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Tragedia griega

La ideología neoliberal, que aboga por enajenar a los ciudadanos europeos de los servicios que nos han hecho ser el continente con mayor bienestar e igualdad del mundo, presenta sus recetas económicas con tesis científicas irrefutables e incuestionables. En ciencia no se discute pero en política, sí. Y la ideología que parió la ultraconservadora británica Margaret Thatcher -y que George Bush ayudó a crecer en Estados Unidos en la década pasada- es ideología pura y dura.

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El neoliberalismo económico sueña con un modelo de sociedad en el que no caben los pobres. Ni la democracia. Ni la moral. En este malvado sistema que Europa está edificando a base de rescates y recortes sólo tienen cabida el capital privado y los gobiernos que no tiemblen ante la mano invisible que todo lo mueve.

De hecho, el primer ministro griego Papandréu ha caído por atreverse a temblar y por anunciar un referéndum sobre el rescate que Merkel y Sarkozy, con la aquiescencia de los bancos franceses y alemanes, habían planeado para frenar la crisis de deuda griega.

A Merkel y Sarkozy -portavoces de los mercados pues, de hecho, son de la misma familia ideológica que Thatcher y Bush- no les gusta un mandatario griego democrático. Prefieren al futuro primer ministro griego “de consenso” que vicepresidió el Banco Central Europeo (BCE).

El BCE, con sede en la ciudad alemana de Frankfurt, podría poner fin a la tragedia griega, italiana, española, irlandesa o portuguesa con sólo adquirir bonos de deuda pública y así espantar la codicia de los mercados que especulan con el futuro de los países periféricos de la Unión Europea. El único problema es que Merkel no quiere ni oír hablar de ello porque atenta contra su ideología.

Tan voraces e interesados son los mercados que han convertido a los conservadores griegos en los salvadores de Grecia, olvidando que fue la derecha griega quien engañó a la UE sobre la salud de las cuentas públicas de su país. Papandréu, tras ganar las elecciones parlamentarias de 2009, descubrió que el anterior Ejecutivo griego había ocultado a las instituciones europeas que la deuda pública era del 114 por ciento de su Producto Interior Bruto (PIB).

Tampoco nos informan los telediarios ni los medios de comunicación, insertos en el sistema económico neoliberal, que mientras que Merkel exigía recortes en las cuentas públicas a Grecia, obligaba por otro lado al Gobierno heleno a comprar material militar alemán.

Poca gente conoce que Grecia es el país de la OTAN con mayor gasto militar y ejército en comparación con el número de habitantes. Sólo en los últimos diez años, los griegos han comprado a alemanes y franceses material armamentístico por valor de 50.000 millones de euros, financiados por los mismos bancos franceses y alemanes que echan a temblar con sólo oír pronunciar la palabra "referéndum" que ponga en peligro el desembolso de los préstamos hechos a Grecia para comprar armas para matar.

Las navieras –alemanas en su mayoría- tampoco pagan impuestos. Como tampoco lo hace la Iglesia Ortodoxa Griega que, por no pagar, no paga ni Impuesto sobre el Valor Añadido (IVA).

Decía Platón que la democracia era la forma de gobierno menos mala, pero los herederos ideológicos del thatcherismo inglés o del neoliberalismo que George Bush extendió como arma de destrucción masiva piensan que no es la manera “sensata” para salir de la crisis, a costa de hundir sueños, Estados, llenar las ágoras de pobres, desempleados y desheredados de su ciencia económica inhumana.

Sólo siendo libres en lo económico podremos ser libres en lo moral y en lo político. Mientras tanto, Europa se resiste a construir un proyecto político solidario, de economía social. No quiere atreverse a acabar con una economía presa de la dictadura de los mercados.

Atenas inventó la palabra "democracia" y es en Atenas donde ha muerto el mismo vocablo por el que millones de mujeres y hombres permanecen todavía en las cunetas del olvido. Mi europeísmo tiene otros tintes que no encuentro en los actuales constructores del proyecto europeísta a los que les estorba la democracia para edificar su modelo económico y político. Que no científico.
RAÚL SOLÍS
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