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La dura realidad

Que José Luis Rodríguez Zapatero escenificara con su mujer la llegada -retrasada- a sus vacaciones en el Coto de Doñana y, sólo al día siguiente, tuviera que tomar el camino de vuelta para Madrid, indica que las cosas en nuestro país están para dar miedo. Muy malas noticias debieron llegarle desde Bruselas para tener que reincorporarse a su despacho y, desde él, ponerse en contacto con el jefe de la oposición, Mariano Rajoy, para pedirle que saliese a los medios de comunicación transmitiendo un mensaje de tranquilidad. Malas, muy malas debieron ser para que este último le hiciese caso y declarase que España no corría peligro de ser intervenida.

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Tan malas, que el Jefe del Estado, Juan Carlos I, pedía a todos los partidos, en la recepción que tuvo con el presidente balear y el del Parlamento de las islas, "unidad de criterio y acción" para hacer frente a la situación actual.

Corrían rumores hace unos días sobre la posibilidad de un gobierno de concertación nacional que afrontase con una sola voz la crisis y trasladase a los mercados internacionales la voluntad de unidad de acción de todas las fuerzas políticas a la hora de adoptar todas aquellas medidas que garanticen nuestra economía y nos devuelvan la solvencia perdida.

Otras voces, desde el PP también, solicitaban que el adelanto electoral no se fuera al ahora tan lejano 20 de noviembre, sino que se hiciese efectivo mucho más pronto, disolviendo ya las Cortes y convocando elecciones generales para septiembre.

La verdad es que soy de los que piensan que hemos entrado en una dinámica de mercados que se ha vuelto incontrolable por los gobiernos, porque han sido muchos los cientos de miles de millones de euros o dólares que han caído en manos de especuladores internacionales que, en definitiva, son los que están moviendo a su interés las deudas de los estados sin que estos sepan a ciencia cierta cómo frenar esa diabólica ruleta.

Estamos cansados de escuchar aquello de que "la prima de riesgo ha superado el nivel crítico", pero mucho me temo que todo acabe en un crack masivo en el que, como sucede con las fichas de dominó, el impago de la deuda por parte de los países más afectados vaya llevando al resto a situaciones parecidas hasta imponerse un nuevo orden económico que habrá de nacer de las cenizas del ahora existente -eso sí, tras la trágica destrucción del mismo-.

Entre tanto, a los españoles no nos queda sino, frente a esta situación, mostrar la mayor unidad posible, de forma que los intereses de partido –que ahí están y resultan más que evidentes- no pongan en aún mayor peligro a los de la propia sociedad.

Pensemos, en todo caso, que gobiernos conservadores como el italiano han llevado a sus países a similar situación que la española, por mucho que otros, como es el caso de Francia o Alemania, estén sorteando por ahora los principales efectos de la crisis.

Está claro que el nuestro, nuestro Gobierno y quien lo preside, no han sabido transmitir en Europa una posición de fortaleza que frenase en gran medida los movimientos especulativos que contra nosotros se vienen dando en los últimos meses. Resulta evidente que ante una situación así mejor hubiese sido adelantar las elecciones hace ya meses, permitiendo que nuevas ideas y distintas actitudes hubieran podido ponerse en práctica.

Sin embargo, una vez que el PSOE ha sido realmente mezquino a la hora de reconocer sus limitaciones, esa mezquindad no puede trasladarse al resto de fuerzas políticas manteniendo una actitud destructiva en lugar de la constructiva que aquellos no supieron poner en práctica.

De ahí que haya llegado el momento de las grandes decisiones, de los grandes acuerdos, no ya con Pérez Rubalcaba, que hoy por hoy no posee ningún rango ejecutivo, sino con el actual Gobierno, con Zapatero al frente, de forma que las medidas básicas y duras que hay que adoptar lo sean por unanimidad.

Eso sí, también habría que exigirle al próximo candidato socialista que se apartase de la línea electoralista hacia la que está derivando, con propuestas que miran más al voto perdido que a la realidad económica del país.

Si el Partido Popular se “mojase” no lo sería, evidentemente, para hacerle la campaña a Rubalcaba, representando el lado más duro de la toma de decisiones; lo sería para que este diese un paso atrás y, en todo caso, asumiese como propias las decisiones que Gobierno y oposición adoptasen.

En todo caso esto no son sino meras elucubraciones que no sé si tendrán plasmación en la realidad. La realidad, la de verdad, debe ser mucho más dura de lo que nos imaginamos. Esperemos que quienes nos representan estén a la altura suficiente para afrontarla.
ENRIQUE BELLIDO
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