Desde 2008 hemos andado despidiendo los años con la ilusión de que el próximo nos fuera mejor. Las buenas nuevas, aunque fueran más falsas que los brotes verdes de la Salgado, siempre venden mejor que las malas noticias -y si no que se lo pregunten al bueno de Manuel Pizarro, que osó decirlas por televisión-.
Pero este de 2012 estamos ya muy escamados y no hay españolito que, al brindar esta Nochevieja por el “próspero” año nuevo, no pegue un respingo y cruce los dedos. Porque el pájaro asoma más negro que un tizón.
Como prólogo y para completar el olor de socarrina de los más de cinco millones de parados, hemos vuelto a entrar en recesión. O sea, que en vez de avanzar, nuestra economía baja y retrocede. Y así no hay manera de crear empleo sino que todo apunta a la destrucción de todavía más puestos de trabajo. Como poco, hasta marzo.
Esa es la verdad y mejor será que, de una vez por todas, nos enfrentemos a ella. Sin paños calientes ni ilusorios remedios. Y a lo mejor si nos ponemos al tajo, resulta que este ave de mal agüero que parece el año 2012 acaba por darnos algún color y alguna alegría.
Por ello, a eso que les decía para los saludos de rigor -“Próspero Año Nuevo que a peor no podemos ir... ¿o sí?-, quizás podamos añadir aquellos de que “los gitanos no quieren buenos principios para sus hijos” y por algo será, que la raza calé siempre ha tenido arte para lo adivinatorio.
Así que con ello me quedo: Feliz Año, que las cosas no son como empiezan sino como acaban...
Pero este de 2012 estamos ya muy escamados y no hay españolito que, al brindar esta Nochevieja por el “próspero” año nuevo, no pegue un respingo y cruce los dedos. Porque el pájaro asoma más negro que un tizón.
Como prólogo y para completar el olor de socarrina de los más de cinco millones de parados, hemos vuelto a entrar en recesión. O sea, que en vez de avanzar, nuestra economía baja y retrocede. Y así no hay manera de crear empleo sino que todo apunta a la destrucción de todavía más puestos de trabajo. Como poco, hasta marzo.
Esa es la verdad y mejor será que, de una vez por todas, nos enfrentemos a ella. Sin paños calientes ni ilusorios remedios. Y a lo mejor si nos ponemos al tajo, resulta que este ave de mal agüero que parece el año 2012 acaba por darnos algún color y alguna alegría.
Por ello, a eso que les decía para los saludos de rigor -“Próspero Año Nuevo que a peor no podemos ir... ¿o sí?-, quizás podamos añadir aquellos de que “los gitanos no quieren buenos principios para sus hijos” y por algo será, que la raza calé siempre ha tenido arte para lo adivinatorio.
Así que con ello me quedo: Feliz Año, que las cosas no son como empiezan sino como acaban...
ANTONIO PÉREZ HENARES