Satanás vistiendo de mikado la viña de Manolo, más de celulosa y mochila. Habrá que limpiar mostaza y tirar de rosales. Habrá que hacer como el escamoso Sabina, como el ladrón que se deja el hueso en la datilera, esto es, limpiar las entrañas de la gallina para ver si encontramos los metales machos o el erre que erre de los tigres.
Me alegra saber que “Óscar el de los cupones” no es el hijo secreto de Pedro Solbes; me alegra comprobar que los líquidos calientes también insisten en Tierra Santa. Me alegra saber que en tiempos como los que sufrimos, Hitler no se haría rico como reventa del Bernabéu.
Eso sí, este año 2012 seguirá perteneciendo a la Brigada de las Bombas, ese cuerpo de élite muy montillano, de cajetilla, al que le gusta las carnes blancas, el camorreo del chichón en las vidas ajenas. Me refiero a esa suerte de seres nacionales, municipalistas al máximo, que van dejando gérmenes y fosas propagando rumores e infamias sobre los demás.
Son una tropilla de ahorcadores fanáticos que se esconden tras los peines y la colonia, centellas radicales que han aumentado la cuota de exiliados montillanos en el exterior, rafalitos y rafalitas del “cucha que te diga”.
Universitario bisexual, homosexual, anarquista, librepensador, risueño, con iniciativa, con ideas: no huyas de Montilla. Esta gentuza sólo produce somnolencia. Sólo adolece del buen sexo y desquitarse de La Esteban. Melindrosos figurantes que irán a por muñecas y a por enanos desde sus células durmientes.
Ojo, que este año habrá pastel y del bueno en cada casa. Ojo con destacar en algo, son amigos del reojillo y la insidia. Ojo, se beben la escurridura y te meten en atascos. Ojo, son resistentes al ácido. Y nadie sabe quiénes son. La gente, la gente. Montilla es de los valientes y los sinceros. De los que ilusionan.
No hay más. Podríamos sufrir un invierno de bragas caídas que, en este 1 de enero, nadie echaría cuentas. Ya pasaran tanques saltando, piratas coreanos, o una legión de grillos sin religión.
La calle es de los viejos y de los paños mayores. Y de las cabrillas que mueven las esquelas. Todos hablan de lo mismo, de cómo sacan espuela en un mundo de cajas fuertes y cuernos y de cómo el mocetón del duque de Palma se va a comer las candelillas y los terrones de tanto tirofijo que ya le está echando bigote al asunto.
“Culpable, pero no criminal”, rezaba el título de aquella película yanqui para puritanos. No sabía Don Iñaki que pescar morenas en tierra de rubias es llenarse de chapería, vestirse de gamuza en la emboscada, pincharle la luz al garfio de la Corona. Y habría que recordárselo, por garbancero y capuchino: la “cavá” es sólo para una testa, por mucho croasán que se crea inmune a la guillotina.
A la Monarchita marchita le queda un jueves si alguien osa tirar del polisón del polizón y Suma el Rey y nadie más. Suma el Rey... y cierra España. Quien quiera entender, que entienda.
Le hemos sacado los ojos al 2011 y Papá Noel sigue sin bautizarse. Será que le queda mucha plancha y poca dentadura. Los viejos se vierten en las aceras con el cataplasma envainado, como la Columna Durruti cuando desvestía criadas con monsergas en los rellanos y hacía quebrados como el que da palizas a las monedas.
Paco, el irreductible centurión que regenta Los Felipes, se hace isleño en su cota de sol, afeita las legañas de los percherones que vuelven de la fiesta haciendo calceta con el rejoneo del ciego.
Observo los galones de las alcantarillas, galones de general, e imagino a cristianos con rasguño, milicianos de sotomonte y la raspa de algún polígono. Son los que se llevan el oro a la boca y, tal vez, alguna pollada que avisa. Siempre he pensado que Dios se oculta en las alcantarillas para que no se nos ocurra mirarlo a la cara.
El nuevo año martillea el bronce y los loqueros, la flema potásica de un capítulo que nos ha pertrechado con visa de resucitados. Seguimos siendo afortunados en progresión, al caramelo de la vida se le ha bajado el punto. Y aunque los centavos se atemoricen y se queden en mechones, considero que hay motivos para reírse hasta en el garito de las vacas que se fueron.
Las mañanas nos siguen trayendo muertos in fraganti y porros en sillas de montar. Caímos en la marmita de la desgracia, aquella que nos vuelve flacos en la tenaza, merinos en el escaparate de las cerdas. Atrás quedan las monjas con sus latigazos y los quirófanos en el corredor aéreo.
A partir de ahora, mediante amarras, los políticos habrán de tocar mejor el gongo y dejarán de mascar como conejos. Tendremos que aceptar pistoletazos, órdenes a paso ligero y cruzar los dedos para que la policía no cierre el teatro.
Este 2012 será año de refugio, de tifus en las corporaciones, de moneda partisana, de exhumar a algún mandarín con hélice. Nos esperan más fronteras en los trajes sencillos, más azúcar y más Nescafé para motores exigentes.
Nos espera una vida más campesina, con Satanás vistiendo de mikado la viña de Manolo, más de celulosa y mochila. Habrá que limpiar mostaza y tirar de rosales. Habrá que hacer como el escamoso Sabina, como el ladrón que se deja el hueso en la datilera, esto es, limpiar las entrañas de la gallina para ver si encontramos los metales machos o el erre que erre de los tigres.
Me alegra saber que “Óscar el de los cupones” no es el hijo secreto de Pedro Solbes; me alegra comprobar que los líquidos calientes también insisten en Tierra Santa. Me alegra saber que en tiempos como los que sufrimos, Hitler no se haría rico como reventa del Bernabéu.
Eso sí, este año 2012 seguirá perteneciendo a la Brigada de las Bombas, ese cuerpo de élite muy montillano, de cajetilla, al que le gusta las carnes blancas, el camorreo del chichón en las vidas ajenas. Me refiero a esa suerte de seres nacionales, municipalistas al máximo, que van dejando gérmenes y fosas propagando rumores e infamias sobre los demás.
Son una tropilla de ahorcadores fanáticos que se esconden tras los peines y la colonia, centellas radicales que han aumentado la cuota de exiliados montillanos en el exterior, rafalitos y rafalitas del “cucha que te diga”.
Universitario bisexual, homosexual, anarquista, librepensador, risueño, con iniciativa, con ideas: no huyas de Montilla. Esta gentuza sólo produce somnolencia. Sólo adolece del buen sexo y desquitarse de La Esteban. Melindrosos figurantes que irán a por muñecas y a por enanos desde sus células durmientes.
Ojo, que este año habrá pastel y del bueno en cada casa. Ojo con destacar en algo, son amigos del reojillo y la insidia. Ojo, se beben la escurridura y te meten en atascos. Ojo, son resistentes al ácido. Y nadie sabe quiénes son. La gente, la gente. Montilla es de los valientes y los sinceros. De los que ilusionan.
J. DELGADO-CHUMILLA