Probablemente, el martillo y el cincel de la inminente reforma laboral no desatascarán el embudo del paro, sin antes soltar el freno de mano del consumo pesado. La caída de la demanda interna ante el desplome del sector inmobiliario y el cierre del grifo del dinero sientan las bases del diagnóstico en la comprensión acertada del desequilibrio en el mercado del factor trabajo.
La política monetaria europea, o dicho de un modo más llano, la pérdida de libertad interna para presionar el botón de las monedas, ata de pies y manos los márgenes de maniobra del Ejecutivo para arrancar la maquinaria pesada del consumo.
La Ley de la Oferta y la Demanda, es decir, las vocales de la ciencia económica, establece que conforme sube el precio de un bien disminuyen sus intenciones de compra y viceversa. Desde esta humilde premisa debemos hacer un llamamiento a los rebeldes mercados para que aporten su granito de arena en la activación del consumo.
El excedente de viviendas vacías en la España agonizante de las grúas se debe, por una parte al desconcierto actual de su precio de mercado y, por otra, a las dificultades domésticas para la financiación de las mismas.
La rigidez en los márgenes de beneficio del producto vivienda y el cierre del grifo del dinero por la desconfianza que le inspira al sector financiero el mercado de trabajo son las claves para entender la lógica de una reforma laboral acertada.
La bajada de tipos de interés por parte de Mario Draghi es una condición necesaria pero no suficiente para disminuir el cuello de botella del sector de la vivienda y para activar, de una vez por todas, su demanda.
Los tipos bajos deben ir acompañados de una coyuntura laboral basada en credenciales de seguridad y estabilidad. Los préstamos hipotecarios seguirán suspendidos mientras sigamos ofreciendo como garantías de pago contratos laborales temporales y despidos baratos. Son esas dos notas, la temporalidad y el abaratamiento del despido, las que ponen realmente el freno, que decíamos atrás, al consumo pesado.
Siguiendo con el hilo de esta argumentación, la Reforma laboral debería estar basada en una reducción sustancial de la oferta de contratos vigentes en pro de la figura contractual indefinida correlacionada con indemnizaciones crecientes en función de la antigüedad del contratado.
Con estos mimbres conseguiremos, aplicando la lógica del sentido común, y sin ser doctores en la materia, ganar confianza financiera y, con ello, descongestionar lentamente el sector de los ladrillos.
La rigidez en los márgenes de beneficio del consumo pesado, o dicho de otro modo, el mantenimiento de precios desequilibrados en correlación con la coyuntura presente de los mercados, impide el arranque del consumo y, por tanto, la salida del paro.
La falta de margen de maniobra por parte del Estado para devaluar su moneda y para avivar la llama de la demanda implica, como condición sine qua non, recortar los márgenes gananciales en la producción elástica.
Dicho en otros términos, la fórmula “ganar menos para vender más” sería la tecla propicia para ejercer una disminución sensible de los precios y acercar las curvas de oferta y demanda a sus precios de equilibrio.
La fórmula de Henry Ford ilustra con creces nuestro razonamiento anterior. La disminución acusada del precio de sus automóviles, por debajo de su precio normal de mercado, consiguió aumentar considerablemente las ventas y avivó la llama del consumo pesado.
La clase media americana, gracias al sacrificio de los márgenes gananciales, pudo tener acceso a la compra de un producto de lujo, reservado hasta entonces para las élites. Dicha medida auspiciada por una responsabilidad solidaria de los mercados consiguió arrancar la industria automovilista y mover el flujo circular de la renta hasta límites inimaginables.
Desde la crítica de esta columna debemos hacer un llamamiento a los mercados para que disminuyan sus márgenes de beneficio, como condición necesaria para activar el consumo elástico; y a los agentes sociales, para que regulen un marco laboral basado en figuras contractuales indefinidas y sujetas a indemnizaciones crecientes que le otorguen al sistema bancario la confianza necesaria para regenerar su negocio. Con estas simples medidas, basadas en el sentido común, conseguiremos desatascar buena parte del embudo que decíamos atrás.
