Pues sí, ya está próximo el Fin del Mundo, cumpliéndose así la Profecía tantas veces predicha por distintas y ancestrales religiones, y que por nuestra parte, enfrascados en la crisis económica y en las futuras elecciones, nos habíamos olvidado de ello. Y es que a algo más de un mes del gran evento, el 20-N, pareciera que caminamos directos al abismo, sin que girásemos la cabeza a ver la que se nos viene encima de manera definitiva.
Sí, ya sé que a los jóvenes el futuro se les pinta negro negrísimo; pero bueno, esto más o menos es lo que había predicho el teórico neocon Francis Fukuyama cuando vaticinaba el triunfo del capitalismo y el fin de la Historia, aunque él creía que por entonces todos seríamos felices.
De todos modos, no me estoy refiriendo a que las futuras generaciones, si no espabilan, la van a pasar canutas: ya estamos viendo cómo se encoge a pasos acelerados el pequeño Estado de bienestar que se había logrado tras muchos años de lucha y esfuerzo por lograr una sociedad más equitativa. La brecha entre países ricos y pobres no deja de crecer y las desigualdades en los denominados países desarrollados se hacen cada vez más palpables.
Y lo más curioso es que los muy millonarios y clases adineradas se sienten verdaderamente contentos sin necesidad de disimular sus enormes patrimonios (bueno, podemos exceptuar a Warren Buffet que parece que tiene una crisis de conciencia y, sorprendentemente, pide que los ricos paguen más impuestos). Es más, su gran meta es entrar en la lista Forbes de las grandes fortunas y sentirse envidiados por miles de ojos que están pendientes de ellos.
Bien, como decía, en distintas culturas y creencias religiosas se ha vaticinado la terminación de la vida en la Tierra. Quizá se debiera a que los males que acucian a los seres humanos se repiten de generaciones en generaciones, sin que se hallara el estado de felicidad tan ansiado en el fondo de sí por todos los pobladores de este desdichado planeta. Quizás, inconscientemente, los pueblos no encontraban otro remedio a tantos males que imaginar que el mundo acabaría para regenerarse y nacer de nuevo purificado.
No voy a explicar lo que a todos nos han contado y sabemos sobre el Apocalipsis y el Juicio Final, puesto que es algo que forma parte de nuestra cultura. Aunque… ahora que lo pienso despacio, ¿es cierto lo que acabo de afirmar? ¿Saben, por ejemplo, los jóvenes cómo se acabará el mundo, según la fe cristiana? ¿Están informados los jóvenes de nuestro país de los aspectos básicos de la religión? ¿Y de la ciencia?
Sobre esto, creo que no es necesario acudir a las estadísticas que nos proporcionan los centros de investigaciones y que nos indican que casi la mitad de ellos hoy se declaran no creyentes, agnósticos o ateos. Por mi parte, no tengo claro cuáles son sus verdaderas convicciones, pues hay ocasiones que abro debate en clase sobre algún tema que pudiera tener relación con algo ligado a la religión y compruebo que el desconocimiento de la mayoría es enorme.
Son muchos los ejemplos que podría citar, pero me voy a ajustar a uno de ellos. Así, cuando estudiando la publicidad les pongo este anuncio de cava de Segura Viudas y les pregunto acerca de los significados o connotaciones que pudiera tener el eslogan “Y al tercer año resucitó”, a nadie se le ocurre relacionarlo con la figura de Jesús resucitado al tercer día, y eso que en la imagen aparece la botella flotando y elevándose con una luz que proviene desde lo alto. Se quedan pensativos, y algunos, tras decidirse, me dicen cosas verdaderamente curiosas, que en ningún momento se me pasarían por la cabeza.
Puesto que me quedo sorprendido de que no sean capaces de interpretar, en este caso, las intenciones del publicista de establecer una relación entre el significado del anuncio y las connotaciones religiosas, les pregunto si han dado religión en Primaria y/o Secundaria. Bastantes levantan la mano, pero por lo que me cuentan lo hicieron a instancias de los padres, pero que no pusieron mucho interés en ello.
Yo, aunque como en otra ocasión he indicado, soy laico, les indico que hay que tener una buena formación cultural y conocer lo que las distintas filosofías y religiones, así como lo que nos dice la ciencia, sobre lo que acontecerá a la Tierra y a la Humanidad.
Como ya nos encontramos en una sociedad globalizada, en ocasiones, me parece que vivimos en una especie de supermercado cultural en el que se mezclan todo tipo de creencias y de opiniones, y cada uno las elige a su gusto, llenando así la mente como si fuera el carrito de la compra con los más variopintos productos que uno va encontrando por el camino.
