Los indignados de hace un siglo, cabreados ellos por el hambre, la miseria y la explotación más brutal, hacían unas revoluciones de órdago. Era cosa aquello bien tremenda y terrible. Iban frontalmente contra lo que había -de entrada, la propiedad privada- y era cosa de poca risa y mucha sangre. Era aquello del proletariado y la Internacional, esa que aún cantan algunos que de parias han pasado a explicarnos que se puede ser muy millonario y muy de izquierdas y casar a la prole con la aristocracia sin que se descoyunten los principios.
Aquello como de hace un siglo trajo muchas cosas. Algunas para bien -que eso también lo olvidan muchos- pero otras indudablemente para mal y el sistema propuesto acabó en opresión, dictadura y hecatombe económica. Pero la cosa fue seria.
No tanto ya fue la segunda movida indignada, aunque le hayan dado mucho mombo y más platillo. Aquel Mayo de París que se hizo ya un nombre propio y aquellas movidas por Estados Unidos que llenaban de paz y flores los escenarios. Aquello, aunque con mucha retórica y mucha frase pensada para hacer historia, fue más liviano, sin la trascendencia de lo anterior, que era como más de veras y esto como que un poco de mentirijillas y con los revolucionarios mejor comidos.
Pero es de justicia reconocer que tenían mucho talento para la música. Tanto, que hoy es la que casi sigue siendo aunque canten otros. Derribar los hippies y los rebeldes franceses no consiguieron derribar nada. Y lo que se cayó unos lustros después fue el Muro y lo que se apuntaló, fue el capitalismo.
Ahora estamos ante otra ola de indignados que, con la cosa de Internet, parecen maremoto pero que, quizás, no lleguen ni a marejadilla. O sea, que si el Mayo había dejado de ser huracán para hacerse tormenta de grado dos o tres, esto de ahora sueña, como mucho, a ser un ventarrón con ciertas ínfulas y, si quieren, mucho aparato sonoro. Pero agua, me huele que poca.
Porque a uno, qué quieren que les diga, no le cuadra mucho eso de los revolucionaros en avión: hoy a Bruselas y mañana, a Nueva York; y allí, con lo ultimo en cosa de ordenador, a contarlo a los colegas. Como de turismo indignado o algo así. O sea, indignados sí, pero una indignación de ciertos posibles y escasa hambruna. O sea, que molestos, sí, pero con sus posibles. Que está muy bien y sus razones tienen, qué duda cabe, pero que también es mosqueante lo que a veces parece o es.
Porque esas manifestaciones como de romería y kedada, con mucho títere y mucha pantomima, risueñas, alegres y todos a ver quién dice la frase más ingeniosa para colgarla en Twitter, no son para quien está de verdad angustiado y no tiene el cuerpo para hacer ni teatro ni para andarse con mimos y mascaritas.
Pero lo que peor llevo es que, al contrario de aquellos de quienes supongo que se consideran herederos, éstos cantan muy poco. Hay poca letra ahí y menos música. No llegan a la estrofa -como mucho, al pareado-.
Llevan medio año cortando calles pero no han compuesto ni una canción y sus intentos literarios suenan a algo asi como a campeonato de graciosos del Club de la Comedia para ver si los saca luego el Gran Wyoming como premio.
Lo que dicen es que el sistema les parece malo y remalo. Y no les faltan motivos. Pero ¿cuál es la alternativa que proponen? Pues ahí me paro, porque o es una retahíla de cosas que, a veces, tienen su punto y razón -y mucho, en ocasiones, aunque deslabazadas y sin llegar a configurar un “cuerpo de doctrina”que se decía antes- o que si la razón asoma puede sonar a aquello que los porcinos nos contaban sobre un paraíso en Albania.
Porque lo que ya está más que claro es que el movimiento es de izquierdas y en el seno de la izquierda. Y ahí asoma otra oreja que no es la menos sospechosa. Porque la vez anterior fue a boca parir de Municipales y ésta es al alumbrar las Generales.
Y entonces -y ahora- la izquierda o los que así se llaman parece que lo tienen, tras gobernar siete años, más que crudo. Y entonces salen éstos con que "todos malos" y con que a ellos no les representan. Pues bueno, está bien. A ellos, no pero a todos los que quieran votar a unos u otros, pues sí. Y el voto a uno le parece que es el principio sin el cual no hay democracia que valga, aunque muevan las manitas todo lo que quieran.
Son muchas prevenciones, desde luego, pero para nada se puede con ello dar carpetazo. Es un síntoma de una izquierda derrumbada y desbordada y una cierta convulsión buscando un rumbo nuevo. Que puede que lo encuentren, pero que al menos lo están buscando. Y eso es bueno.
Pero será malo -y por ahí no se debe no pasar ni una- si lo que pretenden es suplantar la voluntad popular y las urnas. Y ahí sí que da mayor reparo. Porque parece que a ellos las leyes como que no les incumben.
