Sobrevolando los territorios de la publicidad les recomiendo ver Machismo y publicidad y Rendidas a tus pies, tema del que desconozco sus intríngulis y en el que contamos en Montilla Digital con un magnífico experto: Aureliano Sáinz. Planeo, sin embargo, en el campo socioético, territorio en el que me encuentro más cómodo y deseo abordar el tema de la maldita violencia contra la pareja, en este caso contra la mujer. Por cierto, llamarla "violencia de género" me rechina en los oídos: no entro en una disputa lingüística vacía que nos alejaría de la cruda realidad. Y justifico mi apelación.
Es claro que hay menos violencia de las mujeres sobre el hombre: al menos, en la prensa, no salen tantos sucesos de estas características. En este caso me estoy refiriendo básicamente a la violencia del hombre contra la mujer, que lamentablemente es la que más abunda. Quiero pensar que no pecamos de omisión para quedar bien. Y que nadie me llame “mal parit”, que no es mi intención frivolizar sobre el tema.
Lo normal es que por dependencia del inglés, dicen que por muy interesadas exigencias, cuando hablamos de este tema, la referencia sea “violencia de género”. Pero si somos de mente más abierta, habría que usar el sustantivo “pareja” que, implícitamente, incluye todos los posibles tipos de uniones sentimentales que ahora existen entre nosotros.
Pero volver la vista hacia otra parte no borra la cruel realidad. Podremos apellidarla como "violencia machista" (masculina), es decir, la que descarga el macho contra la hembra. ¿Y denominar "femenina" (no feminista) a la contraria? ¿Cómo llamarla cuando de violencia homosexual se trata?
¿Cuántas victimas han perecido en 2011? ¿Sesenta? ¡Muchas son! ¿Qué está pasando para que la violencia contra la pareja se esté generalizando y sean cada vez más las mujeres que mueren a manos de sus novios, maridos, amigos, exparejas? No nos enredemos en palabros...
Una variable preocupante es el hecho de que la mayoría de dichos asesinos, muchos de ellos valorados por sus vecinos como personas estables emocionalmente (¿!?), son calificados de "buenas personas".
¿Por qué destapamos en un momento determinado el depredador que llevamos dentro? Estos consumidores de violencia, quiero pensar que ocasional, se entregan a renglón seguido a la autoridad para ser castigados o se suicidan. Esto podría hacer prevalecer la tesis de que no son asesinos.
¿Qué son entonces? ¿Por qué matan a sus amigas, esposas, compañeras o novias? ¿Por qué se entregan cuando lo normal sería huir lejos y perderse en el anonimato? ¿Temen a su conciencia en la que puede que resuene aquello de “Caín qué has hecho…”? Sigue vigente la aseveración de Hobbes, “homo homini lupus”, en este caso para la mujer.
“La maté porque era mía”, podría haber sido el título de esta columna, pero no quiero parecer frívolo bajo ningún concepto. En este país arrastramos una larga cruz de sangre femenina. ¡Somos tan machos que no podemos dejar que una mujer nos abandone o, simplemente, nos dé de lado!
En Andalucía nos llevamos en 2011 el triste palmarés de 16 mujeres asesinadas por sus viles maridos, novios o ex-lo-que-sean. Detrás de nosotros en esta macabra lista están Cataluña con nueve mujeres asesinadas; Comunidad Valenciana y Madrid con ocho mujeres. El resto, hasta 60, está repartido por todo el territorio.
¿Qué está pasando? No todas las mujeres ejecutadas ni todos los asesinos son españoles. No subyace en lo dicho un tinte xenófobo: lo que lamentablemente quiere decir que el problema es más profundo y está enraizado en los tendones machistas del ser humano. Pero ello no nos consuela. La violencia de sexo está presente en la sociedad y a pesar de las campañas oficiales y de una inmersión antiviolencia en la escuela, no disminuye.
¿Quizás el tema esté en que la ley es muy blanda con los maltratadores-asesinos? No voy a hacer una soflama populista a favor de la pena de muerte, pues estoy totalmente en contra de ella, pero sí es posible que sea ya la hora de que nos planteemos penas más duras frente a una serie de despropósitos existentes en nuestro entorno. La voz popular dice a gritos que "¡matar en España sale muy barato!".
No me vale aquello del filósofo de que “el hombre es bueno por naturaleza y la sociedad lo corrompe”. Tampoco voy a defender la pureza de la sociedad. Vivimos en la sociedad que nos ha tocado vivir. El problema no es de ahora.
