Muchos prevén que, en el tiempo que viene, España va a ser un griterío continuo y una calle incendiada. Y puede que algunos procuren que así sea. Pero cada vez tengo más para mí que el común de los españoles está pero que muy reacio a dejarse llevar por tales agitaciones y que ve que no es ese precisamente el camino de salida de lo que le está cayendo. O sea, que no ve que sean precisamente los indignados los que arreglen mayormente lo del paro.
No es una caricatura. Quizás la verdadera caricatura esté en alguna de las movilizaciones impostadas a las que asistimos y que quedan bastante lejos de lo que es la verdadera angustia de los millones de familias que se encuentran en situación cada vez más difícil.
Quizás la caricatura sea la de esos representantes sindicales blindados en sus puestos de trabajo o “liberados” que pretenden representar a los que han perdido sus puestos de trabajo mientras ellos la verdad y lo cierto es que poco han protestado excepto -y ya al final- aquella huelguita de opereta sin muchas ganas contra un Gobierno al que consideraban afín, al que empujaron a las peores decisiones e impidieron hacer a fondo las reformas necesarias.
Quizás la caricatura la comencemos a ver en los próximos meses cuando los responsables del desastre se presenten como salvadores. Bueno, ya lo han hecho en las elecciones con el palpable resultado conocido.
Porque ni España ni los españoles, aunque se crea lo contrario, estamos para ruidos ni milongas. Las gentes tienen mucho más asumido que los comités federales la realidad de lo que nos enfrentamos. Saben que viene un año horroroso, que puede ser aún peor que el que empieza a trasponer y que van a hacer falta muchos sacrificios y recortes.
Y lo que parece demostrado en sus votaciones es que están dispuestos a asumirlo, porque saben que solo con ellos, con prescindir de lo que no es estrictamente necesario, podrá salvarse lo fundamental, el verdadero y mínimo Estado de Bienestar que puede sostener esta sociedad cuyos pozo de ingresos se secan cada vez más, mientras que, por el contrario, la gente que los necesita aumenta de día en día.
La gente sabe la verdad y son los políticos los que deben decirla de una vez. Quizás eso es lo que más y primero se espere de Rajoy cuando le llegue la hora de ser presidente. Que aún quedan dos eternas semanas de interinidad.
No es una caricatura. Quizás la verdadera caricatura esté en alguna de las movilizaciones impostadas a las que asistimos y que quedan bastante lejos de lo que es la verdadera angustia de los millones de familias que se encuentran en situación cada vez más difícil.
Quizás la caricatura sea la de esos representantes sindicales blindados en sus puestos de trabajo o “liberados” que pretenden representar a los que han perdido sus puestos de trabajo mientras ellos la verdad y lo cierto es que poco han protestado excepto -y ya al final- aquella huelguita de opereta sin muchas ganas contra un Gobierno al que consideraban afín, al que empujaron a las peores decisiones e impidieron hacer a fondo las reformas necesarias.
Quizás la caricatura la comencemos a ver en los próximos meses cuando los responsables del desastre se presenten como salvadores. Bueno, ya lo han hecho en las elecciones con el palpable resultado conocido.
Porque ni España ni los españoles, aunque se crea lo contrario, estamos para ruidos ni milongas. Las gentes tienen mucho más asumido que los comités federales la realidad de lo que nos enfrentamos. Saben que viene un año horroroso, que puede ser aún peor que el que empieza a trasponer y que van a hacer falta muchos sacrificios y recortes.
Y lo que parece demostrado en sus votaciones es que están dispuestos a asumirlo, porque saben que solo con ellos, con prescindir de lo que no es estrictamente necesario, podrá salvarse lo fundamental, el verdadero y mínimo Estado de Bienestar que puede sostener esta sociedad cuyos pozo de ingresos se secan cada vez más, mientras que, por el contrario, la gente que los necesita aumenta de día en día.
La gente sabe la verdad y son los políticos los que deben decirla de una vez. Quizás eso es lo que más y primero se espere de Rajoy cuando le llegue la hora de ser presidente. Que aún quedan dos eternas semanas de interinidad.
ANTONIO PÉREZ HENARES