Pilar González Modino (Mérida, 1962) era una niña que jugaba a ser arqueóloga, entre los restos romanos de su Mérida natal y se emocionaba con la canción Todo cambia de la argentina Mercedes Sosa, mientras los andaluces conscientes gritaban al unísono “libertad, amnistía y Estatuto de Autonomía” el 4 de diciembre de 1977.
Vino a Sevilla a estudiar Geografía e Historia, sin más equipaje que una maleta con cantautores y libros de poesía. Se licencia y se enamora de otra alma errante: de un argentino, como Mercedes Sosa. Pare a tres hijas andaluzas y los años transcurren hasta que descubre que en Andalucía está su lugar en el mundo. Y un buen día grita convencida, influenciada por sus lecturas a Blas Infante: “¡Viva Andalucía Libre!”.
Un grito que hizo camino: concejal del Ayuntamiento de Sevilla, jefa de Gabinete de la Consejería de Turismo, portavoz del Partido Andalucista (PA) en el Parlamento de Andalucía, secretaria general de los andalucistas y candidata a la Presidencia de la Junta de Andalucía.
Invierte toda su energía, que es mucha, para que el andalucismo renovado de izquierdas vuelva a ocupar su sitio en el Parlamento de Andalucía. Tras cuatros años de travesía por el desierto, los andalucistas han tenido tiempo para la reflexión. Para asumir errores y digerir el castigo recibido en los últimos comicios autonómicos que los dejó fuera del juego parlamentario, que no político. Porque “los andalucistas estamos muy vivos, otra cosa es que no estemos en la agenda mediática”, dice convencida.
Con escasos recursos económicos y una débil presencia en los medios de comunicación, se muestra convencida de que sin el andalucismo, al Parlamento le faltan matices. “Los andalucistas defendemos una ideología irremplazable por centralistas travestidos de andalucistas que tienen Andalucía como escenario y no como meta. Para los andalucistas, Andalucía es nuestra razón de existencia no una coletilla en las siglas”, asegura con rebeldía.
Pilar González reivindica el pasado del andalucismo para volver a enarbolar los valores de la izquierda ética. Lejos de la socialdemocracia y de la “izquierda autoritaria que condena las dictaduras dependiendo del signo político de sus mandatarios”. Es consciente de que la ambigüedad ideológica no es honesta y la responsable de que el PA haya ido perdiendo espacios de representación hasta quedar fuera del Parlamento andaluz.
El andalucismo de esta mujer con coraje es, además, de izquierdas, ecologista, federalista, radicaldemócrata, europeísta y con la Humanidad en el escudo. A González se le debe la unidad del andalucismo. Todas las siglas andalucistas se han integrado en este nuevo PA renovado que ha rescatado del pasado lo que nunca tuvo que perder el andalucismo: la coherencia ideológica.
Enemiga del insulto como contrarréplica, heterodoxa, libre y con un discurso brillante. Sólo hay que escucharla para adivinar que es una mujer letrada que busca refugio en los libros. Mantiene la mirada mientras habla y profesa un andalucismo afectivo con el que humaniza la aridez a la que la práctica política nos tiene mal acostumbrados.
Se muestra encantada de transitar la travesía del andalucismo con hombres y mujeres de luz. La cineasta Pilar Távora o los intelectuales Antonio Manuel Rodríguez y Sebastián de la Obra se han dejado querer por el andalucismo renovado y le regalan “una estupenda sombra en esta tierra dura y sofocante donde es bueno protegerse”.
Ante la falta de recursos, recurre a la imaginación que le ha servido para ganar más de una batalla. David contra Goliat. Ha enviado una carta a Angela Merkel para que permita que el Banco Central Europeo (BCE) compre deuda española; ha pedido a los catalanes de origen andaluz que no voten a CIU tras los insultos del “nacionalismo conservador catalán” y exigió a la Junta la retirada del título de Hija Predilecta a la Duquesa de Alba, tras los ataques de su hijo Cayetano a los jornaleros andaluces.
Amenaza con recordarle “todos los días” a Mariano Rajoy que “el gran problema de los andaluces es el paro, no el déficit”. Su rebeldía no tiene fronteras. Se plantó en Bilbao, delante de la sede de la BBK, para protestar contra la adjudicación de CajaSur a la caja de ahorros vasca; se amordazó para decir que los medios de comunicación públicos no pueden silenciar a los partidos minoritarios e impugnó la contrarreforma electoral –aprobada por PP y PSOE- que obligó a su partido a recoger avales para concurrir a las últimas elecciones generales.
Sin ambigüedades ideológicas, “de la izquierda que derrumbó el Muro de Berlín” y con una oratoria que convierte en poesía, la candidata andalucista a la Presidencia de la Junta de Andalucía espera que los andaluces otorguen una segunda oportunidad a su partido para demostrar que “hemos aprendido y sacado conclusiones” durante la travesía por el desierto. Le alumbra la esperanza y la lucidez de una mujer libre. Lo dicen sus ojos que no paran de mirar a su interlocutor mientras advierte de que “o la democracia acaba con la corrupción, o la corrupción acabará con la democracia”.
Se despide con un abrazo, besos, sonrisa y camina decidida el mejor patrimonio ético del andalucismo. Tiene una tarea “difícil y hermosa”: que la bandera de Andalucía, que enarbolaron los andalucistas históricos en la manifestación del 4 de diciembre de 1977, vuelva a ondear en el Hospital de las Cinco Llagas. Transformar sus sueños de arqueóloga en esperanza para el pueblo andaluz es su destino.