Pero si nos consideramos adultos educados en el respeto a los demás, hay que empezar a poner remedio. Asumamos que el problema de la violencia machista está como está porque el hombre siempre se ha sentido superior, dueño y señor de la mujer. ¡Va siendo hora de cambiar las cosas!
¿Qué podemos hacer cada uno de nosotros? Ya he dicho alguna vez en este medio que no soy quién para dar consejos ni decirle a nadie lo que ha de hacer. Cada cual debemos platearnos nuestra postura frente al otro, sea hombre o mujer, postura que tiene que ser de respeto, de encomio de la dignidad personal y colectiva.
Es duro que la mujer o el hombre -omito adrede “mi” porque nadie debe poseer a nadie- nos deje. Pensemos que fue bonito mientras duró. La convivencia, que llegados a un punto se rompió, es porque algo no cuadraba. Hay que hacer de tripas corazón y aceptar la realidad. La vida está plagada de aciertos y fracasos, pero nunca debería ser decorada de muerte.
El problema es atemporal. Está presente en los grupos humanos como consecuencia de la prepotencia del hombre frente a la mujer. Como referencia de lo anteriormente dicho, saltándome la copla española que tiene un claro ejemplo en La Salvaora, por aquello de salir de casa, traigo a colación tres canciones con tiempos distinto: Tom Jones con Delilah; Joan Baez con El preso nº 9; y Platero y Tú con La maté porque era mía. Desde la Delilah de 1968 a Platero y Tú ha pasado tiempo y el tema musical se repite con más o menos idénticas narraciones.
¿Influye la música? ¿Es posible que las aparentemente inofensivas canciones de nuestro entorno estén ayudando a que perviva el estereotipo y matar al otro por amor se haya convertido en algo normal? Me niego a creerlo, sin por ello quitarle importancia a la prédica que este tipo de canciones pueda tener en todos nosotros.
Como contrapartida a este subterráneo de violencia, ofrezco la canción de Serrat Por dignidad donde el compañero, en este caso, sabe vivir por encima de viles prejuicios humanos mantenidos a ras de suelo para enaltecer el amor, el respeto a la compañera. Esta canción pasó desapercibida. Léanla, ¡por favor! y piensen en lo que dice.
Alguien rumiará que en el fondo subyace un problema de “cuernos” y “eso, un hombre como tal, no lo tolera” pero en un remedo de chanza inofensiva, me atrevo a decir que “duelen (los cacareados cuernos) cuando salen y luego ayudan a comer”. ¿Por qué no se da el mismo trato al tema cuando es el hombre el que es infiel, el que se la “pega” (hay otra palabra mejor)? ¿Los cuernos también son selectivos, discriminatorios…?
Para befa, escarnio, desdoro, burla... aparece la noticia de que dos sujetos, que habían matado a su mujer, cobraban pensión de viudedad. ¡Con dos cojones! (perdonen el exabrupto). Afortunadamente, dichas pensiones han sido retiradas con obligación de devolver lo cobrado.
Y volviendo a la seriedad del artículo, hay sobradas maneras para decir “racionalmente adiós” al compañero sin tener que llegar a la muerte y arruinar dos vidas, amén de los daños colaterales. Sé que estas reflexiones, a muchos varones de los que me leen, les puede sonar a “moralina” pero son las razones más simples que se me ocurre aportar.
¿De qué nacionalidad son los matadores? Y qué mas da si, al final, tenemos que contar muertes: una, dos tres... sesenta fríos cadáveres para vergüenza general. Una de las últimas víctimas es de una pareja de homosexuales, según dice la prensa: “Un hombre de 47 años, vestido de mujer, se precipitó al vacío desde el viaducto de Segovia (Madrid), tras asesinar a su compañero sentimental”.
Postdata importante: Nadie habla de los niños asesinados junto a sus madres, física o psicológicamente. Ellos son los verdaderos protagonistas de estas luctuosas historias. ¡Hagamos votos para que esta lacra desaparezca!
Por dignidad (Joan M Serrat)
La familia, los amigos,
aguardan con impaciencia
que por dignidad, la saque
de la casa con violencia.
Apenados me contemplan
o sonríen con desprecio.
Se les nota que sospechan
que sé cuánto saben ellos.
Y lo sé, lo supe siempre
que se acuesta con cualquiera
y ellos piensan que, eso, un hombre
como tal, no lo tolera.
Pero es simple, toda hembra
quiere a hombres diferentes
y a diferentes mujeres
quiere el hombre, es lo corriente.
Qué me importa que en un cuarto
otros encuentren amparo
siempre y cuando lo precise
lo halle desocupado.
