¡Hola primo! Por unos días me he atrevido a salir de mi rincón hacia el extranjero. Se me ocurrió irme a la France, que ahora ya sé que se dice así. ¡Quillo, no veas lo contento que iba camino de la frontera! Mi primer problemilla surge cuando llego a las cercanías de Barcelona y en los carteles esos grandes donde anuncian las direcciones, me aparece "Girona" -que eso lo entiendo- y "França" -que se me hace ya más complicao-. Lo primero que pienso, así a bote pronto, es en la mujer de cualquiera que se llame "Franco" de apellido. No seas mal pensao, que no estoy acordándome del dictador. Pues mira tú, que no tiene nada que ver lo uno con lo otro.
El tráfico aprieta y me decido por Girona y França; después me doy cuenta de que también aparece "Francia", aunque ya no estoy seguro de hacia dónde voy. Paro en un área de servicio y pregunto si voy bien para Francia. Me dicen que sí y continúo el viaje ya más tranquilo.
Cruzo la frontera y ¡ya estoy en la France! Yo esperando el control de documentación y veo que no aparece nadie por ningún sitio, que los edificios están cerrados a cal y canto y que “pas personne” se molesta en pedirme la documentación y nada de abrir el maletero del coche.
Digo yo que eso será el resultado de esa cosa que llaman “Unión Europea” y que ya no hay controles para que las personas entren y salgan de los países comunitarios sin tener que pedir permiso a nadie. ¡Qué atrasao que estoy!
Claro que así como hay personas de buena voluntad que se desplazan por los países de la Unión, también es posible que existan sujetos con intenciones aviesas circulando por estos mundos comunitarios. Quillo, esto no es un comentario xenófobo -¿se dice así?- ni con malas intenciones, ni con segundas.
Lo primero que me encuentro es que, de cuando en cuando, aparecen unos carteles diciendo “aire de…”. Me pica la curiosidad y paro en un sitio de esos por ver si hace mejor temperatura en ese “aire” que anuncian. Salgo del coche todo sudao, extiendo los brazos para que se ventilen los alerones y, de aire, na de na.
En esas “aires” hay personas que se paran a comer. Hay bancos para sentarse a la sombra. Sacan bocatas o fiambreras con manducancia. Bueno, no son fiambreras como las nuestras, sino recipientes de plástico en los que se guarda comida. Creo que se les llama “tuper vare” o algo parecido (he buscao en el diccionario y se escribe “tupper ware”... Es que yo de inglés, ya sabes que no tengo ni remota idea).
Se para gente de todo tipo: unos con coches normales y otros con buenos cochazos y unas “roulottes” que parecen casas. ¡Parece que comen poco de restaurante! Como están entretenidos comiendo, me acerco disimulando y no entiendo lo que dicen, con lo que deduzco que son extranjeros.
Pero ¡qué caray!, el único extranjero que hay aquí soy yo. Hay bastantes árboles cuya sombra se agradece y un “meaero”. De pronto caigo en la cuenta de que estoy en un área de descanso como las que hay en España, que tiene árboles para hacer sombra (me refiero a esta “aire” de la France, no a la mayoría de áreas nuestras).
Y digo yo ¿será porque por estos andurriales llueve más y todo está más verde y pueden poner árboles y porque a lo mejor se preocupan más de eso llamado "ecología"? Hay papeleras y la gente echa los residuos dentro de ellas. Yo alucino quillo, porque creía que las papeleras eran para tirar la basura alrededor de las mismas. La verdad sea dicha: no se ve porquería por ningún sitio.
Por las “autoroutes” francesas se puede correr a 130 kilómetros por hora y, si llueve, a 110. Una gran mayoría de lugareños respeta bastante bien el límite de velocidad. Es más, tengo la impresión de que corren algo menos del límite establecido. Y tú dirás que igual hay más accidentes. Supongo primo, pero de este dato no tengo información. Así que ¡allá a donde fueres haz lo que vieres!
Se me olvidaba, primo. Me he comprao un GPS que me indica la dirección a seguir. Pero yo no me fio de ese tipo de máquinas. Porque, dime tú, quillo: ¿cómo es posible que dentro de esa maquinita esté escondía una persona, casi siempre femenina, que te va diciendo por dónde tienes que tirar? Esto de la modernidad me tiene alucinao. Ya sé que soy algo paleto, pero uno intenta estar preparao para la vida moderna. Sin mayores dificultades llego a destino después de bastantes kilómetros. Pas probleme!
En los días siguientes me dedico a ir de pueblo en pueblo para ver castillos, palacios, pueblos típicos, iglesias, alguna cueva prehistórica... Quillo, en cada pueblo donde he estado, por pequeño que sea, hay espacios debidamente preparados para aparcar y en la mayoría de los casos, dichos aparcamientos son libres y gratis, cosa que se agradece.