Pues bien, como he indicado más arriba, ya se acerca el Fin del Mundo, ya nos informan por medios de los correspondiente anuncios, como corresponde a la hiperglobalizada sociedad de consumo, que nuestros días están contados, que nos vayamos preparando porque se acaba la fiesta.
¿Pero no iban a ser los ángeles, los que trompeta en mano y abriéndose de par en par los cielos, nos anunciarían el terrible Juicio Final, en el que todos seríamos juzgados con el temblor de no saber si uno estaría del lado de los justos o de los réprobos?
Nada de eso. Nada de Apocalipsis, nada de Armagedón(término muy querido por los estadounidenses), nada de reencarnaciones (muy queridas por los budistas)… Al final parece ser que son los mayas los que se llevan el gato al agua en esto de predecir la catástrofe última. Y como en este no podía faltar la publicidad, la marca de relojes Lotus ya nos lo anuncia: será a las “10 y 10 horas” (faltaría más) del año 2012. Y no nos tomemos a guasa la profecía de los mayas, pues eran unos expertos en astronomía.
Y para que veamos que la cosa va en serio, ahí tenemos a una joven pareja que aprovecha hasta el último segundo. Nada de preocupaciones: adiós al 15-M; nada de “indignados”; se acabaron los sueldos mileuristas (los que lo tengan, claro); nada de urnas; fuera políticos que nos lavan el cerebro; fuera bancos, fuera mercados, fuera agencias de rating, fuera hipotecas y préstamos… Adiós a la especie humana.
Un meteorito, por fin, nos librará de tantas preocupaciones como nos agobian. Por fin todos igualados: de ello no se libra ni Botín, ni las Koplowitz, ni Rajoy, ni Aguirre, ni Rubalcaba, ni Cospedal, ni Cayetana, ni… ni… ¡Qué alivio!
Posdata: Si algún bromista cree que en realidad estoy dando un mensaje subliminal sugiriendo que el 20-N comienza el fin del mundo, se equivoca. Bien es cierto, que según nos indican todas las encuestas, el país se cubrirá de una mancha azul que lo inundará de punta a punta. Para algunos es signo de que, por fin, se iluminará el cielo, se resolverán los problemas pendientes e iremos por el buen camino; para otros, es profecía de un tsunami que arrasará con todo lo que pille por delante, llevándose lo que queda de ese pequeñito Estado del bienestar que quedaba; y para los que no comulgan con el bipartidismo, me imagino que ni lo uno ni lo otro…
Sí, ya sé que a los jóvenes el futuro se les pinta negro negrísimo; pero bueno, esto más o menos es lo que había predicho el teórico neocon Francis Fukuyama cuando vaticinaba el triunfo del capitalismo y el fin de la Historia, aunque él creía que por entonces todos seríamos felices.
De todos modos, no me estoy refiriendo a que las futuras generaciones, si no espabilan, la van a pasar canutas: ya estamos viendo cómo se encoge a pasos acelerados el pequeño Estado de bienestar que se había logrado tras muchos años de lucha y esfuerzo por lograr una sociedad más equitativa. La brecha entre países ricos y pobres no deja de crecer y las desigualdades en los denominados países desarrollados se hacen cada vez más palpables.
Y lo más curioso es que los muy millonarios y clases adineradas se sienten verdaderamente contentos sin necesidad de disimular sus enormes patrimonios (bueno, podemos exceptuar a Warren Buffet que parece que tiene una crisis de conciencia y, sorprendentemente, pide que los ricos paguen más impuestos). Es más, su gran meta es entrar en la lista Forbes de las grandes fortunas y sentirse envidiados por miles de ojos que están pendientes de ellos.
Bien, como decía, en distintas culturas y creencias religiosas se ha vaticinado la terminación de la vida en la Tierra. Quizá se debiera a que los males que acucian a los seres humanos se repiten de generaciones en generaciones, sin que se hallara el estado de felicidad tan ansiado en el fondo de sí por todos los pobladores de este desdichado planeta. Quizás, inconscientemente, los pueblos no encontraban otro remedio a tantos males que imaginar que el mundo acabaría para regenerarse y nacer de nuevo purificado.
No voy a explicar lo que a todos nos han contado y sabemos sobre el Apocalipsis y el Juicio Final, puesto que es algo que forma parte de nuestra cultura. Aunque… ahora que lo pienso despacio, ¿es cierto lo que acabo de afirmar? ¿Saben, por ejemplo, los jóvenes cómo se acabará el mundo, según la fe cristiana? ¿Están informados los jóvenes de nuestro país de los aspectos básicos de la religión? ¿Y de la ciencia?
