Los romanos (me refiero, naturalmente, a los integrantes de la Centuria Romana Munda) no descansan ni en verano. Terminada la Semana Santa, descubrimos que, bajo la armadura, estos pecholatas –como cariñosamente se les llama a los de su clase en Mérida– esconden una piel roquera, y un corazón solidario.
La otra noche, entre el sábado y el domingo, tuvimos otra ocasión para comprobarlo. Enfrentándose al calor, que no remite ni da tregua en plena madrugada, acometieron la organización de un concierto con un doble propósito: primero, rendir homenaje a Mezquita, grupo pionero de la psicodelia y los sonidos progresivos, a la par que destacado exponente del llamado rock andaluz.
Y segundo, con este concierto, además, se trataba de reunir fondos para la importante labor de justicia social que la religiosa montillana Victoria Espejo Ruiz desarrolla desde hace 14 años en Angola. Fue, por esta razón de puro altruismo, una actuación benéfica: rock para educar a incontables escolares de aquel país africano, antigua colonia portuguesa.
Pero fallaron las previsiones de asistencia. Cómo decirlo: no se cubrieron las expectativas. Y, claro, faltó gente en cantidad para que aquello tuviera como correspondencia al esfuerzo desplegado la dimensión festiva y multitudinaria de lo que se ha preparado con grandeza y generosidad. Quizás, por eso, fue inevitable tener una cierta sensación de frustración ante la falta de respuesta del público. Pero, poco o mucho, el dinero reunido servirá para paliar problemas, eso por descontado.
Lo que se obtuvo se destinará directamente a la compra de mobiliario y material para el aula de preescolar de Luena, la pequeña localidad en la que esta misionera paisana, licenciada en Ciencias Químicas, aporta diariamente su esfuerzo, sin aspavientos y sin recompensa crematística alguna, para atender a los necesitados.
La entrega del dinero, alrededor de mil euros, está asegurada, porque será la propia madre de esta hermana de la Congregación de las Esclavas del Divino Corazón, la que lleve el producto de lo recaudado hasta donde tanto bien hará, para mejorar con lo indispensable el equipamiento docente.
Victoria Ruiz, con 82 años, piensa viajar en agosto hasta Angola como cooperante. A esa edad de renuncias y rendiciones, a ella sin embargo le quedan fuerzas e ilusión suficientes para colaborar, en lo que haga falta, en la dura tarea que allí, tan lejos de su casa, desarrolla su hija.
Mezquita puso fondo musical a esta desprendida causa. Que fueran ellos y no otros los invitados a hacerlo pone de manifiesto las buenas relaciones estrechadas en los últimos meses entre la Centuria y estos artistas cordobeses (hace poco, invitados al efecto, estuvieron probando el vino de Los Borbones. No hace fata decir que piensan repetir). Además, aparte del fin caritativo del concierto, había motivos sobrados para la celebración y para pasar una buena noche.
Porque se trataba, en definitiva, de un doble aniversario. La Centuria Romana Munda cumple 25 años. Mezquita, treinta. Aquellos lo están festejando con una larga serie de actividades a lo largo de todo el año, entre ellas la gran concentración de agrupaciones de romanos procedentes de toda Andalucía, previa a la pasada Semana Santa.
Éstos, con la edición de un disco en directo conmemorativo, en parte grabado en Montilla hace año y medio durante el macroconcierto de homenaje al legendario sello discográfico Chapa, fundado y dirigido por el radiofonista Mariscal Romero. Un merecido y oportuno reconocimiento que fue organizado por La Abuela Rock, dentro de sus anuales y prestigiosas jornadas dedicadas al rock en España.
Mezquita fue una de las bandas mas prominentes de la corriente del rock andaluz, nacido al cobijo de la Transición y del reverdecer de los sentimientos andalucistas. Con el tiempo, sus dos discos se han revalorizado, especialmente el primero, Recuerdos de mi tierra.
Hoy son piezas muy cotizadas en el mercado del disco de colección. El que los tiene, los conserva como oro en paño. Quien no tiene esta suerte, suspira por poseerlo algún día. Su alto precio no es un fenómeno caprichoso ni pasajero: refleja la enorme calidad artística de su contenido, y los numerosos detalles de un sonido extraordinario.
Antes de grabarlo, arrastrado por los primeros vientos de la autonomía, Mezquita tuvo otras encarnaciones, siempre situado en la punta de lanza, y comportándose constantemente como un grupo de músicos muy avanzados para su tiempo.