Primo, te tienes que comprar un GPS. Este aparatejo me ha llevado por carreteras que no están en el mapa. Y eran buenas carreteras secundarias asfaltadas, de esas que llamamos "amarillas" o "sin color" y que para nosotros serían caminos de tierra. Eso sí, con unas curvas que marean.
Me llama la atención que bajo los números de las señales de tráfico, de cuando en cuando, te ponían “rappel”. ¿Raphael? Al final descubro que quieren decir “recuerde”. Limitado a 90 y el personal circulaba a esa velocidad; a 50, pues a 50; a 30, pues a correr poquito. Los radares estaban debidamente anunciados, visibles y respetados.
Por cierto, quillo, esta carta no es para fardar de que he estado unos días por esos mundos; sólo tengo la intención de comunicarme contigo y contarte algo de mis peripecias. Ya me dirás si tú has podido irte a la playa de Torrox, como acostumbras, o te has tenido que quedar en casa aguantando el calentito de agosto con una cervecita a la sombra de la higuera. ¿Los higos están ya maduros? A ver si este año podemos hacer pan de higo…
Casualmente, primo, al llegar a España me he enterado de que los franceses atacan de nuevo las frutas y hortalizas españolas. Y yo me pregunto: ¿no pertenecemos a un Mercado Común Europeo? Quizás sea que como hemos ingresado más tarde en él, no tenemos los mismos derechos… Parece ser que “hay un compromiso firme de garantizar la libre circulación de mercancías”, dice la ministra del ramo. Mal camino seguimos teniendo con los gabachos en ese tema.
Aunque reconozco que, como turista, no me han tratado mal y han sido muy educados. Claro que yo les daba ingresos, pocos, pero ingresos al fin y al cabo, que es lo que puede interesar. En todas partes “¡la pela es la pela!” (perdón, el euro).
Con respecto al precio de la comida estamos más o menos igualaos. No se come del todo mal, aunque donde se ponga una tortilla de patatas que se quite la tortilla francesa. Un día comí un “picaíllo” que me recordó a los que hacía mi madre en verano con tomate, patata cocida, cebolla, pimiento… No estaba mal.
Nuestros salarios siguen estando por debajo de los de Francia, incluso el salario mínimo parece ser que es el doble del nuestro. El combustible no es mucho más caro que aquí. ¡Igual resulta que ellos tienen impuestos más altos que nosotros! La tasa de desempleo parece que está sobre un 10 por ciento y el paro juvenil es bastante inferior al nuestro. No lo sé primo, pero me ha parecido ver en esos pueblos un mejor nivel de vida.
Con mis mejores deseos, un abrazo y "à bientôt!" que dicen los franceses. ¡A mis años y chapurreando francés, primo, cuando casi no sé hablar en andalú! Au revoir.
El tráfico aprieta y me decido por Girona y França; después me doy cuenta de que también aparece "Francia", aunque ya no estoy seguro de hacia dónde voy. Paro en un área de servicio y pregunto si voy bien para Francia. Me dicen que sí y continúo el viaje ya más tranquilo.
Cruzo la frontera y ¡ya estoy en la France! Yo esperando el control de documentación y veo que no aparece nadie por ningún sitio, que los edificios están cerrados a cal y canto y que “pas personne” se molesta en pedirme la documentación y nada de abrir el maletero del coche.
Digo yo que eso será el resultado de esa cosa que llaman “Unión Europea” y que ya no hay controles para que las personas entren y salgan de los países comunitarios sin tener que pedir permiso a nadie. ¡Qué atrasao que estoy!
Claro que así como hay personas de buena voluntad que se desplazan por los países de la Unión, también es posible que existan sujetos con intenciones aviesas circulando por estos mundos comunitarios. Quillo, esto no es un comentario xenófobo -¿se dice así?- ni con malas intenciones, ni con segundas.
Lo primero que me encuentro es que, de cuando en cuando, aparecen unos carteles diciendo “aire de…”. Me pica la curiosidad y paro en un sitio de esos por ver si hace mejor temperatura en ese “aire” que anuncian. Salgo del coche todo sudao, extiendo los brazos para que se ventilen los alerones y, de aire, na de na.
En esas “aires” hay personas que se paran a comer. Hay bancos para sentarse a la sombra. Sacan bocatas o fiambreras con manducancia. Bueno, no son fiambreras como las nuestras, sino recipientes de plástico en los que se guarda comida. Creo que se les llama “tuper vare” o algo parecido (he buscao en el diccionario y se escribe “tupper ware”... Es que yo de inglés, ya sabes que no tengo ni remota idea).
Se para gente de todo tipo: unos con coches normales y otros con buenos cochazos y unas “roulottes” que parecen casas. ¡Parece que comen poco de restaurante! Como están entretenidos comiendo, me acerco disimulando y no entiendo lo que dicen, con lo que deduzco que son extranjeros.
