¿Cómo describirla? ¡Vaya putada! Si lloviera, las gotas ni la tocarían: el agua sabe que no merece su cuerpo. En caso de fuerte viento, no se atrevería a despeinarla: el viento sabe que no merece su pelo. Una mujer de labios amargos es ardiente verano. Cualquiera firmaría derretirse.
Aquella mañana, cuando despertó, ignoraba que era el día más importante de su vida. No sabría explicarlo, pero estaba harta, muy harta. De personas que se cruzaron en su camino con sonrisas nocturnas, amabilidad fingida. Sólo eran caballeros de etílica armadura deseando transformarla en su próxima montura.
No podía con que todos la tratasen como si les debiera algo, como si estuviera constantemente defraudando a alguien. Tenía la peor enfermedad del mundo: falta de amor propio. En nuestros días, es muy común padecerlo.
Además, sufría mucho por los cánceres que padece el mundo. Injusticias. Estaba muy nerviosa. Le sudaban las manos, su preciosa cara. Mentiras, muerte, calentamiento global. Abuso de poder, corrupción... Un largo etcétera.
Sabía cuáles debían ser las palabras que formarían su gran discurso a la vida. Una vez pronunciado, no temería jamás sus represalias. No pudo contener las lágrimas cuando vio su reflejo en el pequeño espejo del cuarto baño. Lo lograría. Su monólogo sería triunfador indiscutible de la noche.
Una vez dicho, era pura estadística. Tarde o temprano aparecería ese tipo más próximo a un personaje Disney. Creen que existen ¿quién soy yo para contradecirla? Que a un hombre de carne y hueso la conquistará con su sentido del humor, con su optimismo.
Pero al final, pasará como siempre. Será algo así como un "he navegado entre tu pelo de olor a recuerdos pasados, he visto en tus ojos, la mirada de alguien cansado. He sentido odio ciego e inútil por no ser yo quien te sonrojara al decirte 'te quiero'; he huido a mi mente, llena de paisajes solitarios. Quiero recordarte como alguien que, con mano de acero, vino a salvarme. Pero al saborear tus labios, secos y agrietados, me doy cuenta de una cosa: el tiempo nos ha separado con su gigantesco brazo".
De vez en cuando, hay que soltarse un poco con la vena lírica. Pero ella resurgirá de sus cenizas cual Ave Fénix. Siempre lo ha hecho.
Aquella mañana, cuando despertó, ignoraba que era el día más importante de su vida. No sabría explicarlo, pero estaba harta, muy harta. De personas que se cruzaron en su camino con sonrisas nocturnas, amabilidad fingida. Sólo eran caballeros de etílica armadura deseando transformarla en su próxima montura.
No podía con que todos la tratasen como si les debiera algo, como si estuviera constantemente defraudando a alguien. Tenía la peor enfermedad del mundo: falta de amor propio. En nuestros días, es muy común padecerlo.
Además, sufría mucho por los cánceres que padece el mundo. Injusticias. Estaba muy nerviosa. Le sudaban las manos, su preciosa cara. Mentiras, muerte, calentamiento global. Abuso de poder, corrupción... Un largo etcétera.
Sabía cuáles debían ser las palabras que formarían su gran discurso a la vida. Una vez pronunciado, no temería jamás sus represalias. No pudo contener las lágrimas cuando vio su reflejo en el pequeño espejo del cuarto baño. Lo lograría. Su monólogo sería triunfador indiscutible de la noche.
Una vez dicho, era pura estadística. Tarde o temprano aparecería ese tipo más próximo a un personaje Disney. Creen que existen ¿quién soy yo para contradecirla? Que a un hombre de carne y hueso la conquistará con su sentido del humor, con su optimismo.
Pero al final, pasará como siempre. Será algo así como un "he navegado entre tu pelo de olor a recuerdos pasados, he visto en tus ojos, la mirada de alguien cansado. He sentido odio ciego e inútil por no ser yo quien te sonrojara al decirte 'te quiero'; he huido a mi mente, llena de paisajes solitarios. Quiero recordarte como alguien que, con mano de acero, vino a salvarme. Pero al saborear tus labios, secos y agrietados, me doy cuenta de una cosa: el tiempo nos ha separado con su gigantesco brazo".
De vez en cuando, hay que soltarse un poco con la vena lírica. Pero ella resurgirá de sus cenizas cual Ave Fénix. Siempre lo ha hecho.
CARLOS SERRANO