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Renuncia con trampa

Cualquier gesto de “yo no acepto privilegios”, en virtud de la coherencia que tan cara se cotiza en este país de pandereta, se trata de convertir en un acto populista para hacer creer que el político de turno es una persona honrada que merece ser ascendido a los altares por su inesperada generosidad.

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En esta línea demagógica está el actor y ahora diputado por Unión Progreso y Democracia (UPyD), Toni Cantó, que anuncia en su cuenta de Twitter que renuncia “al ADSL en casa, al plan privado de pensiones y a la parte del sueldo que me corresponde para gastos de hotel en Madrid”. Trata de convertir la necesidad en virtud, manipulando su realidad.

Toni Cantó se presentó por la circunscripción de Valencia por oportunidad y por oportunismo político. Es cierto que es valenciano de nacimiento pero su vinculación con Valencia es mínima. Lleva viviendo en Madrid desde hace más de 20 años y no tendrá que viajar de Valencia hasta Madrid para ejercer sus labores parlamentarias -como sí tendrán que trasladarse la mayoría del resto de diputados del Congreso-.

Igual lo que tendría que aclarar Cantó es por qué se ha presentado por una provincia en la que no vive y con la que no tienen ningún compromiso político. Más allá de haber nacido en ella. De hecho, el conocido actor de televisión fue cofundador del partido político Vecinos por Torrelodones (VT) que logró cuatro concejales en la localidad madrileña de Torrelodones en los comicios municipales de 2007. Cantó iba en el puesto número 5 y se quedó a las puertas de ser concejal.

El éxito electoral de VT ha sido notable y en las últimas elecciones subió hasta los nueve ediles. Consiguió ser la segunda fuerza política del Consistorio torrelodonense, por detrás del PP. El expartido de Cantó ostenta en la actualidad la Alcaldía de Torreldones gracias a los apoyos del PSOE y de otro grupo político local.

Estos hechos que relato no tienen más importancia que la comprobación empírica de la relación que Cantó tiene con su Valencia natal. Por lo que no es ningún mérito que renuncie al dinero que el Congreso de los Diputados le facilita para alojarse en Madrid. Lo que sí hubiera sido un atropello es que se hubiese embolsado unas dietas en concepto de una situación que no es la suya. Cantó intenta convertir en una heroicidad una actitud que no tiene nada de heroica.

Este tipos de actitudes, que gozan de alta popularidad entre el electorado, contienen un regalo envenenado. Sin darnos cuenta podemos estar construyendo una democracia elitista en la que tener un cargo político signifique casi renunciar al sueldo y a los gastos derivados de la actividad parlamentaria.

Por ello, en un futuro no muy lejano, las personas trabajadoras o con pocos recursos no podrán ser elegibles si no pueden ser autosuficientes económicamente mientras desarrollan su labor política.

El gesto populista de Toni Cantó es una demostración más de la demagogia de la que son capaces quienes, a falta de ideas e ideología, sólo tienen excentricidades que le garantizan un hueco mediático. No creo que Toni Cantó rechace el alojamiento que le ofrece la productora que le contrata cuando rueda una película lejos de su casa de Torrelodones. De lo contrario, le saldría más caro el collar que el perro e incluso trabajando, no ganaría lo suficiente para mantenerse.

Ningún trabajador rechaza las dietas de alojamiento cuando su empresa le encomienda viajar a otra ciudad por motivos laborales. Como tampoco, creo, nadie renuncia a la conexión a Internet y al material informático que le brinda su empresa si lo va a necesitar para desarrollar su cometido. Ni la cajera del supermercado dice que no quiere el uniforme, ni el periodista abona de su bolsillo el hotel en el que se aloja mientras cubre la información cuando ésta se encuentra lejos de la redacción.

Limpiar la política de corruptos, de prebendas innecesarias y fiscalizar lo que ganan nuestros representantes públicos contribuyen a una democracia más real. Pero si caemos en la sospecha indiscriminada contra la clase política, los únicos que saldrán beneficiados serán los que no necesitan de la política para ser libres, iguales y poderosos. Porque en política, como en cualquier ámbito de la vida, hay personas decentes, honradas, trabajadoras y transparentes. Y todo lo contrario.

El sentido de la igualdad no es que seamos todos iguales de pobres: debe suponer que aupemos al estamento de la dignidad económica y social a los que duermen en el umbral de la pobreza. Y para conseguir esto no basta con la demagogia.
RAÚL SOLÍS
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