Pero ¡qué caray!, el único extranjero que hay aquí soy yo. Hay bastantes árboles cuya sombra se agradece y un “meaero”. De pronto caigo en la cuenta de que estoy en un área de descanso como las que hay en España, que tiene árboles para hacer sombra (me refiero a esta “aire” de la France, no a la mayoría de áreas nuestras).
Y digo yo ¿será porque por estos andurriales llueve más y todo está más verde y pueden poner árboles y porque a lo mejor se preocupan más de eso llamado "ecología"? Hay papeleras y la gente echa los residuos dentro de ellas. Yo alucino quillo, porque creía que las papeleras eran para tirar la basura alrededor de las mismas. La verdad sea dicha: no se ve porquería por ningún sitio.
Por las “autoroutes” francesas se puede correr a 130 kilómetros por hora y, si llueve, a 110. Una gran mayoría de lugareños respeta bastante bien el límite de velocidad. Es más, tengo la impresión de que corren algo menos del límite establecido. Y tú dirás que igual hay más accidentes. Supongo primo, pero de este dato no tengo información. Así que ¡allá a donde fueres haz lo que vieres!
Se me olvidaba, primo. Me he comprao un GPS que me indica la dirección a seguir. Pero yo no me fio de ese tipo de máquinas. Porque, dime tú, quillo: ¿cómo es posible que dentro de esa maquinita esté escondía una persona, casi siempre femenina, que te va diciendo por dónde tienes que tirar? Esto de la modernidad me tiene alucinao. Ya sé que soy algo paleto, pero uno intenta estar preparao para la vida moderna. Sin mayores dificultades llego a destino después de bastantes kilómetros. Pas probleme!
En los días siguientes me dedico a ir de pueblo en pueblo para ver castillos, palacios, pueblos típicos, iglesias, alguna cueva prehistórica... Quillo, en cada pueblo donde he estado, por pequeño que sea, hay espacios debidamente preparados para aparcar y en la mayoría de los casos, dichos aparcamientos son libres y gratis, cosa que se agradece.
Primo, te tienes que comprar un GPS. Este aparatejo me ha llevado por carreteras que no están en el mapa. Y eran buenas carreteras secundarias asfaltadas, de esas que llamamos "amarillas" o "sin color" y que para nosotros serían caminos de tierra. Eso sí, con unas curvas que marean.
Me llama la atención que bajo los números de las señales de tráfico, de cuando en cuando, te ponían “rappel”. ¿Raphael? Al final descubro que quieren decir “recuerde”. Limitado a 90 y el personal circulaba a esa velocidad; a 50, pues a 50; a 30, pues a correr poquito. Los radares estaban debidamente anunciados, visibles y respetados.
Por cierto, quillo, esta carta no es para fardar de que he estado unos días por esos mundos; sólo tengo la intención de comunicarme contigo y contarte algo de mis peripecias. Ya me dirás si tú has podido irte a la playa de Torrox, como acostumbras, o te has tenido que quedar en casa aguantando el calentito de agosto con una cervecita a la sombra de la higuera. ¿Los higos están ya maduros? A ver si este año podemos hacer pan de higo…
Casualmente, primo, al llegar a España me he enterado de que los franceses atacan de nuevo las frutas y hortalizas españolas. Y yo me pregunto: ¿no pertenecemos a un Mercado Común Europeo? Quizás sea que como hemos ingresado más tarde en él, no tenemos los mismos derechos… Parece ser que “hay un compromiso firme de garantizar la libre circulación de mercancías”, dice la ministra del ramo. Mal camino seguimos teniendo con los gabachos en ese tema.
Aunque reconozco que, como turista, no me han tratado mal y han sido muy educados. Claro que yo les daba ingresos, pocos, pero ingresos al fin y al cabo, que es lo que puede interesar. En todas partes “¡la pela es la pela!” (perdón, el euro).
Con respecto al precio de la comida estamos más o menos igualaos. No se come del todo mal, aunque donde se ponga una tortilla de patatas que se quite la tortilla francesa. Un día comí un “picaíllo” que me recordó a los que hacía mi madre en verano con tomate, patata cocida, cebolla, pimiento… No estaba mal.
Nuestros salarios siguen estando por debajo de los de Francia, incluso el salario mínimo parece ser que es el doble del nuestro. El combustible no es mucho más caro que aquí. ¡Igual resulta que ellos tienen impuestos más altos que nosotros! La tasa de desempleo parece que está sobre un 10 por ciento y el paro juvenil es bastante inferior al nuestro. No lo sé primo, pero me ha parecido ver en esos pueblos un mejor nivel de vida.
Con mis mejores deseos, un abrazo y "à bientôt!" que dicen los franceses. ¡A mis años y chapurreando francés, primo, cuando casi no sé hablar en andalú! Au revoir.
PEPE CANTILLO