Y con Rubalcaba y Camacho en plan de a ver si me arrimo y pesco algo, parecen dispuestos a, impunemente, saltárselas todas. El resto sí estamos obligados. Pero ellos, no. Porque son indignados y tienen bula. Y unos indignados tan protegiditos por el Ministerio del Interior como que a mí me parece que es una indignación un tanto extraña...
Aquello como de hace un siglo trajo muchas cosas. Algunas para bien -que eso también lo olvidan muchos- pero otras indudablemente para mal y el sistema propuesto acabó en opresión, dictadura y hecatombe económica. Pero la cosa fue seria.
No tanto ya fue la segunda movida indignada, aunque le hayan dado mucho mombo y más platillo. Aquel Mayo de París que se hizo ya un nombre propio y aquellas movidas por Estados Unidos que llenaban de paz y flores los escenarios. Aquello, aunque con mucha retórica y mucha frase pensada para hacer historia, fue más liviano, sin la trascendencia de lo anterior, que era como más de veras y esto como que un poco de mentirijillas y con los revolucionarios mejor comidos.
Pero es de justicia reconocer que tenían mucho talento para la música. Tanto, que hoy es la que casi sigue siendo aunque canten otros. Derribar los hippies y los rebeldes franceses no consiguieron derribar nada. Y lo que se cayó unos lustros después fue el Muro y lo que se apuntaló, fue el capitalismo.
Ahora estamos ante otra ola de indignados que, con la cosa de Internet, parecen maremoto pero que, quizás, no lleguen ni a marejadilla. O sea, que si el Mayo había dejado de ser huracán para hacerse tormenta de grado dos o tres, esto de ahora sueña, como mucho, a ser un ventarrón con ciertas ínfulas y, si quieren, mucho aparato sonoro. Pero agua, me huele que poca.
Porque a uno, qué quieren que les diga, no le cuadra mucho eso de los revolucionaros en avión: hoy a Bruselas y mañana, a Nueva York; y allí, con lo ultimo en cosa de ordenador, a contarlo a los colegas. Como de turismo indignado o algo así. O sea, indignados sí, pero una indignación de ciertos posibles y escasa hambruna. O sea, que molestos, sí, pero con sus posibles. Que está muy bien y sus razones tienen, qué duda cabe, pero que también es mosqueante lo que a veces parece o es.
Porque esas manifestaciones como de romería y kedada, con mucho títere y mucha pantomima, risueñas, alegres y todos a ver quién dice la frase más ingeniosa para colgarla en Twitter, no son para quien está de verdad angustiado y no tiene el cuerpo para hacer ni teatro ni para andarse con mimos y mascaritas.
Pero lo que peor llevo es que, al contrario de aquellos de quienes supongo que se consideran herederos, éstos cantan muy poco. Hay poca letra ahí y menos música. No llegan a la estrofa -como mucho, al pareado-.
Llevan medio año cortando calles pero no han compuesto ni una canción y sus intentos literarios suenan a algo asi como a campeonato de graciosos del Club de la Comedia para ver si los saca luego el Gran Wyoming como premio.
Lo que dicen es que el sistema les parece malo y remalo. Y no les faltan motivos. Pero ¿cuál es la alternativa que proponen? Pues ahí me paro, porque o es una retahíla de cosas que, a veces, tienen su punto y razón -y mucho, en ocasiones, aunque deslabazadas y sin llegar a configurar un “cuerpo de doctrina”que se decía antes- o que si la razón asoma puede sonar a aquello que los porcinos nos contaban sobre un paraíso en Albania.
Porque lo que ya está más que claro es que el movimiento es de izquierdas y en el seno de la izquierda. Y ahí asoma otra oreja que no es la menos sospechosa. Porque la vez anterior fue a boca parir de Municipales y ésta es al alumbrar las Generales.
Y entonces -y ahora- la izquierda o los que así se llaman parece que lo tienen, tras gobernar siete años, más que crudo. Y entonces salen éstos con que "todos malos" y con que a ellos no les representan. Pues bueno, está bien. A ellos, no pero a todos los que quieran votar a unos u otros, pues sí. Y el voto a uno le parece que es el principio sin el cual no hay democracia que valga, aunque muevan las manitas todo lo que quieran.
Son muchas prevenciones, desde luego, pero para nada se puede con ello dar carpetazo. Es un síntoma de una izquierda derrumbada y desbordada y una cierta convulsión buscando un rumbo nuevo. Que puede que lo encuentren, pero que al menos lo están buscando. Y eso es bueno.
Pero será malo -y por ahí no se debe no pasar ni una- si lo que pretenden es suplantar la voluntad popular y las urnas. Y ahí sí que da mayor reparo. Porque parece que a ellos las leyes como que no les incumben.
Y con Rubalcaba y Camacho en plan de a ver si me arrimo y pesco algo, parecen dispuestos a, impunemente, saltárselas todas. El resto sí estamos obligados. Pero ellos, no. Porque son indignados y tienen bula. Y unos indignados tan protegiditos por el Ministerio del Interior como que a mí me parece que es una indignación un tanto extraña...
ANTONIO PÉREZ HENARES