La política monetaria europea, o dicho de un modo más llano, la pérdida de libertad interna para presionar el botón de las monedas, ata de pies y manos los márgenes de maniobra del Ejecutivo para arrancar la maquinaria pesada del consumo.
La Ley de la Oferta y la Demanda, es decir, las vocales de la ciencia económica, establece que conforme sube el precio de un bien disminuyen sus intenciones de compra y viceversa. Desde esta humilde premisa debemos hacer un llamamiento a los rebeldes mercados para que aporten su granito de arena en la activación del consumo.
El excedente de viviendas vacías en la España agonizante de las grúas se debe, por una parte al desconcierto actual de su precio de mercado y, por otra, a las dificultades domésticas para la financiación de las mismas.
La rigidez en los márgenes de beneficio del producto vivienda y el cierre del grifo del dinero por la desconfianza que le inspira al sector financiero el mercado de trabajo son las claves para entender la lógica de una reforma laboral acertada.
La bajada de tipos de interés por parte de Mario Draghi es una condición necesaria pero no suficiente para disminuir el cuello de botella del sector de la vivienda y para activar, de una vez por todas, su demanda.
Los tipos bajos deben ir acompañados de una coyuntura laboral basada en credenciales de seguridad y estabilidad. Los préstamos hipotecarios seguirán suspendidos mientras sigamos ofreciendo como garantías de pago contratos laborales temporales y despidos baratos. Son esas dos notas, la temporalidad y el abaratamiento del despido, las que ponen realmente el freno, que decíamos atrás, al consumo pesado.
Siguiendo con el hilo de esta argumentación, la Reforma laboral debería estar basada en una reducción sustancial de la oferta de contratos vigentes en pro de la figura contractual indefinida correlacionada con indemnizaciones crecientes en función de la antigüedad del contratado.
Con estos mimbres conseguiremos, aplicando la lógica del sentido común, y sin ser doctores en la materia, ganar confianza financiera y, con ello, descongestionar lentamente el sector de los ladrillos.
La rigidez en los márgenes de beneficio del consumo pesado, o dicho de otro modo, el mantenimiento de precios desequilibrados en correlación con la coyuntura presente de los mercados, impide el arranque del consumo y, por tanto, la salida del paro.
La falta de margen de maniobra por parte del Estado para devaluar su moneda y para avivar la llama de la demanda implica, como condición sine qua non, recortar los márgenes gananciales en la producción elástica.
Dicho en otros términos, la fórmula “ganar menos para vender más” sería la tecla propicia para ejercer una disminución sensible de los precios y acercar las curvas de oferta y demanda a sus precios de equilibrio.
La fórmula de Henry Ford ilustra con creces nuestro razonamiento anterior. La disminución acusada del precio de sus automóviles, por debajo de su precio normal de mercado, consiguió aumentar considerablemente las ventas y avivó la llama del consumo pesado.
La clase media americana, gracias al sacrificio de los márgenes gananciales, pudo tener acceso a la compra de un producto de lujo, reservado hasta entonces para las élites. Dicha medida auspiciada por una responsabilidad solidaria de los mercados consiguió arrancar la industria automovilista y mover el flujo circular de la renta hasta límites inimaginables.
Desde la crítica de esta columna debemos hacer un llamamiento a los mercados para que disminuyan sus márgenes de beneficio, como condición necesaria para activar el consumo elástico; y a los agentes sociales, para que regulen un marco laboral basado en figuras contractuales indefinidas y sujetas a indemnizaciones crecientes que le otorguen al sistema bancario la confianza necesaria para regenerar su negocio. Con estas simples medidas, basadas en el sentido común, conseguiremos desatascar buena parte del embudo que decíamos atrás.
ABEL ROS