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El sexo en la naturaleza

Como suele ser habitual en casi cualquier especie zoológica que no sea de costumbres gregarias ni suela vivir habitualmente en sociedades o clanes jerarquizados o no, las lagartijas ibéricas (Podarcis hispanica), que casi todo el año han estado viviendo en solitario, antes de que los primeros rayos de sol calienten las piedras del suelo ya se buscan mutuamente como cada primavera para consumar las cópulas y garantizar así la multiplicación generacional de la especie a la que representan.

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El notable incremento en la duración de las horas de sol que trae cada año la estación primaveral, conocido entre los científicos y naturalistas como fotoperíodo, modifica provisionalmente el programa mental que gestiona la conducta de estos animales, moviendo a todos los machos de lagartija a buscar urgentemente una compañera reproductora que les permita llevar a cabo las correspondientes paradas nupciales con sus posteriores cópulas, y con ello traer nuevas lagartijas al mundo antes de que el fuerte calor del verano convierta de nuevo la campiña en un tedioso infierno estival.

Las lagartijas ibéricas, cuyo dimorfismo sexual separa claramente a los machos de las hembras, son los más comunes de todos los lacértidos que podemos encontrar por todo el sur peninsular. Prácticamente todos los restaurantes de la naturaleza cuentan con algún plato de lagartija ibérica en su menú, por esto mismo estos animales no tienen más remedio que adaptarse y extremar su productividad prolífica para compensar las bajas en su especie.

Tan pronto como la hembra ponga sus huevos en un lugar seguro y con una apropiada relación entre calor y humedad que garantice una adecuada incubación sin la ayuda del calor de sus padres, los abandonará a su suerte sin tan siquiera preocuparse por ver a los hijos que tan trabajosamente ha engendrado, terminando en este preciso instante su papel de madre, tal como lo hizo su padre justo después de la cópula. En cuanto sus hijos lleguen a la edad adulta, para sus padres no serán más que unos meros competidores sexuales y gastronómicos.

La reproducción, ese milagro de la multiplicación generacional, quizá el principal tabú que existe en el reino humano, en plena naturaleza es sin duda alguna uno de los primeros artículos de la ley fundamental de la supervivencia para cualquiera de los seres vivos que pueblan nuestro planeta.
MANUEL CRUZ
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