Hijos de Jimi Hendrix, King Crimson o del rock progresivo y sinfónico italiano, Mezquita fue antes Expresión. Precisamente, con ese nombre, tuvimos ocasión de verlos en Montilla en una de sus últimas actuaciones, en el verano de 1978, muy pocos meses antes de su definitivo cambio de denominación.
Fue en una nave medio destartalada, un viejo y abandonado almacén, también antigua bodega, que estaba situada al principio del camino del cementerio. Nos la cedió Julián Ramírez, sacándonos así del aprieto ante las dificultades de todo tipo para encontrar un lugar más apropiado.
Expresión llegó con su aureola de grupo de culto. Apareció en un momento en que, ya agotado el modelo anterior, estaba a la busca de nuevos cauces para sus inquietudes musicales.
Empezó en 1969 en el Parque Figueroa, de Córdoba, en el Club Cañero, también de la capital, compuso una Misa Rock -insólita experiencia para aunar melenudos y religión- y en 1974 registró su único disco, un 45 revoluciones por minuto grabado para el sello malagueño Musimar. Ahora esta rara pieza fonográfica es otro objeto del deseo codiciado por los coleccionistas. Actualmente su precio se ha disparado. Sólo con la funda cuesta 100 euros; el disco completo, 500 euros, como si fuera producto de una enfebrecida puja por apropiarse de una de las escasas copias existentes.
En su portada, tomada en el Hotel Andalucía Plaza, de Marbella, aparecen sus 4 componentes sentados en diversas sillas, de esas de tipo castellano tan habituales en la estética y decoración de aquellos años.
La foto es un cañón. La música que contiene, puro hard rock psicodélico. Un trallazo de modernidad y provocación en una Córdoba algo cateta y provinciana que los recibió, por sus pintas más que por atrevido estilo rítmico, con escándalo redoblado.
Es un documento histórico. José Rafa, el cantante, luce con unas botas hasta las rodillas, la camisa de raso con anchas mangas de fantasía. Randy, señor del bajo, de fieltro aterciopelado verdoso de los pies a la cabeza. Roska, muestra anchurosa campana en el pantalón, y el desaparecido “Pelucas” aparece con vaporosa camisa en tonos malva, también de raso.
Es una fotografía única, irrepetible, como unos New York Dolls de la tierra del salmorejo. La gran prueba visual e incontrovertible de que el glam rock, la variante musical más transgresora e irrespetuosa de aquel tiempo, llegó a Córdoba con ellos.
La otra noche, entre el sábado y el domingo, tuvimos otra ocasión para comprobarlo. Enfrentándose al calor, que no remite ni da tregua en plena madrugada, acometieron la organización de un concierto con un doble propósito: primero, rendir homenaje a Mezquita, grupo pionero de la psicodelia y los sonidos progresivos, a la par que destacado exponente del llamado rock andaluz.
Y segundo, con este concierto, además, se trataba de reunir fondos para la importante labor de justicia social que la religiosa montillana Victoria Espejo Ruiz desarrolla desde hace 14 años en Angola. Fue, por esta razón de puro altruismo, una actuación benéfica: rock para educar a incontables escolares de aquel país africano, antigua colonia portuguesa.
Pero fallaron las previsiones de asistencia. Cómo decirlo: no se cubrieron las expectativas. Y, claro, faltó gente en cantidad para que aquello tuviera como correspondencia al esfuerzo desplegado la dimensión festiva y multitudinaria de lo que se ha preparado con grandeza y generosidad. Quizás, por eso, fue inevitable tener una cierta sensación de frustración ante la falta de respuesta del público. Pero, poco o mucho, el dinero reunido servirá para paliar problemas, eso por descontado.
Lo que se obtuvo se destinará directamente a la compra de mobiliario y material para el aula de preescolar de Luena, la pequeña localidad en la que esta misionera paisana, licenciada en Ciencias Químicas, aporta diariamente su esfuerzo, sin aspavientos y sin recompensa crematística alguna, para atender a los necesitados.
La entrega del dinero, alrededor de mil euros, está asegurada, porque será la propia madre de esta hermana de la Congregación de las Esclavas del Divino Corazón, la que lleve el producto de lo recaudado hasta donde tanto bien hará, para mejorar con lo indispensable el equipamiento docente.
Victoria Ruiz, con 82 años, piensa viajar en agosto hasta Angola como cooperante. A esa edad de renuncias y rendiciones, a ella sin embargo le quedan fuerzas e ilusión suficientes para colaborar, en lo que haga falta, en la dura tarea que allí, tan lejos de su casa, desarrolla su hija.