Vino a Sevilla a estudiar Geografía e Historia, sin más equipaje que una maleta con cantautores y libros de poesía. Se licencia y se enamora de otra alma errante: de un argentino, como Mercedes Sosa. Pare a tres hijas andaluzas y los años transcurren hasta que descubre que en Andalucía está su lugar en el mundo. Y un buen día grita convencida, influenciada por sus lecturas a Blas Infante: “¡Viva Andalucía Libre!”.
Un grito que hizo camino: concejal del Ayuntamiento de Sevilla, jefa de Gabinete de la Consejería de Turismo, portavoz del Partido Andalucista (PA) en el Parlamento de Andalucía, secretaria general de los andalucistas y candidata a la Presidencia de la Junta de Andalucía.
Invierte toda su energía, que es mucha, para que el andalucismo renovado de izquierdas vuelva a ocupar su sitio en el Parlamento de Andalucía. Tras cuatros años de travesía por el desierto, los andalucistas han tenido tiempo para la reflexión. Para asumir errores y digerir el castigo recibido en los últimos comicios autonómicos que los dejó fuera del juego parlamentario, que no político. Porque “los andalucistas estamos muy vivos, otra cosa es que no estemos en la agenda mediática”, dice convencida.
Con escasos recursos económicos y una débil presencia en los medios de comunicación, se muestra convencida de que sin el andalucismo, al Parlamento le faltan matices. “Los andalucistas defendemos una ideología irremplazable por centralistas travestidos de andalucistas que tienen Andalucía como escenario y no como meta. Para los andalucistas, Andalucía es nuestra razón de existencia no una coletilla en las siglas”, asegura con rebeldía.
Pilar González reivindica el pasado del andalucismo para volver a enarbolar los valores de la izquierda ética. Lejos de la socialdemocracia y de la “izquierda autoritaria que condena las dictaduras dependiendo del signo político de sus mandatarios”. Es consciente de que la ambigüedad ideológica no es honesta y la responsable de que el PA haya ido perdiendo espacios de representación hasta quedar fuera del Parlamento andaluz.
El andalucismo de esta mujer con coraje es, además, de izquierdas, ecologista, federalista, radicaldemócrata, europeísta y con la Humanidad en el escudo. A González se le debe la unidad del andalucismo. Todas las siglas andalucistas se han integrado en este nuevo PA renovado que ha rescatado del pasado lo que nunca tuvo que perder el andalucismo: la coherencia ideológica.
Enemiga del insulto como contrarréplica, heterodoxa, libre y con un discurso brillante. Sólo hay que escucharla para adivinar que es una mujer letrada que busca refugio en los libros. Mantiene la mirada mientras habla y profesa un andalucismo afectivo con el que humaniza la aridez a la que la práctica política nos tiene mal acostumbrados.
Se muestra encantada de transitar la travesía del andalucismo con hombres y mujeres de luz. La cineasta Pilar Távora o los intelectuales Antonio Manuel Rodríguez y Sebastián de la Obra se han dejado querer por el andalucismo renovado y le regalan “una estupenda sombra en esta tierra dura y sofocante donde es bueno protegerse”.
Ante la falta de recursos, recurre a la imaginación que le ha servido para ganar más de una batalla. David contra Goliat. Ha enviado una carta a Angela Merkel para que permita que el Banco Central Europeo (BCE) compre deuda española; ha pedido a los catalanes de origen andaluz que no voten a CIU tras los insultos del “nacionalismo conservador catalán” y exigió a la Junta la retirada del título de Hija Predilecta a la Duquesa de Alba, tras los ataques de su hijo Cayetano a los jornaleros andaluces.
Amenaza con recordarle “todos los días” a Mariano Rajoy que “el gran problema de los andaluces es el paro, no el déficit”. Su rebeldía no tiene fronteras. Se plantó en Bilbao, delante de la sede de la BBK, para protestar contra la adjudicación de CajaSur a la caja de ahorros vasca; se amordazó para decir que los medios de comunicación públicos no pueden silenciar a los partidos minoritarios e impugnó la contrarreforma electoral –aprobada por PP y PSOE- que obligó a su partido a recoger avales para concurrir a las últimas elecciones generales.
Sin ambigüedades ideológicas, “de la izquierda que derrumbó el Muro de Berlín” y con una oratoria que convierte en poesía, la candidata andalucista a la Presidencia de la Junta de Andalucía espera que los andaluces otorguen una segunda oportunidad a su partido para demostrar que “hemos aprendido y sacado conclusiones” durante la travesía por el desierto. Le alumbra la esperanza y la lucidez de una mujer libre. Lo dicen sus ojos que no paran de mirar a su interlocutor mientras advierte de que “o la democracia acaba con la corrupción, o la corrupción acabará con la democracia”.
Se despide con un abrazo, besos, sonrisa y camina decidida el mejor patrimonio ético del andalucismo. Tiene una tarea “difícil y hermosa”: que la bandera de Andalucía, que enarbolaron los andalucistas históricos en la manifestación del 4 de diciembre de 1977, vuelva a ondear en el Hospital de las Cinco Llagas. Transformar sus sueños de arqueóloga en esperanza para el pueblo andaluz es su destino.
RAÚL SOLÍS