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La cueva de Ali Baba (I)

Con este artículo y al menos otro próximo, nos adentraremos en un campo bastante árido pero sumamente interesante, al menos así me lo parece. Se trata de conocer el destino del río de dinero que desde las arcas públicas se escapa hacia al mar del derroche -o quizás sea mejor llamarle "mar de la avaricia política"-. Los datos que ofrezco pueden que no sean exactos, pues cada una de las fuentes consultadas me da números diferentes por dónde se van al mar del despilfarro los euros. Pido de antemano disculpas y, desde luego, acepto cualquier corrección fidedigna sobre el tema.

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A algunos políticos, con autoridad dentro de su formación y en algún que otro ayuntamiento y autonomía, parece que un tímido airecillo de recortes les remueve conciencias. Pero es un movimiento casi imperceptible. Con la cantidad de grados de calor que nos agobian este verano climatológico y político, el suave airecillo podría suponer un regalo del cielo y ofrecernos un cierto alivio.

Por fin parece que algo se mueve en este país de “nunca jamás”. Haría falta un terremoto político para experimentar cambios, aunque es posible que nos quedemos con el deseo de que dicho movimiento sea verdad y no una operación más de maquillaje. Quiero pensar que los gritos y susurros del 15-M han dado en la línea de flotación de la clase política.

Tenemos datos, yo diría que testimoniales, de algún ayuntamiento que parece quiere subirse tímidamente y por detrás, al carro de los cambios para así apretarse el cinturón aunque sus barrigas, que son bastante prominentes, no lo agradezcan mucho. También alguna autonomía pretende hacer piruetas en la cuerda floja pero sin mucho entusiasmo.

Pero ¿serán los partidos políticos capaces de asumir las propuestas, las que sean razonables para la Democracia, salidas del clamor de la plaza? Por la pinta que tiene el tema parece que los partidos, ¡todos!, van a la suya.

Y en el decurso del tiempo se producirán las elecciones generales que ya están a la vuelta de la esquina. El problema para muchos de nosotros no está tanto en que gane o no un partido y sí en que realmente se materialicen reformas, cambios, que nos hagan salir del agujero, gane quien gane.

Este artículo lo voy a dedicar al parque móvil oficial. Según datos extraídos de distintas fuentes, España dispone de casi 35.000 coches oficiales de los cuales más de 1.100 serían estatales y, el resto, hasta los más de 30.000, pertenecerían a las administraciones autonómicas que cuentan con 1.200 y hay 27.000 más para otros organismos (Congreso, Senado, Ejército, ayuntamientos, diputaciones, cabildos…).

En números estadísticos somos el sexto país del mundo con más coches oficiales y la mayoría de todos ellos de gama alta (Audi A8, Mercedes, Lexus GS-450, etc.), de cuyos precios ni acordarme quiero porque las cifras marean. De precios, por tanto, mejor no hablar ¿Se imaginan el gasto gestado en el mantenimiento de dicho parque? Se habla de 290 millones de euros al año. ¡Bonita cantidad si la traducimos a pesetas!

Curiosamente, Grecia y Portugal, dos países con problemas, también cuentan con una gran flota de coches oficiales. ¡Mientras más pobres más pretenciosos! Y la “poverina” Italia sobrepasa las 86.000 “macchine”, según datos de este jueves.

Por autonomías, nuestra querida Andalucía dispone de más de 300 coches de alta gama para sus diputados. Cataluña ha reducido en un 16 por ciento los 82 que disponía para altos cargos. Extremadura tiene unos 116 y, como ejemplo a no imitar, el expresidente dispone de 4 coches, dos de gama alta.

Galicia cuenta con 355 coches oficiales, o lo que es lo mismo, un gasto para el bolsillo de los contribuyentes gallegos de unos 2 millones de euros al año. En Valencia, Camps dispone de 3 vehículos oficiales, uno de ellos blindado. Por su parte la Comunidad de Madrid ha pasado de 125 a 77.

¿Y los ayuntamientos importantes? Se sabe que el Ayuntamiento de Madrid contaba con 134 vehículos oficiales antes de las elecciones. Con los reajustes pasaría a 39, a los que se añadirían unos 30 más, repartidos entre portavoces de grupo, juntas de distrito, delegados de área e incidencias. Sevilla mantiene 50 vehículos oficiales cuyo valor oscila sobre unos 80.000 euros. Los concejales de Valencia cuentan con 33 coches oficiales. ¡Buena cantidad de cacharros!

Desconozco con cuántos vehículos oficiales cuentan el resto de otras importantes capitales de provincias. No pretendo aburrir con más datos que siempre son tediosos aunque puedan ser interesantes. Dejo a la curiosidad del lector seguir el hilo de este moderno laberinto, donde está el minotauro del derroche y con la ayuda de Internet, moderna Ariadna, conseguir más información.

Dice la prensa: “Y es que el problema de muchos políticos no consiste en que vayan siempre en coche oficial, sino en que no miran por la ventanilla. Ocultos tras los cristales tintados se pierden el latido de la calle, el pulso de la gente, la belleza del paisaje y el flujo mismo de la vida. Han dejado de escuchar y han renunciado a vivir la experiencia cotidiana de aquellos a quienes representan. Esos a los que obligan a ir andando por el centro de las ciudades que ellos transitan por carriles reservados. Esos que abarrotan los autobuses en los que jamás suben los altos cargos. El coche oficial no es sólo un privilegio: es una barrera. Una valla móvil de separación entre la política y la realidad”. Es hora de volver a una política de pedestre. La clase dirigente necesita un aterrizaje peatonal. No en la calle, sino en la vida.

Posdata y cambiando de tema: con más de un mes de retraso por enfrentamientos editoriales, ve la luz impresa el libro de St. Hessel ¡Comprometeos! Merece la pena leerlo y reflexionar sobre lo que aporta. Entresaco de la página 11 del prólogo la cita siguiente, que me parece de interés: “Nuestra capacidad para indignarnos puede y debe llevarnos a acciones constructivas, motivadas por el rechazo de la pasividad y de la indiferencia. Saber decir no. Denunciar. Protestar. Resistir. Indignarnos. Desobedecer, en ocasiones, frente a lo que nos parece no legítimo y cercena las libertades y los derechos fundamentales. Saber decir sí. Actuar. Militar. Tomar parte en la ´insurrección pacífica´ que nos permita dar respuestas a un mundo que no nos conviene. En una palabra: comprometerse. Comprometerse significa abrirse al mundo que nos rodea…”.
PEPE CANTILLO
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