Mezquita puso fondo musical a esta desprendida causa. Que fueran ellos y no otros los invitados a hacerlo pone de manifiesto las buenas relaciones estrechadas en los últimos meses entre la Centuria y estos artistas cordobeses (hace poco, invitados al efecto, estuvieron probando el vino de Los Borbones. No hace fata decir que piensan repetir). Además, aparte del fin caritativo del concierto, había motivos sobrados para la celebración y para pasar una buena noche.
Porque se trataba, en definitiva, de un doble aniversario. La Centuria Romana Munda cumple 25 años. Mezquita, treinta. Aquellos lo están festejando con una larga serie de actividades a lo largo de todo el año, entre ellas la gran concentración de agrupaciones de romanos procedentes de toda Andalucía, previa a la pasada Semana Santa.
Éstos, con la edición de un disco en directo conmemorativo, en parte grabado en Montilla hace año y medio durante el macroconcierto de homenaje al legendario sello discográfico Chapa, fundado y dirigido por el radiofonista Mariscal Romero. Un merecido y oportuno reconocimiento que fue organizado por La Abuela Rock, dentro de sus anuales y prestigiosas jornadas dedicadas al rock en España.
Mezquita fue una de las bandas mas prominentes de la corriente del rock andaluz, nacido al cobijo de la Transición y del reverdecer de los sentimientos andalucistas. Con el tiempo, sus dos discos se han revalorizado, especialmente el primero, Recuerdos de mi tierra.
Hoy son piezas muy cotizadas en el mercado del disco de colección. El que los tiene, los conserva como oro en paño. Quien no tiene esta suerte, suspira por poseerlo algún día. Su alto precio no es un fenómeno caprichoso ni pasajero: refleja la enorme calidad artística de su contenido, y los numerosos detalles de un sonido extraordinario.
Antes de grabarlo, arrastrado por los primeros vientos de la autonomía, Mezquita tuvo otras encarnaciones, siempre situado en la punta de lanza, y comportándose constantemente como un grupo de músicos muy avanzados para su tiempo.
Hijos de Jimi Hendrix, King Crimson o del rock progresivo y sinfónico italiano, Mezquita fue antes Expresión. Precisamente, con ese nombre, tuvimos ocasión de verlos en Montilla en una de sus últimas actuaciones, en el verano de 1978, muy pocos meses antes de su definitivo cambio de denominación.
Fue en una nave medio destartalada, un viejo y abandonado almacén, también antigua bodega, que estaba situada al principio del camino del cementerio. Nos la cedió Julián Ramírez, sacándonos así del aprieto ante las dificultades de todo tipo para encontrar un lugar más apropiado.
Expresión llegó con su aureola de grupo de culto. Apareció en un momento en que, ya agotado el modelo anterior, estaba a la busca de nuevos cauces para sus inquietudes musicales.
Empezó en 1969 en el Parque Figueroa, de Córdoba, en el Club Cañero, también de la capital, compuso una Misa Rock -insólita experiencia para aunar melenudos y religión- y en 1974 registró su único disco, un 45 revoluciones por minuto grabado para el sello malagueño Musimar. Ahora esta rara pieza fonográfica es otro objeto del deseo codiciado por los coleccionistas. Actualmente su precio se ha disparado. Sólo con la funda cuesta 100 euros; el disco completo, 500 euros, como si fuera producto de una enfebrecida puja por apropiarse de una de las escasas copias existentes.
En su portada, tomada en el Hotel Andalucía Plaza, de Marbella, aparecen sus 4 componentes sentados en diversas sillas, de esas de tipo castellano tan habituales en la estética y decoración de aquellos años.
La foto es un cañón. La música que contiene, puro hard rock psicodélico. Un trallazo de modernidad y provocación en una Córdoba algo cateta y provinciana que los recibió, por sus pintas más que por atrevido estilo rítmico, con escándalo redoblado.
Es un documento histórico. José Rafa, el cantante, luce con unas botas hasta las rodillas, la camisa de raso con anchas mangas de fantasía. Randy, señor del bajo, de fieltro aterciopelado verdoso de los pies a la cabeza. Roska, muestra anchurosa campana en el pantalón, y el desaparecido “Pelucas” aparece con vaporosa camisa en tonos malva, también de raso.
Es una fotografía única, irrepetible, como unos New York Dolls de la tierra del salmorejo. La gran prueba visual e incontrovertible de que el glam rock, la variante musical más transgresora e irrespetuosa de aquel tiempo, llegó a Córdoba con ellos.
MANUEL BELLIDO MORA