Por una semana dejo de mirar el oloroso ombligo de nuestros políticos y los problemas que con ellos tenemos. Quizás debiera decir que "dejo de lado los problemas que por culpa de ellos tenemos". No me malinterpreten: tengo la ingrata impresión de que somos una débil barquichuela que va arrastrada por la corriente, próxima a ser engullida por una ruidosa catarata. La “igualdad de los sexos” está presente en los filósofos ilustrados del siglo XVIII y con la Revolución Francesa surgen las primeras voces femeninas que, de una forma u otra, serán acalladas por la misma revolución.
En el artículo Hombres y mujeres somos iguales relataba lo siguiente: “De un modo u otro, afortunadamente, la madurez y el progreso del ser humano han conducido al reconocimiento incuestionable de la igualdad de ambos sexos. Hoy, (…) las leyes (sobre todo en los llamados países occidentales) recogen de manera tajante e inequívoca la igualdad de derechos de todo ser humano, sin hacer discriminación de sexo, raza, religión o ideología”.
En el artículo ¡Va de farol! hablaba de la Ley de Parida(d) –léase Ley de Igual(da)d- y, entre otras cosas, decía: “¿No sería más elegante, efectivo y beneficioso que si hay más número de mujeres mejor preparadas para ejercer un cargo de responsabilidad sean ellas las que detenten el cargo? Se supone que políticamente debemos buscar la excelencia, la calidad esté en quien esté, es decir sea hombre o mujer. Y si se desequilibra la paridad a favor de la mujer me parece estupendo”.
¿A qué viene todo esto? África está de enhorabuena gracias al Premio Nobel de la Paz. En un territorio y una cultura donde la mujer es menos que nada, tres heroínas, con alta “dosis” de valores humanos han sido galardonadas con dicho premio. ¡Felicidades a todas las mujeres por una continuada actitud de lucha!
El Comité del Parlamento noruego informó que el Nobel de la Paz de 2011 se concedía por igual a tres mujeres africanas “por su lucha no violenta por la seguridad y el derecho de las mujeres a participar plenamente en la construcción de la paz”.
Ellen Johnson-Sirleaf, presidenta de Liberia, la activista liberiana Leymah Gbowee, así como la activista yemení Tawakul Karman son las tres galardonadas. “No se puede alcanzar la democracia y una paz perdurable en el mundo a menos que las mujeres obtengan las mismas oportunidades que los hombres a la hora de influir en el desarrollo a todos los niveles de la sociedad”, indicaron en un comunicado.
"África tiene nombre de mujer", dice un titular de El País. Ya era hora de que África hablara en femenino. Este puede ser un broche de oro a todos los movimientos pro libertad, pro Derechos Humanos, que se han venido dando en el norte de este continente empobrecido. Empobrecido por la avaricia de los colonizadores europeos, por la actitud interesada de ricos mandatarios africanos. Empobrecido por los “señores de la guerra”.
En Europa se lucha por la paridad de la mujer con el hombre en la política, en las empresas, en cualquier actividad. Esa lucha, que viene de lejos, cuando las primeras sufragistas del siglo XIX se levantaron para pedir el derecho a votar de la mujer, cristaliza en Inglaterra en los albores del siglo XX.
En 1918, el Parlamento inglés autorizó el voto para las mujeres mayores de 30 años y, diez años después, para todas las mujeres adultas. Antes se habían adelantado Australia y Nueva Zelanda. Francia e Italia lo concederán a mediados del siglo XX.
En España, el derecho al voto femenino está envuelto en una enconada lucha entre los distintos grupos políticos. Será en 1933 cuando las mujeres consigan participar en las primeras elecciones, gracias al esfuerzo de Clara Campoamor o Victoria Kent entre otras. Derecho que se perderá con el franquismo y se volverá a recuperar en 1977.
En África se lucha por la más elemental igualdad legal entre hombres y mujeres, por la dignidad, por derechos básicos que para los europeos se consiguieron hace ya mucho tiempo. Ya sé que algunos de esos derechos están solamente escritos, porque la práctica consecución de los mismos aún queda lejos.
África tienen hambre atrasada, alto porcentaje de analfabetismo sobre todo entre las niñas, violencia sexual, violaciones. Lacras endémicas que se ceban en las mujeres. África está necesitada de democracia con gobiernos que defiendan los derechos de la ciudadanía, que luchen contra la corrupción y ¿quién no? Está falta de justicia social. En suma, necesita que se pongan en práctica los Derechos Humanos.
