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Corazón de oro

Hay una especial canción del cantante canadiense Neil Young que se encuentra en ese reducido grupo de melodías que conforman las que siempre acuden a mi mente cuando, caminando solo por la calle, me acompañan para, silenciosamente, irlas desgranando en voz baja. Se trata de Corazón de oro (Heart of Gold), único de sus temas que se alzó a los primeros puestos de las listas de éxito y que el prolífico cantante incluyó en ese maravilloso disco que fue Harvest.

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Pero no voy en esta ocasión a hablar de música, ni de mi admirado Neil Young. Si he hecho referencia a esa bella canción ha sido por su título y lo que se dice en su letra, puesto que me sirven para iniciar el artículo de esta semana.

Y me sirven con una doble intención. Hay, por un lado, canciones que forman parte de nuestros mejores recuerdos, pues nos evocan momentos irrepetibles cuando asoman sus acordes, ya que las tenemos tan interiorizadas que las consideramos como algo muy nuestro, tanto que nos sorprende que haya otros que también las tengan entre sus favoritas.

También el título del artículo se lo podemos aplicar a aquellas personas que se lo merecen por su abierta generosidad y su sincera honestidad. No son títulos oficiales o diplomas que puedan enmarcarse y exhibirse en una pared para mayor gloria de quien lo ha recibido. No: es un reconocimiento íntimo que cada uno de nosotros podemos hacer de esa persona admirable por sus cualidades humanas que hayamos conocido y que no es necesario habérselo dicho, aunque, en ocasiones, viene bien expresar esa admiración que nos provocan.

Por mi parte, puedo afirmar que conozco algunas a las que no tendría ningún problema en aplicarle el calificativo que da nombre al artículo. Y, sin lugar a dudas, me enorgullezco de tenerlas como amigos, pues soy de los que creen que la amistad, la buena amistad, es uno de los grandes tesoros que podemos lograr tener a lo largo de nuestra vida.

¿Y a quién puedo atribuirle esa cualidad? Si nos remontamos al segundo artículo que publiqué en Montilla Digital titulado Nieves, una vida de lucha, allí encontraréis una de ellas: la protagonista de ese pequeño relato biográfico.

No voy a desgranar lo que allí comentaba, puesto que fácilmente se puede acudir a su lectura. Pero sí voy a hablar otra vez de Nieves, ya que a principios de diciembre me he encontrado de nuevo con esta gran amiga, antigua alumna de Psicopedagogía, que venía a Córdoba procedente de Guinea Ecuatorial a tratarse médicamente, pues en su país no tiene las condiciones adecuadas para ello.

Pero de la cuestión que la ha traído a España apenas quiere hablar. Es como si aquello que le afecta no tuviera apenas importancia y lo relegara a un segundo plano. De este modo, cuando por teléfono le pregunto cómo se encuentra tras la intervención, me responde con un pausado y escueto “Bien, bien…”, como queriendo pasar a otro tema con el que podamos continuar nuestra charla.

Los encuentros con Nieves representan para mí una gran alegría y momentos de intercambio de información, tanto personales como de lo que acontece en ambos países. Habitualmente nos vemos en mi despacho, puesto que para ella le resulta más sencillo para localizarme allí, ya que es el lugar en el que paso gran parte del día. Y dado que está en la parte trasera de la Facultad, mirando hacia el campo, aprovechamos esta ocasión para hacernos unas fotos como recuerdo del, por ahora, último encuentro.

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Volvemos a hablar, cómo no, de la educación; de la situación política de su país; de las últimas novedades en nuestras vidas… Y ella tenía grandes noticias de las que contarme.

Como ya indiqué en otra ocasión, su empeño en comprometerse al máximo con la educación la ha llevado a ser la directora de la Escuela de Magisterio en la Universidad de Malabo. Pero ahí no acaba su compromiso, ya que ha asumido el cargo de ser la responsable de UNICEF en su país, trabajo que me imagino la absorberá, ya que las necesidades de la infancia en los países africanos es muy grande.

Solo desde esta perspectiva puede entenderse algo que al principio me resultó una noticia un tanto sorprendente. Antes de la intervención médica, en el rato que estuvimos conversando, mientras resolvíamos temas de corte académico, me comentó que había adoptado a un niño y a una niña, de 5 y 6 años.

Para mis adentros me dije cómo se había empeñado ella sola en semejante responsabilidad, puesto que, conociendo las enormes dificultades que ha tenido que afrontar a lo largo de su vida, suponía añadir una enorme carga a todo lo que tiene llevar hacia delante.

En el segundo encuentro, tras la intervención, me explicó que Víctor e Itziar, nombres en español de sus niños, habían nacido en Costa de Marfil, país sumido en una terrible guerra y que los pequeños se encontraban acogidos en un orfanato.

Me habla con gran entusiasmo de sus niños, y de que, durante estos días que ha tenido que venir a nuestro país, una de sus hermanas se ha quedado al cuidado de ellos. Por mi parte, tengo claro que el cariño y la protección dada por Nieves a ambos han supuesto que conozcan y sientan lo que es el calor de un hogar. A ello tengo que añadir que están aprendiendo el español, lengua oficial de Guinea Ecuatorial, puesto que Costa de Marfil fue colonia francesa, por lo que el idioma más hablado es el francés.

El enorme corazón de Nieves me recuerda al de esas mujeres africanas que son capaces de desplegar un enorme cariño y una entrega para salir adelante en las situaciones más adversas. Su tranquila sonrisa me recuerda a las de esas grandes mujeres de ese enorme continente, como han sido la keniata Wangari Maathai y la presidenta de Liberia, Ellen Jonson-Sirleaf, ambas premios Nobel de la Paz en distintos años.

La primera de ellas por las contribuciones al desarrollo sostenible de Kenia, es decir, a la defensa de la naturaleza (la madre naturaleza, en la conciencia de la población africana). La otra como participante activa en la construcción de la paz en un país que se desangraba en medio de una terrible guerra civil, por lo que tuvo que ser una mujer, con ese sentido maternal de protección que representan, la que fuera elegida para cicatrizar las profundas heridas de tan cruel contienda.

Nieves permanecerá con nosotros hasta principios de enero, para que pueda confirmarse su recuperación antes de regresar a su país. Mientras tanto, esos dos niños que ha acogido como hijos, y que los ha apartado de un futuro totalmente incierto, estoy totalmente seguro que los sacará adelante, que les abrirá el horizonte que todo niño se merece, pues no me cabe la menor duda de que ambos han encontrado una madre con un corazón de oro.

Posdata: Aquí he hablado de una gran amiga, puesto que estoy totalmente convencido de que la amistad, es decir, el tener buenos amigos, es lo mejor que a uno le puede ocurrir. Y lo digo porque en la presentación que llevamos en la Casa del Inca del libro El arte infantil fue un hecho para mi muy emotivo, pues no solamente pude conocer a seguidores de Montilla Digital interesados en la publicación, sino encontrarme de nuevo con esos viejos amigos que siempre a uno le acompañan, pues su grato recuerdo no se borra nunca de la memoria.

AURELIANO SÁINZ
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