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El sueño de mi abuelo andalusí

Montilla Digital se hace eco en su Buzón del Lector de un texto remitido por el Foro Aben Humeya y firmado por Niama Moumen, una joven morisca marroquí que desea compartir algunas vivencias y reflexiones con los lectores de la página. Si desea participar en esta sección, puede enviar un correo electrónico exponiendo su queja, comentario, sugerencia o relato. Si quiere, puede acompañar su mensaje de alguna fotografía.

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Soy Niama Moumen, una de cientos de miles de hombres y mujeres marroquíes descendientes de familias moriscas expulsadas de sus tierras andaluzas en el siglo XVI. Su crimen fue ser andaluces, con una cultura, una religión y un pasado diferentes a los de los conquistadores españoles.

Antes de ser expulsados de manera humillante fuera de su patria bien amada, mis antepasados sufrieron todos los tipos de suplicios, ya sean físicos o mentales: tenían que dejar su modo de vida y sus costumbres musulmanas para convertirse en españoles católicos; tenían que aprender el castellano en breve plazo y esforzarse por olvidar lo más pronto posible su lengua árabe, considerándose un crimen hablar, leer o escribir en ella. También se les requería para abandonar sus nombres árabes y sus ceremonias, se les prohibía el uso de los baños para practicar la ablución.

Y si mis antepasados y los demás andaluces rechazaban inclinarse ante estas severas e intolerantes órdenes, tenían entonces que prepararse para enfrentarse al infierno terrenal y soportar interminables sesiones de tormentos inquisitoriales, antes de escoger entre perecer en las hogueras, sobre las galeras o en las minas.

Así es la vida de mis antepasados en la vieja Al Ándalus desde la ocupación de Granada el 2 de enero de 1492: años de miseria y de sufrimiento, pero también de resistencia y de resignación a seguir viviendo como andaluces, libres y conscientes.

La expulsión de mis antepasados hacia Marruecos no debe ser interpretada como el fin de nuestra relación con Al Ándalus, pero sí como el comienzo de un largo y penoso viaje para regresar a nuestras hogares en Córdoba, Hornachos -en Badajoz-, Granada... Este es el precioso consejo que recibí de un gran enamorado de la patria andaluza: mi abuelo Fennich.

Aún recuerdo sus palabras en la playa de Tánger, con los ojos llenos de dolor y de pena mientras miraba al otro lado de la costa. Con expresión triste me contaba la tragedia de sus antepasados andalusíes, el infierno que habían vivido, los tormentos, las amenazas y, luego, la expulsión de su patria hacia lo desconocido.

Me contaba también cómo resulta difícil para cualquier persona soportar la ingratitud de su patria y la de su familia. Luego me tomó entre sus brazos con fuerza y me dijo con voz quebrada: “Esperamos regresar a nuestros hogares lo más pronto posible, pero no hemos podido conseguir el sueño aún, y no es el mar lo que les ha impedido volver, sino los obstáculos del odio y de la fobia puestos por los hombres. Hoy, tenemos que realizar este sueño”.

Le respondí, con lágrimas en mis mejillas: “Querido abuelo, ¿dónde está la llave de nuestra casa en Al Ándalus? ¡Dámela! Te prometo regresar a nuestra casa, a nuestra patria andaluza. Te prometo, querido abuelo, realizar tu sueño y volver a nuestros hogares”.

Desde entonces, esta promesa crece conmigo, animándome a investigar cada vez más en la historia de Al Ándalus y del Estado español para descubrir, no sin sorpresa e indignación, cada vez más falsedades, cada vez más mitos y cada vez más mentiras.

Por todo esto, creo que ya es hora de mostrar la verdad, de pedir mis derechos y de realizar el sueño de mi difunto abuelo. ¡Basta de exilio y de injusticia! Ya es hora de “reconquistar” nuestros derechos y de recuperar nuestra dignidad. Volveremos, volveremos, volveremos...
NIAMA MOUMEN
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