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Nada que contar, caos

Un nuevo día. Me pasé la noche escribiendo, más bien queriendo escribir. No es nada fácil manchar el blanco virginal que invade la pantalla del ordenador. A las ocho de la mañana llevaba ya tres ginebras, no se me ocurrió nada. Debería haber un tele musa, conmigo hacían el gran agosto.

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Siempre soñé con un relato que tuviera la dureza de Bukowski, el tono macabro de Lorca, y el poder descriptivo del maestro Delibes. Debería conformarme con uno que no avergonzara a su autor. Será mejor desayunar

Acaban de servirme el desayuno. Mientras tomo el café no puedo parar de mirar al hombre sentando al final de la barra. Sería un asesino perfecto para el protagonista de mi última novela. Barba poblada, gafas de sol, sencillamente perfecto.

Tonterías, no puedo hacerme el escritor. Si me fijé en él es por su acompañante. Qué mujer. Morena, piernas largas que parecen no tener fin, cuerpo que me cura la miopía. A ella sí la convertiría en personaje: es una mujer propensa a metáforas. Ojalá me perdone un amigo por robarle la frase.

Mujer fatal del mejor cine noir. La escena se escribe sola. Cuando entró en la habitación, sabía que tenía pocos segundos para decir las palabras exactas que hicieran bajar el revólver a la bella desconocida que lo apuntaba sentada sobre la mesa de cristal. No le gustaba la idea de que su alfombra favorita se manchara de sangre, y más si era la suya.

No sirvo para el relato policiaco. Bogart se descojonaría de risa con mi único intento en el género Muerte verde, patético. Continúo con la búsqueda de una buena historia. ¿La historia da con el escritor o es al revés? De ser lo primero, mi historia se toma con mucha calma nuestra cita.

Pago con prisas el café, llego tarde, por fortuna cogí el autobús por los pelos. Siempre me llamó la atención la búsqueda de la soledad en los autobuses. Perseguimos ese oasis en forma de asiento solitario al final del pasillo.

Los cascos del mp3, el periódico, escudos anti viajeros. A mi derecha, una mujer mayor. Se llama Gloria, me cuenta su vida. Rompe deliberadamente el pacto nunca escrito de silencio entre viajeros desconocidos.

Estornuda fuertemente provocando la risotada general entre los demás viajeros. Toca bajarme. Gloria me da las gracias por escucharla, dice que se siente muy sola. Se merece que un buen escritor narre su historia. No seré yo, soy incapaz.
CARLOS SERRANO
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