Pues sí, nos equivocamos todos aquellos -y fuimos casi todos- que, tras la constitución de los nuevos ayuntamientos, entendimos que Córdoba competía con otras cuatro ciudades para la Capitalidad del 2016 ya que San Sebastián había pasado a ser gobernada por Bildu y parecía no contar en las encuestas.
Finalmente ha sido Donostia la elegida, una preciosa ciudad española, en detrimento de las expectativas que los cordobeses nos habíamos hecho de cara al futuro, en un municipio que no ha contado con demasiadas ocasiones para el optimismo y que está inmerso en un proceso económico y social en crisis, que necesitaba de oportunidades como ésta para reactivar empresas en común que dinamizaran su tejido vital.
No ha podido ser no porque no se haya elaborado y desarrollado adecuadamente el proyecto, sino porque no debemos olvidarnos que competíamos con ciudades no sólo con un amplio bagaje artístico y cultural, sino también con idénticas capacidades para programar todo un año de eventos culturales con los que atraer la atención de los europeos.
Llegados a este punto, lo mejor es olvidarnos lo más rápidamente posible de lo que pudo ser y no fue, para enfrascarnos en nuevos proyectos, no menos importantes, que hagan posible que Córdoba supere en lo económico, en lo social y también en lo cultural, los retos que aún le quedan por afrontar, y que son muchos.
Supongo que no ha debido ser plato de buen gusto para nuestros representantes municipales estrechar la mano del alcalde de San Sebastián en muestra de felicitación. No lo ha debido ser porque, en primer lugar, con ello se reconocía que Córdoba no era la ganadora y, en segundo lugar, porque son muchas las diferencias existentes entre el Partido Popular y aquel otro en el que milita el regidor donostiarra: Bildu.
Sin embargo, ambas cosas no deben hacer mella en el equipo de gobierno de la recién elegida Corporación Municipal cordobesa, que debe fijar la vista ahora en otros horizontes, en los que también caben todos esos proyectos culturales que deseábamos que nos uniesen a Europa.
Se ha perdido una oportunidad, bien es cierto, pero nos toca ahora fabricar muchas otras con idéntica ilusión y desde la unidad de acción de todas las fuerzas sociales y políticas cordobesas. Desgraciadamente, a Córdoba no le queda ni tiempo para lamerse sus heridas.
Finalmente ha sido Donostia la elegida, una preciosa ciudad española, en detrimento de las expectativas que los cordobeses nos habíamos hecho de cara al futuro, en un municipio que no ha contado con demasiadas ocasiones para el optimismo y que está inmerso en un proceso económico y social en crisis, que necesitaba de oportunidades como ésta para reactivar empresas en común que dinamizaran su tejido vital.
No ha podido ser no porque no se haya elaborado y desarrollado adecuadamente el proyecto, sino porque no debemos olvidarnos que competíamos con ciudades no sólo con un amplio bagaje artístico y cultural, sino también con idénticas capacidades para programar todo un año de eventos culturales con los que atraer la atención de los europeos.
Llegados a este punto, lo mejor es olvidarnos lo más rápidamente posible de lo que pudo ser y no fue, para enfrascarnos en nuevos proyectos, no menos importantes, que hagan posible que Córdoba supere en lo económico, en lo social y también en lo cultural, los retos que aún le quedan por afrontar, y que son muchos.
Supongo que no ha debido ser plato de buen gusto para nuestros representantes municipales estrechar la mano del alcalde de San Sebastián en muestra de felicitación. No lo ha debido ser porque, en primer lugar, con ello se reconocía que Córdoba no era la ganadora y, en segundo lugar, porque son muchas las diferencias existentes entre el Partido Popular y aquel otro en el que milita el regidor donostiarra: Bildu.
Sin embargo, ambas cosas no deben hacer mella en el equipo de gobierno de la recién elegida Corporación Municipal cordobesa, que debe fijar la vista ahora en otros horizontes, en los que también caben todos esos proyectos culturales que deseábamos que nos uniesen a Europa.
Se ha perdido una oportunidad, bien es cierto, pero nos toca ahora fabricar muchas otras con idéntica ilusión y desde la unidad de acción de todas las fuerzas sociales y políticas cordobesas. Desgraciadamente, a Córdoba no le queda ni tiempo para lamerse sus heridas.
ENRIQUE BELLIDO