Sobre esto, creo que no es necesario acudir a las estadísticas que nos proporcionan los centros de investigaciones y que nos indican que casi la mitad de ellos hoy se declaran no creyentes, agnósticos o ateos. Por mi parte, no tengo claro cuáles son sus verdaderas convicciones, pues hay ocasiones que abro debate en clase sobre algún tema que pudiera tener relación con algo ligado a la religión y compruebo que el desconocimiento de la mayoría es enorme.
Son muchos los ejemplos que podría citar, pero me voy a ajustar a uno de ellos. Así, cuando estudiando la publicidad les pongo este anuncio de cava de Segura Viudas y les pregunto acerca de los significados o connotaciones que pudiera tener el eslogan “Y al tercer año resucitó”, a nadie se le ocurre relacionarlo con la figura de Jesús resucitado al tercer día, y eso que en la imagen aparece la botella flotando y elevándose con una luz que proviene desde lo alto. Se quedan pensativos, y algunos, tras decidirse, me dicen cosas verdaderamente curiosas, que en ningún momento se me pasarían por la cabeza.
Puesto que me quedo sorprendido de que no sean capaces de interpretar, en este caso, las intenciones del publicista de establecer una relación entre el significado del anuncio y las connotaciones religiosas, les pregunto si han dado religión en Primaria y/o Secundaria. Bastantes levantan la mano, pero por lo que me cuentan lo hicieron a instancias de los padres, pero que no pusieron mucho interés en ello.
Yo, aunque como en otra ocasión he indicado, soy laico, les indico que hay que tener una buena formación cultural y conocer lo que las distintas filosofías y religiones, así como lo que nos dice la ciencia, sobre lo que acontecerá a la Tierra y a la Humanidad.
Como ya nos encontramos en una sociedad globalizada, en ocasiones, me parece que vivimos en una especie de supermercado cultural en el que se mezclan todo tipo de creencias y de opiniones, y cada uno las elige a su gusto, llenando así la mente como si fuera el carrito de la compra con los más variopintos productos que uno va encontrando por el camino.
Pues bien, como he indicado más arriba, ya se acerca el Fin del Mundo, ya nos informan por medios de los correspondiente anuncios, como corresponde a la hiperglobalizada sociedad de consumo, que nuestros días están contados, que nos vayamos preparando porque se acaba la fiesta.
¿Pero no iban a ser los ángeles, los que trompeta en mano y abriéndose de par en par los cielos, nos anunciarían el terrible Juicio Final, en el que todos seríamos juzgados con el temblor de no saber si uno estaría del lado de los justos o de los réprobos?
Nada de eso. Nada de Apocalipsis, nada de Armagedón(término muy querido por los estadounidenses), nada de reencarnaciones (muy queridas por los budistas)… Al final parece ser que son los mayas los que se llevan el gato al agua en esto de predecir la catástrofe última. Y como en este no podía faltar la publicidad, la marca de relojes Lotus ya nos lo anuncia: será a las “10 y 10 horas” (faltaría más) del año 2012. Y no nos tomemos a guasa la profecía de los mayas, pues eran unos expertos en astronomía.
Y para que veamos que la cosa va en serio, ahí tenemos a una joven pareja que aprovecha hasta el último segundo. Nada de preocupaciones: adiós al 15-M; nada de “indignados”; se acabaron los sueldos mileuristas (los que lo tengan, claro); nada de urnas; fuera políticos que nos lavan el cerebro; fuera bancos, fuera mercados, fuera agencias de rating, fuera hipotecas y préstamos… Adiós a la especie humana.
Un meteorito, por fin, nos librará de tantas preocupaciones como nos agobian. Por fin todos igualados: de ello no se libra ni Botín, ni las Koplowitz, ni Rajoy, ni Aguirre, ni Rubalcaba, ni Cospedal, ni Cayetana, ni… ni… ¡Qué alivio!
Posdata: Si algún bromista cree que en realidad estoy dando un mensaje subliminal sugiriendo que el 20-N comienza el fin del mundo, se equivoca. Bien es cierto, que según nos indican todas las encuestas, el país se cubrirá de una mancha azul que lo inundará de punta a punta. Para algunos es signo de que, por fin, se iluminará el cielo, se resolverán los problemas pendientes e iremos por el buen camino; para otros, es profecía de un tsunami que arrasará con todo lo que pille por delante, llevándose lo que queda de ese pequeñito Estado del bienestar que quedaba; y para los que no comulgan con el bipartidismo, me imagino que ni lo uno ni lo otro…
AURELIANO SÁINZ