Que las crisis las pagan siempre los mismos no es sólo una frase recurrente entre los trabajadores, sino un hecho demostrable de manera objetiva y matemática. Lo que parecía una percepción meramente subjetiva de los estamentos menos cualificados de la clase obrera, aquellos que se quejan de su condición de explotados por cuenta ajena, es una realidad que es fácil de constatar acudiendo, por ejemplo, a las estadísticas salariales de los españoles.
Allí queda demostrado que los mejor pagados, los directivos, aumentaron considerablemente su sueldo en estos años de crisis de manera desproporcionada en comparación con el resto de asalariados. Una diferencia que agiganta la brecha, aún más si cabe, entre ambos sectores laborales en nuestro país, y que supone un tratamiento desigual a la hora de exigir moderación y sacrificios para capear el temporal de una crisis que en teoría afecta a todos.
Según datos de estructura salarial hechos públicos por el Instituto Nacional de Estadística (INE) hace unos días, la brecha salarial que separa a los mejor remunerados –ejecutivos y directivos- del resto de trabajadores ha crecido considerablemente, puesto que el salario medio de los primeros tuvo subidas, en 2009, en plena crisis, de un 4,5 por ciento de media (63.150 euros), mientras que el del empleado medio subió un 2,9 por ciento (22.511 euros) y el de peones y demás categorías sin cualificar apenas subió y se quedó en los 15.343 euros (sólo un 0,1 por ciento de subida).
Esta distribución salarial oculta, no obstante, un desequilibrio aún mayor: al haber un número mayor de trabajadores en los valores bajos de la tabla salarial que en la alta, y siendo los salarios altos muy elevados, la media resultante es un salario superior al realmente percibido por la mayoría de los trabajadores.
Con esos registros de la encuesta, que vienen considerándose desde 1995, se constata que los sueldos de los directivos pasan de ser el 142 por ciento de la media salarial al 181 por ciento en 2009, un crecimiento que ahonda las diferencias salariales entre directivos y empleados, produciendo un "impacto asimétrico” de la crisis en el mapa laboral de España, donde, además, se agranda (poco, pero se agranda) la distancia salarial entre hombres y mujeres, siendo el de ellas un 78 por ciento del masculino, y en el que, para colmo, los jóvenes cobran menos que los mayores, los nuevos menos que los antiguos y los temporales menos que los fijos.
Es decir, la igualdad entre salario y trabajo desempeñado es todavía un objetivo a alcanzar en nuestro país, acostumbrado a escalonar los primeros en virtud de las distintas condiciones entre trabajadores, lo que se hace para abaratar lo que se denominan gastos de masa salarial, no para tratar de forma diferente situaciones que pudieran ser no equiparables.
Existe un enorme desequilibrio entre estamentos laborales, como hemos visto, pero también entre territorios: el País Vasco ofrece el sueldo más elevado en nuestro país (26.162 euros) y Canarias el más bajo (18.926 euros).
Ese desequilibrio evidencia una enorme injusticia: la dependencia del lugar de nacimiento o de trabajo a la hora de obtener los rendimientos en cualquier actividad laboral, independientemente del esfuerzo humano con que se desempeñe.
No es igual -a la hora de cobrar- ejercer el mismo trabajo en una empresa de Montilla, por ejemplo, que de Bilbao. Para algunos, esas son las condiciones del mercado, para otros se trata simplemente de injusticias lamentables que el Estado debería corregir.
Lo que no cabe duda es que, en realidad, la crisis no golpea a todos por igual y pagarla, la pagan siempre los mismos. Y si no, un último dato: los mejores salarios los ofrecen las compañías eléctricas y la banca (50.536 y 41.863 euros, respectivamente), los peores la hostelería (13.996 euros).
Así que, puestos a soñar con un futuro laboral para nuestros hijos, ya se sabe qué sector es más lucrativo, a menos que se prefiera una profesión liberal (notario, registrador de la propiedad, arquitecto, ingeniero, etc.), esas que ni computan en estas estadísticas.
Allí queda demostrado que los mejor pagados, los directivos, aumentaron considerablemente su sueldo en estos años de crisis de manera desproporcionada en comparación con el resto de asalariados. Una diferencia que agiganta la brecha, aún más si cabe, entre ambos sectores laborales en nuestro país, y que supone un tratamiento desigual a la hora de exigir moderación y sacrificios para capear el temporal de una crisis que en teoría afecta a todos.
Según datos de estructura salarial hechos públicos por el Instituto Nacional de Estadística (INE) hace unos días, la brecha salarial que separa a los mejor remunerados –ejecutivos y directivos- del resto de trabajadores ha crecido considerablemente, puesto que el salario medio de los primeros tuvo subidas, en 2009, en plena crisis, de un 4,5 por ciento de media (63.150 euros), mientras que el del empleado medio subió un 2,9 por ciento (22.511 euros) y el de peones y demás categorías sin cualificar apenas subió y se quedó en los 15.343 euros (sólo un 0,1 por ciento de subida).
Esta distribución salarial oculta, no obstante, un desequilibrio aún mayor: al haber un número mayor de trabajadores en los valores bajos de la tabla salarial que en la alta, y siendo los salarios altos muy elevados, la media resultante es un salario superior al realmente percibido por la mayoría de los trabajadores.
Con esos registros de la encuesta, que vienen considerándose desde 1995, se constata que los sueldos de los directivos pasan de ser el 142 por ciento de la media salarial al 181 por ciento en 2009, un crecimiento que ahonda las diferencias salariales entre directivos y empleados, produciendo un "impacto asimétrico” de la crisis en el mapa laboral de España, donde, además, se agranda (poco, pero se agranda) la distancia salarial entre hombres y mujeres, siendo el de ellas un 78 por ciento del masculino, y en el que, para colmo, los jóvenes cobran menos que los mayores, los nuevos menos que los antiguos y los temporales menos que los fijos.
Es decir, la igualdad entre salario y trabajo desempeñado es todavía un objetivo a alcanzar en nuestro país, acostumbrado a escalonar los primeros en virtud de las distintas condiciones entre trabajadores, lo que se hace para abaratar lo que se denominan gastos de masa salarial, no para tratar de forma diferente situaciones que pudieran ser no equiparables.
Existe un enorme desequilibrio entre estamentos laborales, como hemos visto, pero también entre territorios: el País Vasco ofrece el sueldo más elevado en nuestro país (26.162 euros) y Canarias el más bajo (18.926 euros).
Ese desequilibrio evidencia una enorme injusticia: la dependencia del lugar de nacimiento o de trabajo a la hora de obtener los rendimientos en cualquier actividad laboral, independientemente del esfuerzo humano con que se desempeñe.
No es igual -a la hora de cobrar- ejercer el mismo trabajo en una empresa de Montilla, por ejemplo, que de Bilbao. Para algunos, esas son las condiciones del mercado, para otros se trata simplemente de injusticias lamentables que el Estado debería corregir.
Lo que no cabe duda es que, en realidad, la crisis no golpea a todos por igual y pagarla, la pagan siempre los mismos. Y si no, un último dato: los mejores salarios los ofrecen las compañías eléctricas y la banca (50.536 y 41.863 euros, respectivamente), los peores la hostelería (13.996 euros).
Así que, puestos a soñar con un futuro laboral para nuestros hijos, ya se sabe qué sector es más lucrativo, a menos que se prefiera una profesión liberal (notario, registrador de la propiedad, arquitecto, ingeniero, etc.), esas que ni computan en estas estadísticas.
DANIEL GUERRERO