No renuncio a la delicia
de tenerla sugerente
en mi cama cada noche
por prejuicios de otra gente.
La familia, los amigos,
me presionan a diario.
No me queda otro remedio
que mudarme de este barrio.
Otros enlaces de interés
Es claro que hay menos violencia de las mujeres sobre el hombre: al menos, en la prensa, no salen tantos sucesos de estas características. En este caso me estoy refiriendo básicamente a la violencia del hombre contra la mujer, que lamentablemente es la que más abunda. Quiero pensar que no pecamos de omisión para quedar bien. Y que nadie me llame “mal parit”, que no es mi intención frivolizar sobre el tema.
Lo normal es que por dependencia del inglés, dicen que por muy interesadas exigencias, cuando hablamos de este tema, la referencia sea “violencia de género”. Pero si somos de mente más abierta, habría que usar el sustantivo “pareja” que, implícitamente, incluye todos los posibles tipos de uniones sentimentales que ahora existen entre nosotros.
Pero volver la vista hacia otra parte no borra la cruel realidad. Podremos apellidarla como "violencia machista" (masculina), es decir, la que descarga el macho contra la hembra. ¿Y denominar "femenina" (no feminista) a la contraria? ¿Cómo llamarla cuando de violencia homosexual se trata?
¿Cuántas victimas han perecido en 2011? ¿Sesenta? ¡Muchas son! ¿Qué está pasando para que la violencia contra la pareja se esté generalizando y sean cada vez más las mujeres que mueren a manos de sus novios, maridos, amigos, exparejas? No nos enredemos en palabros...
Una variable preocupante es el hecho de que la mayoría de dichos asesinos, muchos de ellos valorados por sus vecinos como personas estables emocionalmente (¿!?), son calificados de "buenas personas".
¿Por qué destapamos en un momento determinado el depredador que llevamos dentro? Estos consumidores de violencia, quiero pensar que ocasional, se entregan a renglón seguido a la autoridad para ser castigados o se suicidan. Esto podría hacer prevalecer la tesis de que no son asesinos.
¿Qué son entonces? ¿Por qué matan a sus amigas, esposas, compañeras o novias? ¿Por qué se entregan cuando lo normal sería huir lejos y perderse en el anonimato? ¿Temen a su conciencia en la que puede que resuene aquello de “Caín qué has hecho…”? Sigue vigente la aseveración de Hobbes, “homo homini lupus”, en este caso para la mujer.
“La maté porque era mía”, podría haber sido el título de esta columna, pero no quiero parecer frívolo bajo ningún concepto. En este país arrastramos una larga cruz de sangre femenina. ¡Somos tan machos que no podemos dejar que una mujer nos abandone o, simplemente, nos dé de lado!
En Andalucía nos llevamos en 2011 el triste palmarés de 16 mujeres asesinadas por sus viles maridos, novios o ex-lo-que-sean. Detrás de nosotros en esta macabra lista están Cataluña con nueve mujeres asesinadas; Comunidad Valenciana y Madrid con ocho mujeres. El resto, hasta 60, está repartido por todo el territorio.
¿Qué está pasando? No todas las mujeres ejecutadas ni todos los asesinos son españoles. No subyace en lo dicho un tinte xenófobo: lo que lamentablemente quiere decir que el problema es más profundo y está enraizado en los tendones machistas del ser humano. Pero ello no nos consuela. La violencia de sexo está presente en la sociedad y a pesar de las campañas oficiales y de una inmersión antiviolencia en la escuela, no disminuye.
¿Quizás el tema esté en que la ley es muy blanda con los maltratadores-asesinos? No voy a hacer una soflama populista a favor de la pena de muerte, pues estoy totalmente en contra de ella, pero sí es posible que sea ya la hora de que nos planteemos penas más duras frente a una serie de despropósitos existentes en nuestro entorno. La voz popular dice a gritos que "¡matar en España sale muy barato!".
No me vale aquello del filósofo de que “el hombre es bueno por naturaleza y la sociedad lo corrompe”. Tampoco voy a defender la pureza de la sociedad. Vivimos en la sociedad que nos ha tocado vivir. El problema no es de ahora.
Pero si nos consideramos adultos educados en el respeto a los demás, hay que empezar a poner remedio. Asumamos que el problema de la violencia machista está como está porque el hombre siempre se ha sentido superior, dueño y señor de la mujer. ¡Va siendo hora de cambiar las cosas!
