Por primera vez en la era democrática, el Partido Popular (PP) gobernará Extremadura. El cambio histórico no sólo significa que la derecha extremeña vaya a poder gobernar en un feudo histórico de la izquierda. Además, permitirá abrir el interior del socialismo extremeño para comprobar qué estado de salud tiene un partido dirigido con mano de hierro en estos últimos treinta años.
Los líderes del PSOE-Extremadura son las mismas personas que hicieron la Transición. Sus ideas han ido envejeciendo a medida que han ido cumpliendo años. Y los jóvenes que han ido tomando puestos de responsabilidad han seguido usando el mismo modus operandi que sus mentores: arrogancia, prepotencia, anulación de debate interno y lejanía con la sociedad.
Alentar el miedo con que viene la derecha ya no funciona. El PP, lejos de ser un partido centrado que tenga como objetivo la cohesión social, no es sin embargo la derecha cortijera del Franquismo. De la misma manera que los socialistas se han ido alejando a pasos agigantados de su coherencia ideológica.
Igualmente, el PSOE se equivocará si llega a la conclusión de que los culpables de la derrota electoral (porque se ha perdido) han sido los comunistas o la crisis económica. Aconsejable será que los socialistas examinen internamente sus comportamientos hacia Izquierda Unida (IU), que les ayude a entender por qué no han sido capaces de contar con su apoyo.
Nadie como los comunistas han sufrido el ninguneo y el maltrato de la fuerza arrolladora de la maquinaria socialista. Hecho que, sin embargo, no justifica que el comunismo facilite la investidura de un Gobierno ideológicamente antagónico a su electorado y a su discurso. Nunca los odios personales pueden estar por encima de la congruencia política.
El PSOE tiene ahora una magnífica oportunidad para autoanalizarse y volver a la senda perdida. Será la hora propicia para escuchar a la militancia silenciada, a los ciudadanos socialdemócratas que se han alejado y volver a la coherencia con los valores que han de definir a una formación política de izquierdas.
Es el momento justo para que los dirigentes más longevos sepan irse a su casa con dignidad, sin que suponga una crisis de ego que haga saltar por los aires la paz interna, reactualizar el ideario y diseñar el proyecto para construir la Extremadura del siglo XXI.
Ahora, lejos de los despachos y coches oficiales, se verá cuánto de cierto hay en la imagen de cohesión interna de la que ha presumido el PSOE de Extremadura. Sin tutelas, sin figuras del pasado, sin temores y con valentía, toca buscar respuestas y soluciones para los miles de extremeños que, siendo de izquierdas, no ven en el PSOE el instrumento político útil que un día fue.
Frente a la voracidad de la ideología que nos ha traído hasta esta crisis económica y de conciencia, nos urgen una socialdemocracia y una izquierda alternativa capaces de volver a convencernos de que no es lo mismo votar una cosa que otra.
Los líderes del PSOE-Extremadura son las mismas personas que hicieron la Transición. Sus ideas han ido envejeciendo a medida que han ido cumpliendo años. Y los jóvenes que han ido tomando puestos de responsabilidad han seguido usando el mismo modus operandi que sus mentores: arrogancia, prepotencia, anulación de debate interno y lejanía con la sociedad.
Alentar el miedo con que viene la derecha ya no funciona. El PP, lejos de ser un partido centrado que tenga como objetivo la cohesión social, no es sin embargo la derecha cortijera del Franquismo. De la misma manera que los socialistas se han ido alejando a pasos agigantados de su coherencia ideológica.
Igualmente, el PSOE se equivocará si llega a la conclusión de que los culpables de la derrota electoral (porque se ha perdido) han sido los comunistas o la crisis económica. Aconsejable será que los socialistas examinen internamente sus comportamientos hacia Izquierda Unida (IU), que les ayude a entender por qué no han sido capaces de contar con su apoyo.
Nadie como los comunistas han sufrido el ninguneo y el maltrato de la fuerza arrolladora de la maquinaria socialista. Hecho que, sin embargo, no justifica que el comunismo facilite la investidura de un Gobierno ideológicamente antagónico a su electorado y a su discurso. Nunca los odios personales pueden estar por encima de la congruencia política.
El PSOE tiene ahora una magnífica oportunidad para autoanalizarse y volver a la senda perdida. Será la hora propicia para escuchar a la militancia silenciada, a los ciudadanos socialdemócratas que se han alejado y volver a la coherencia con los valores que han de definir a una formación política de izquierdas.
Es el momento justo para que los dirigentes más longevos sepan irse a su casa con dignidad, sin que suponga una crisis de ego que haga saltar por los aires la paz interna, reactualizar el ideario y diseñar el proyecto para construir la Extremadura del siglo XXI.
Ahora, lejos de los despachos y coches oficiales, se verá cuánto de cierto hay en la imagen de cohesión interna de la que ha presumido el PSOE de Extremadura. Sin tutelas, sin figuras del pasado, sin temores y con valentía, toca buscar respuestas y soluciones para los miles de extremeños que, siendo de izquierdas, no ven en el PSOE el instrumento político útil que un día fue.
Frente a la voracidad de la ideología que nos ha traído hasta esta crisis económica y de conciencia, nos urgen una socialdemocracia y una izquierda alternativa capaces de volver a convencernos de que no es lo mismo votar una cosa que otra.
RAÚL SOLÍS