La boqueronada de hoy va de política ficción, de puro interés por el entretenimiento. Hace ya varias semanas que el alcalde de Montilla anunció su candidatura al Congreso de los Diputados y parece que este hecho, junto con el de una posible carta de dimisión “dimitida” del primer teniente de alcalde -digo “dimitida” porque, supuestamente, quedó en papel mojado-, pudieron ser el origen de una tormentilla, tempestad o borrasca política, con epicentro en el equipo de gobierno municipal que, durante unos días, andaba imitando al pulpo perdido en el garaje.
Dada mi condición profesional de profundo cotilla de alcantarilla, hubiera dado lo que fuera por tener una cámara y un micrófono para poder entrevistar al primer teniente de alcalde que, durante esos días, no era muy amigo de responder al teléfono ni de dar su geolocalización -vamos, ni con un GPS TomTom Navigator-.
Lo cierto es que, al cabo de una semana, la fontanería interna del PP -y que todos los partidos tienen- facilitó un “vamos a llevarnos bien, que las elecciones están a la vuelta de la esquina”.
Esta chispa o percha informativa me hace pensar en lo políticamente correcto, en lo legítimo, en lo ético y en lo que significa la palabra “compromiso”. Que el alcalde de Montilla sea el número uno de la lista cordobesa del PP al Congreso de los Diputados es legítimo y comprensible, pero ¿es correcto hacerlo a los pocos meses de tomar posesión como regidor municipal?
¿Es ético, con la que está cayendo, pasar media semana en Madrid legislando en la Cámara Baja, mientras a otros les toca bailar con los problemas de las Casas Nuevas, de la piscina cubierta o con los baches de la carretera de la Estación?
Y, por cierto, otra pregunta lanzada al vuelo -pues, una vez consiga el acta de diputado, el alcalde de Montilla lo será por toda la provincia de Córdoba-: ¿qué hará, priorizará en sus peticiones a la capital cordobesa y luego irá Montilla o primero serán Lucena o Puente Genil? Lo digo porque, como servidor público que es y será, es muy difícil contentar a tantos señores a la vez... Quien mucho abarca, poco aprieta.
He visto a políticos delegar para saltar a mejores tarimas, y he visto a cargos públicos confundir el ayuntamiento con una empresa, lo que ha originado nefastas y malayas consecuencias. Siempre he creído en la política cercana de un alcalde a tiempo completo, en alguien que trata a sus vecinos de tú, y que comparte con ellos problemas, deseos y, si es posible, soluciones, porque todos van en un mismo barco llamado "Montilla".
Dada mi condición profesional de profundo cotilla de alcantarilla, hubiera dado lo que fuera por tener una cámara y un micrófono para poder entrevistar al primer teniente de alcalde que, durante esos días, no era muy amigo de responder al teléfono ni de dar su geolocalización -vamos, ni con un GPS TomTom Navigator-.
Lo cierto es que, al cabo de una semana, la fontanería interna del PP -y que todos los partidos tienen- facilitó un “vamos a llevarnos bien, que las elecciones están a la vuelta de la esquina”.
Esta chispa o percha informativa me hace pensar en lo políticamente correcto, en lo legítimo, en lo ético y en lo que significa la palabra “compromiso”. Que el alcalde de Montilla sea el número uno de la lista cordobesa del PP al Congreso de los Diputados es legítimo y comprensible, pero ¿es correcto hacerlo a los pocos meses de tomar posesión como regidor municipal?
¿Es ético, con la que está cayendo, pasar media semana en Madrid legislando en la Cámara Baja, mientras a otros les toca bailar con los problemas de las Casas Nuevas, de la piscina cubierta o con los baches de la carretera de la Estación?
Y, por cierto, otra pregunta lanzada al vuelo -pues, una vez consiga el acta de diputado, el alcalde de Montilla lo será por toda la provincia de Córdoba-: ¿qué hará, priorizará en sus peticiones a la capital cordobesa y luego irá Montilla o primero serán Lucena o Puente Genil? Lo digo porque, como servidor público que es y será, es muy difícil contentar a tantos señores a la vez... Quien mucho abarca, poco aprieta.
He visto a políticos delegar para saltar a mejores tarimas, y he visto a cargos públicos confundir el ayuntamiento con una empresa, lo que ha originado nefastas y malayas consecuencias. Siempre he creído en la política cercana de un alcalde a tiempo completo, en alguien que trata a sus vecinos de tú, y que comparte con ellos problemas, deseos y, si es posible, soluciones, porque todos van en un mismo barco llamado "Montilla".
JOSÉ LUIS SALAS