Ésta puede ser la semblanza a grandes rasgos de las mujeres galardonadas:
Ellen Johnson-Sirleaf será la primera mujer presidente de un país donde imperaba la fuerza brutal del macho bajo la infame bandera del hambre y de la injusticia. Además de presidente de su país, es miembro del Consejo de Mujeres Líderes Mundiales que luchan por la consecución en el mundo de un desarrollo más equitativo.
Leymah Gbowee comenzó en 2002 a pelear por la paz en su país. Reúne a un grupo de mujeres en un mercado e inicia todo un movimiento social, que consigue el fin de una guerra civil que traerá la paz a Liberia y, en 2005, la elección de Ellen Johnson Sirleaf.
El lema e inicio de la lucha por parte de esta mujer fue: “sin paz no hay sexo". Osadas de ellas, les estaban negando el sexo a sus maridos. Lideró a las mujeres de su país para presionar a sus maridos a poner fin a la guerra civil. Gracias a este tipo de presión, las mujeres han logrado consolidar la paz en Liberia. ¡Original forma de luchar!
Esta actitud sería como un retomar el lema hippie de los años sesenta: “¡haz el amor y no la guerra!”. El tesón de Gbowee y el Movimiento de Mujeres por la Paz en Liberia han despertado y aglutinado la acción femenina en países africanos como Nigeria o Costa de Marfil.
Tawakul Kerman, activista social comprometida con su país, es la primera mujer árabe que recibe el Nobel de la Paz. Su lucha arranca de 2005 contra el régimen de Ali Abdalá Saleh. Desde el comienzo de las revueltas en Yemen, vive con el resto de acampados, en una tienda de campaña. Dirige la ONG Mujeres periodistas libres de cadenas. Es una tenaz luchadora, pacifista hasta las últimas consecuencias.
Periodista comprometida no se ha dejado comprar por el régimen que quería silenciarla. Desde el fondo del corazón dedica el premio “a la juventud de todos los países árabes, en especial a los de Túnez, Egipto, Libia y Siria. A todos los jóvenes de la revolución. A todas las mujeres”. Y añade: “Este premio es una victoria para nuestra revolución y para nuestros jóvenes que han elegido la vía pacífica”.
Felicidades a estas tres mujeres que representan un ejemplo vivo de lo que debe ser una actitud de lucha contra la opresión y la injusticia, familiar, social, política. Felicidades a todas las mujeres africanas que, a partir de ahora, serán capaces de enfrentarse a un sinfín de injusticias en sus círculos más próximos. Tienen un ejemplo a seguir.
Felicidades a todas las mujeres del mundo sean del color, religión o país que sean, por el empeño que han puesto para conseguir un mundo más equilibrado. Felicidades a todas las mujeres, también a los hombres, que luchan porque este mundo sea más justo, más paritario.
En el artículo Hombres y mujeres somos iguales relataba lo siguiente: “De un modo u otro, afortunadamente, la madurez y el progreso del ser humano han conducido al reconocimiento incuestionable de la igualdad de ambos sexos. Hoy, (…) las leyes (sobre todo en los llamados países occidentales) recogen de manera tajante e inequívoca la igualdad de derechos de todo ser humano, sin hacer discriminación de sexo, raza, religión o ideología”.
En el artículo ¡Va de farol! hablaba de la Ley de Parida(d) –léase Ley de Igual(da)d- y, entre otras cosas, decía: “¿No sería más elegante, efectivo y beneficioso que si hay más número de mujeres mejor preparadas para ejercer un cargo de responsabilidad sean ellas las que detenten el cargo? Se supone que políticamente debemos buscar la excelencia, la calidad esté en quien esté, es decir sea hombre o mujer. Y si se desequilibra la paridad a favor de la mujer me parece estupendo”.
¿A qué viene todo esto? África está de enhorabuena gracias al Premio Nobel de la Paz. En un territorio y una cultura donde la mujer es menos que nada, tres heroínas, con alta “dosis” de valores humanos han sido galardonadas con dicho premio. ¡Felicidades a todas las mujeres por una continuada actitud de lucha!
El Comité del Parlamento noruego informó que el Nobel de la Paz de 2011 se concedía por igual a tres mujeres africanas “por su lucha no violenta por la seguridad y el derecho de las mujeres a participar plenamente en la construcción de la paz”.
Ellen Johnson-Sirleaf, presidenta de Liberia, la activista liberiana Leymah Gbowee, así como la activista yemení Tawakul Karman son las tres galardonadas. “No se puede alcanzar la democracia y una paz perdurable en el mundo a menos que las mujeres obtengan las mismas oportunidades que los hombres a la hora de influir en el desarrollo a todos los niveles de la sociedad”, indicaron en un comunicado.
