He de reconocerles que nunca me ha gustado la figura política de José Antonio Durán Lleida. Es más, siempre he mantenido serias dudas sobre quienes han venido en denominarse "demócratas-cristianos", porque pienso que en su día fue precisamente Cristo quien separó muy claramente el poder político de aquél otro del espíritu, al diferenciar claramente al César de Dios en su respuesta a los fariseos, que eran quienes ejercian ese doble y ambiguo ejercicio público.
Hago referencia al diputado de Convergència i Unió (CiU) porque hace escasos días manifestaba que nuestro sistema público de salud resultaba insostenible ante los graves problemas por los que atraviesa el Servicio Catalán de Salud.
Y es que, me parece hipócrita y farisaica esta afirmación, por mucho que contenga grandes dosis de verdad, ya denunciadas con anterioridad por otros, entre los que me encuentro, porque la hace precisamente ahora que le corresponde a su partido gobernar en Cataluña y descubre la incapacidad de los suyos para hacer frente a una situación que en casi todas las comunidades autónomas se ha ido convirtiendo a lo largo de los años en realmente preocupante.
No afirmaba esto Durán cuando ha venido apoyando a los socialistas en el Gobierno de la nación en los últimos ocho años y eran otros los que gobernaban en Cataluña porque, de hacerlo, de generar dudas sobre el futuro de la Sanidad pública catalana, ni hubiese podido contar con las prebendas del Gobierno de Rodríguez Zapatero, ni las propias opciones de cara a ganar las elecciones catalanas del otoño pasado hubiesen sido las mismas.
Ahora sí. Ahora denuncia la insostenibilidad del sistema, de forma que las responsabilidades se diluyan a nivel nacional y sea también a nivel nacional donde se busquen soluciones, eludiendo con ello asumirlas en el ámbito catalán que es en donde, en primera instancia, debieran producirse los cambios por muy impopulares que estos puedieran ser.
No es la crisis económica lo que nos ha llevado a la actual quiebra del sistema de Salud, sino el comportamiento de todas y cada una de las Comunidades Autónomas, la descoordinación que en el seno del Consejo Interterritorial de Salud se ha vivido y el populismo y electoralismo con el que se han afrontado las políticas sanitarias.
Reformas drásticas que debieran haberse afrontado hace ya años se han ido postergando por unos y otros a fin de no dañar la propia imagen política, haciendo recargar, en muchos casos, el peso de los desfases sobre los profesionales y los proveedores sin asumir los cambios estructurales que eran necesarios.
No era cuestión, unicamente, de crear empresas públicas, fundaciones, consorcios o cualesquiera otras figuras jurídicas que se diferenciasen del modelo funcionarial hasta ahora existente: era cuestión de avanzar aún más en la redefinición de un sistema atomizado en exceso, indiferenciado en la cualidad y calidad de sus prestaciones, devorador de recursos e incluso insolidario en su distribución territorial.
Era cuestión de haber llegado a un gran pacto por la Sanidad, como en su día lo hubo por el Empleo, que no propugnó, sino ahora, Durán Lleida, una vez que el lobo puede atacar su reducto político.
Hágase en cualquier caso. Establézcase esa vía de diálogo y acuerdo dentro del Sistema Nacional de Salud, pero no pretenda el demócrata-cristiano catalán que, una vez más, el resto de España, desde la posición parlamentaria que ostenta CiU y podría ostentar en el futuro, pague los platos rotos de los errores sanitarios cometidos en Cataluña.
El actual sistema es insostenible en el tiempo, pero en gran medida lo es porque los catalanes marcaron una pauta de actuación política en materia sanitaria que el resto de Comunidades Autónomas se han visto obligadas a seguir para no hacer más patente aún el desequilibrio autonómico en este área.
Hago referencia al diputado de Convergència i Unió (CiU) porque hace escasos días manifestaba que nuestro sistema público de salud resultaba insostenible ante los graves problemas por los que atraviesa el Servicio Catalán de Salud.
Y es que, me parece hipócrita y farisaica esta afirmación, por mucho que contenga grandes dosis de verdad, ya denunciadas con anterioridad por otros, entre los que me encuentro, porque la hace precisamente ahora que le corresponde a su partido gobernar en Cataluña y descubre la incapacidad de los suyos para hacer frente a una situación que en casi todas las comunidades autónomas se ha ido convirtiendo a lo largo de los años en realmente preocupante.
No afirmaba esto Durán cuando ha venido apoyando a los socialistas en el Gobierno de la nación en los últimos ocho años y eran otros los que gobernaban en Cataluña porque, de hacerlo, de generar dudas sobre el futuro de la Sanidad pública catalana, ni hubiese podido contar con las prebendas del Gobierno de Rodríguez Zapatero, ni las propias opciones de cara a ganar las elecciones catalanas del otoño pasado hubiesen sido las mismas.
Ahora sí. Ahora denuncia la insostenibilidad del sistema, de forma que las responsabilidades se diluyan a nivel nacional y sea también a nivel nacional donde se busquen soluciones, eludiendo con ello asumirlas en el ámbito catalán que es en donde, en primera instancia, debieran producirse los cambios por muy impopulares que estos puedieran ser.
No es la crisis económica lo que nos ha llevado a la actual quiebra del sistema de Salud, sino el comportamiento de todas y cada una de las Comunidades Autónomas, la descoordinación que en el seno del Consejo Interterritorial de Salud se ha vivido y el populismo y electoralismo con el que se han afrontado las políticas sanitarias.
Reformas drásticas que debieran haberse afrontado hace ya años se han ido postergando por unos y otros a fin de no dañar la propia imagen política, haciendo recargar, en muchos casos, el peso de los desfases sobre los profesionales y los proveedores sin asumir los cambios estructurales que eran necesarios.
No era cuestión, unicamente, de crear empresas públicas, fundaciones, consorcios o cualesquiera otras figuras jurídicas que se diferenciasen del modelo funcionarial hasta ahora existente: era cuestión de avanzar aún más en la redefinición de un sistema atomizado en exceso, indiferenciado en la cualidad y calidad de sus prestaciones, devorador de recursos e incluso insolidario en su distribución territorial.
Era cuestión de haber llegado a un gran pacto por la Sanidad, como en su día lo hubo por el Empleo, que no propugnó, sino ahora, Durán Lleida, una vez que el lobo puede atacar su reducto político.
Hágase en cualquier caso. Establézcase esa vía de diálogo y acuerdo dentro del Sistema Nacional de Salud, pero no pretenda el demócrata-cristiano catalán que, una vez más, el resto de España, desde la posición parlamentaria que ostenta CiU y podría ostentar en el futuro, pague los platos rotos de los errores sanitarios cometidos en Cataluña.
El actual sistema es insostenible en el tiempo, pero en gran medida lo es porque los catalanes marcaron una pauta de actuación política en materia sanitaria que el resto de Comunidades Autónomas se han visto obligadas a seguir para no hacer más patente aún el desequilibrio autonómico en este área.
ENRIQUE BELLIDO