¿Qué podemos hacer cada uno de nosotros? Ya he dicho alguna vez en este medio que no soy quién para dar consejos ni decirle a nadie lo que ha de hacer. Cada cual debemos platearnos nuestra postura frente al otro, sea hombre o mujer, postura que tiene que ser de respeto, de encomio de la dignidad personal y colectiva.
Es duro que la mujer o el hombre -omito adrede “mi” porque nadie debe poseer a nadie- nos deje. Pensemos que fue bonito mientras duró. La convivencia, que llegados a un punto se rompió, es porque algo no cuadraba. Hay que hacer de tripas corazón y aceptar la realidad. La vida está plagada de aciertos y fracasos, pero nunca debería ser decorada de muerte.
El problema es atemporal. Está presente en los grupos humanos como consecuencia de la prepotencia del hombre frente a la mujer. Como referencia de lo anteriormente dicho, saltándome la copla española que tiene un claro ejemplo en La Salvaora, por aquello de salir de casa, traigo a colación tres canciones con tiempos distinto: Tom Jones con Delilah; Joan Baez con El preso nº 9; y Platero y Tú con La maté porque era mía. Desde la Delilah de 1968 a Platero y Tú ha pasado tiempo y el tema musical se repite con más o menos idénticas narraciones.
¿Influye la música? ¿Es posible que las aparentemente inofensivas canciones de nuestro entorno estén ayudando a que perviva el estereotipo y matar al otro por amor se haya convertido en algo normal? Me niego a creerlo, sin por ello quitarle importancia a la prédica que este tipo de canciones pueda tener en todos nosotros.
Como contrapartida a este subterráneo de violencia, ofrezco la canción de Serrat Por dignidad donde el compañero, en este caso, sabe vivir por encima de viles prejuicios humanos mantenidos a ras de suelo para enaltecer el amor, el respeto a la compañera. Esta canción pasó desapercibida. Léanla, ¡por favor! y piensen en lo que dice.
Alguien rumiará que en el fondo subyace un problema de “cuernos” y “eso, un hombre como tal, no lo tolera” pero en un remedo de chanza inofensiva, me atrevo a decir que “duelen (los cacareados cuernos) cuando salen y luego ayudan a comer”. ¿Por qué no se da el mismo trato al tema cuando es el hombre el que es infiel, el que se la “pega” (hay otra palabra mejor)? ¿Los cuernos también son selectivos, discriminatorios…?
Para befa, escarnio, desdoro, burla... aparece la noticia de que dos sujetos, que habían matado a su mujer, cobraban pensión de viudedad. ¡Con dos cojones! (perdonen el exabrupto). Afortunadamente, dichas pensiones han sido retiradas con obligación de devolver lo cobrado.
Y volviendo a la seriedad del artículo, hay sobradas maneras para decir “racionalmente adiós” al compañero sin tener que llegar a la muerte y arruinar dos vidas, amén de los daños colaterales. Sé que estas reflexiones, a muchos varones de los que me leen, les puede sonar a “moralina” pero son las razones más simples que se me ocurre aportar.
¿De qué nacionalidad son los matadores? Y qué mas da si, al final, tenemos que contar muertes: una, dos tres... sesenta fríos cadáveres para vergüenza general. Una de las últimas víctimas es de una pareja de homosexuales, según dice la prensa: “Un hombre de 47 años, vestido de mujer, se precipitó al vacío desde el viaducto de Segovia (Madrid), tras asesinar a su compañero sentimental”.
Postdata importante: Nadie habla de los niños asesinados junto a sus madres, física o psicológicamente. Ellos son los verdaderos protagonistas de estas luctuosas historias. ¡Hagamos votos para que esta lacra desaparezca!
Por dignidad (Joan M Serrat)
La familia, los amigos,
aguardan con impaciencia
que por dignidad, la saque
de la casa con violencia.
Apenados me contemplan
o sonríen con desprecio.
Se les nota que sospechan
que sé cuánto saben ellos.
Y lo sé, lo supe siempre
que se acuesta con cualquiera
y ellos piensan que, eso, un hombre
como tal, no lo tolera.
Pero es simple, toda hembra
quiere a hombres diferentes
y a diferentes mujeres
quiere el hombre, es lo corriente.
Qué me importa que en un cuarto
otros encuentren amparo
siempre y cuando lo precise
lo halle desocupado.
No renuncio a la delicia
de tenerla sugerente
en mi cama cada noche
por prejuicios de otra gente.
La familia, los amigos,
me presionan a diario.
No me queda otro remedio
que mudarme de este barrio.
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- Mapa de la vergüenza 2011
PEPE CANTILLO