"África tiene nombre de mujer", dice un titular de El País. Ya era hora de que África hablara en femenino. Este puede ser un broche de oro a todos los movimientos pro libertad, pro Derechos Humanos, que se han venido dando en el norte de este continente empobrecido. Empobrecido por la avaricia de los colonizadores europeos, por la actitud interesada de ricos mandatarios africanos. Empobrecido por los “señores de la guerra”.
En Europa se lucha por la paridad de la mujer con el hombre en la política, en las empresas, en cualquier actividad. Esa lucha, que viene de lejos, cuando las primeras sufragistas del siglo XIX se levantaron para pedir el derecho a votar de la mujer, cristaliza en Inglaterra en los albores del siglo XX.
En 1918, el Parlamento inglés autorizó el voto para las mujeres mayores de 30 años y, diez años después, para todas las mujeres adultas. Antes se habían adelantado Australia y Nueva Zelanda. Francia e Italia lo concederán a mediados del siglo XX.
En España, el derecho al voto femenino está envuelto en una enconada lucha entre los distintos grupos políticos. Será en 1933 cuando las mujeres consigan participar en las primeras elecciones, gracias al esfuerzo de Clara Campoamor o Victoria Kent entre otras. Derecho que se perderá con el franquismo y se volverá a recuperar en 1977.
En África se lucha por la más elemental igualdad legal entre hombres y mujeres, por la dignidad, por derechos básicos que para los europeos se consiguieron hace ya mucho tiempo. Ya sé que algunos de esos derechos están solamente escritos, porque la práctica consecución de los mismos aún queda lejos.
África tienen hambre atrasada, alto porcentaje de analfabetismo sobre todo entre las niñas, violencia sexual, violaciones. Lacras endémicas que se ceban en las mujeres. África está necesitada de democracia con gobiernos que defiendan los derechos de la ciudadanía, que luchen contra la corrupción y ¿quién no? Está falta de justicia social. En suma, necesita que se pongan en práctica los Derechos Humanos.
Ésta puede ser la semblanza a grandes rasgos de las mujeres galardonadas:
Ellen Johnson-Sirleaf será la primera mujer presidente de un país donde imperaba la fuerza brutal del macho bajo la infame bandera del hambre y de la injusticia. Además de presidente de su país, es miembro del Consejo de Mujeres Líderes Mundiales que luchan por la consecución en el mundo de un desarrollo más equitativo.
Leymah Gbowee comenzó en 2002 a pelear por la paz en su país. Reúne a un grupo de mujeres en un mercado e inicia todo un movimiento social, que consigue el fin de una guerra civil que traerá la paz a Liberia y, en 2005, la elección de Ellen Johnson Sirleaf.
El lema e inicio de la lucha por parte de esta mujer fue: “sin paz no hay sexo". Osadas de ellas, les estaban negando el sexo a sus maridos. Lideró a las mujeres de su país para presionar a sus maridos a poner fin a la guerra civil. Gracias a este tipo de presión, las mujeres han logrado consolidar la paz en Liberia. ¡Original forma de luchar!
Esta actitud sería como un retomar el lema hippie de los años sesenta: “¡haz el amor y no la guerra!”. El tesón de Gbowee y el Movimiento de Mujeres por la Paz en Liberia han despertado y aglutinado la acción femenina en países africanos como Nigeria o Costa de Marfil.
Tawakul Kerman, activista social comprometida con su país, es la primera mujer árabe que recibe el Nobel de la Paz. Su lucha arranca de 2005 contra el régimen de Ali Abdalá Saleh. Desde el comienzo de las revueltas en Yemen, vive con el resto de acampados, en una tienda de campaña. Dirige la ONG Mujeres periodistas libres de cadenas. Es una tenaz luchadora, pacifista hasta las últimas consecuencias.
Periodista comprometida no se ha dejado comprar por el régimen que quería silenciarla. Desde el fondo del corazón dedica el premio “a la juventud de todos los países árabes, en especial a los de Túnez, Egipto, Libia y Siria. A todos los jóvenes de la revolución. A todas las mujeres”. Y añade: “Este premio es una victoria para nuestra revolución y para nuestros jóvenes que han elegido la vía pacífica”.
Felicidades a estas tres mujeres que representan un ejemplo vivo de lo que debe ser una actitud de lucha contra la opresión y la injusticia, familiar, social, política. Felicidades a todas las mujeres africanas que, a partir de ahora, serán capaces de enfrentarse a un sinfín de injusticias en sus círculos más próximos. Tienen un ejemplo a seguir.
Felicidades a todas las mujeres del mundo sean del color, religión o país que sean, por el empeño que han puesto para conseguir un mundo más equilibrado. Felicidades a todas las mujeres, también a los hombres, que luchan porque este mundo sea más justo, más paritario.
PEPE CANTILLO