Quién le iba a decir al hombre que se sienta en el banquillo que iba a terminar en él. El magistrado que desde la guarida de su ventana veía todos los días amanecer mientras tejía con los hilos de su memoria los perpuntes de su toga. La misma toga negra que debilitó los tentáculos de ETA y puso piedras en las rutas internacionales de la droga.
Aquella túnica de la Audiencia Nacional que quiso ajustar cuentas con los crímenes de su pasado pero que se vio salpicada por los perfumes malolientes de la envidia. La capa de Baltasar, aquella que calentó la tranquilidad en las víctimas del terror, se deshila por los mismos errores de la aguja que cosió las juntas de sus costuras.
Hoy nuestras vergüenzas han vuelto a ser el titular en el qué dirán internacional. Una vez más, la palabra "España" ha sido adjetivada por el surrealismo de su línea editorial. El juez Baltasar Garzón, el hombre que quiso unir con el lápiz de la honradez los puntos discontinuos de la ética, ha sido juzgado por saltarse los protocolos interpretativos de la ley.
Las supuestas escuchas “ilegales” bajo los barrotes de la prisión han edificado la jaula de hierro de su profesión. Las pepitas de la Gürtel han sido las causantes de esta sinrazón. Las mismas pepitas de aquella sandía que este mismo juez investigó y hoy ponen fin a la historia política de Camps.
Llora la túnica del juez la ausencia de su portavoz. La misma toga herida que quiso ir más allá en el esclarecimiento de la verdad por los crímenes del franquismo pero sufrió su rotura por los cuchillos afilados de la política.
Las mismas siglas que entorpecieron su función y dejaron escapar con el disfraz de la mentira a Pinochet. Hoy es un mal día para el juez. Un día nefasto para los avances democráticos de este país y la calificación suspensa de su Poder Judicial. Hoy somos la carcajada extranjera de los “españoles son así”.
¿Dónde está el sentido de la justicia cuando la ética no tiene cabida en los aposentos de la ley? ¿Dónde está la justicia cuando por prevaricar se entiende proteger delitos contra las instituciones públicas de este país? ¿Por qué le llaman "violación del derecho de defensa" cuando su fin fue la protección? ¿Dónde está la razón cuando dejamos sin voz al buen actor? ¿Dónde está?
Son estas preguntas, y no otras, basadas en el sentido común de todo mortal, las que invitan a la denuncia pública de este linchamiento literal. Cacería por querer acertar en la ética y resbalar en el error. Son estas cuestiones las que deterioran la percepción social de la toga judicial e invitan al ciudadano a clamar justicia en la España azul del trapicheo, de la vista gorda y del dinero negro.
Aquella túnica de la Audiencia Nacional que quiso ajustar cuentas con los crímenes de su pasado pero que se vio salpicada por los perfumes malolientes de la envidia. La capa de Baltasar, aquella que calentó la tranquilidad en las víctimas del terror, se deshila por los mismos errores de la aguja que cosió las juntas de sus costuras.
Hoy nuestras vergüenzas han vuelto a ser el titular en el qué dirán internacional. Una vez más, la palabra "España" ha sido adjetivada por el surrealismo de su línea editorial. El juez Baltasar Garzón, el hombre que quiso unir con el lápiz de la honradez los puntos discontinuos de la ética, ha sido juzgado por saltarse los protocolos interpretativos de la ley.
Las supuestas escuchas “ilegales” bajo los barrotes de la prisión han edificado la jaula de hierro de su profesión. Las pepitas de la Gürtel han sido las causantes de esta sinrazón. Las mismas pepitas de aquella sandía que este mismo juez investigó y hoy ponen fin a la historia política de Camps.
Llora la túnica del juez la ausencia de su portavoz. La misma toga herida que quiso ir más allá en el esclarecimiento de la verdad por los crímenes del franquismo pero sufrió su rotura por los cuchillos afilados de la política.
Las mismas siglas que entorpecieron su función y dejaron escapar con el disfraz de la mentira a Pinochet. Hoy es un mal día para el juez. Un día nefasto para los avances democráticos de este país y la calificación suspensa de su Poder Judicial. Hoy somos la carcajada extranjera de los “españoles son así”.
¿Dónde está el sentido de la justicia cuando la ética no tiene cabida en los aposentos de la ley? ¿Dónde está la justicia cuando por prevaricar se entiende proteger delitos contra las instituciones públicas de este país? ¿Por qué le llaman "violación del derecho de defensa" cuando su fin fue la protección? ¿Dónde está la razón cuando dejamos sin voz al buen actor? ¿Dónde está?
Son estas preguntas, y no otras, basadas en el sentido común de todo mortal, las que invitan a la denuncia pública de este linchamiento literal. Cacería por querer acertar en la ética y resbalar en el error. Son estas cuestiones las que deterioran la percepción social de la toga judicial e invitan al ciudadano a clamar justicia en la España azul del trapicheo, de la vista gorda y del dinero negro.
ABEL ROS