Las consecuencias de la última gran cumbre europea aún resuenan en los medios internacionales. David Cameron es muy criticado en Europa tanto por su posición como por su actitud ante ella. Está dentro de la Unión, pero sus líderes dan insistentemente pruebas de euroescepticismo. Para muchos, la razón de su vehemencia en esta ocasión es la influencia de la City, el gran centro financiero incrustado en Londres. Sin embargo, esta razón por sí sola puede resultar insuficiente para comprender la situación.
¿Qué se sabe de las relaciones exteriores de Reino Unido? Para muchos desconocedores de este país, es simplemente un archipiélago que suele ponerse de acuerdo con Estados Unidos y que, por alguna cosa extraña, está en la Unión Europea. La mayoría de los analistas olvidan dos cosas: una época victoriana que todavía subyace en las calles de Londres y, sobre todo, la Commonwealth.
La Commonwealth es una unión de más de cincuenta países que nació durante el proceso de descolonización. Su líder simbólico es el rey de Inglaterra (reina en este caso), aunque actualmente el poder real se encuentra en manos de una Secretaría que regenta el indio Kamalesh Sharma.
Salvo dos o tres excepciones, todos los países miembros de esta comunidad anglosajona han sido colonias de Reino Unido. No aparece demasiado en los medios españoles, ni tampoco en los europeos.
Para el francés, su día a día es Sarkozy y Barroso. Para el español, su día a día es Rajoy, Barroso y la señora Merkel. Sin embargo, para el inglés, su día a día es Cameron y, de vez en cuando (igual que pasaba en Europa antes de la crisis, que la UE estaba presente en los medios, pero menos que ahora), el señor Sharma.
Por otro lado, todavía queda parte de esa gloriosa era victoriana que creía en la superioridad británica. Le es muy difícil al inglés medio ceder parte de su soberanía. Es como tocar fondo en el momento de decadencia en el que normalmente creen que viven.
También es verdad que si fuera sólo este factor, podría apelarse al sentido práctico del pueblo británico, pero hay más. Buena parte de los medios de Reino Unido suspiran aliviados por el hecho de no haber entrado en el euro. Se muestra a una Europa problemática, y no a una empresa política, económica y cultural innovadora que tiene como objetivo recoger beneficios a largo plazo. Algunos periódicos han llegado a editorializar a favor de la salida de la Unión.
Y a todo lo dicho hasta aquí, ahora sí, se le suma el factor fundamental de la City. Hiciera lo que hiciera (otro tema es el de las formas), Cameron hubiera provocado debate en Reino Unido por sus decisiones. De hecho, si hubiera aceptado los términos de la cumbre, de todas formas hubiera tenido que ratificarlo en el Parlamento, cosa complicada si su propio partido está dividido.
Todavía es una incógnita la evolución de la política exterior británica. Reino Unido no está en Europa, pero está. El tiempo dirá cómo podrá desenvolverse su diplomacia en un terreno movedizo, incierto y que, en un momento dado, podría llegar a ser hostil.
¿Qué se sabe de las relaciones exteriores de Reino Unido? Para muchos desconocedores de este país, es simplemente un archipiélago que suele ponerse de acuerdo con Estados Unidos y que, por alguna cosa extraña, está en la Unión Europea. La mayoría de los analistas olvidan dos cosas: una época victoriana que todavía subyace en las calles de Londres y, sobre todo, la Commonwealth.
La Commonwealth es una unión de más de cincuenta países que nació durante el proceso de descolonización. Su líder simbólico es el rey de Inglaterra (reina en este caso), aunque actualmente el poder real se encuentra en manos de una Secretaría que regenta el indio Kamalesh Sharma.
Salvo dos o tres excepciones, todos los países miembros de esta comunidad anglosajona han sido colonias de Reino Unido. No aparece demasiado en los medios españoles, ni tampoco en los europeos.
Para el francés, su día a día es Sarkozy y Barroso. Para el español, su día a día es Rajoy, Barroso y la señora Merkel. Sin embargo, para el inglés, su día a día es Cameron y, de vez en cuando (igual que pasaba en Europa antes de la crisis, que la UE estaba presente en los medios, pero menos que ahora), el señor Sharma.
Por otro lado, todavía queda parte de esa gloriosa era victoriana que creía en la superioridad británica. Le es muy difícil al inglés medio ceder parte de su soberanía. Es como tocar fondo en el momento de decadencia en el que normalmente creen que viven.
También es verdad que si fuera sólo este factor, podría apelarse al sentido práctico del pueblo británico, pero hay más. Buena parte de los medios de Reino Unido suspiran aliviados por el hecho de no haber entrado en el euro. Se muestra a una Europa problemática, y no a una empresa política, económica y cultural innovadora que tiene como objetivo recoger beneficios a largo plazo. Algunos periódicos han llegado a editorializar a favor de la salida de la Unión.
Y a todo lo dicho hasta aquí, ahora sí, se le suma el factor fundamental de la City. Hiciera lo que hiciera (otro tema es el de las formas), Cameron hubiera provocado debate en Reino Unido por sus decisiones. De hecho, si hubiera aceptado los términos de la cumbre, de todas formas hubiera tenido que ratificarlo en el Parlamento, cosa complicada si su propio partido está dividido.
Todavía es una incógnita la evolución de la política exterior británica. Reino Unido no está en Europa, pero está. El tiempo dirá cómo podrá desenvolverse su diplomacia en un terreno movedizo, incierto y que, en un momento dado, podría llegar a ser hostil.
RAFAEL SOTO