Hace diez años, Córdoba fue la primera ciudad en presentar su candidatura a la Capitalidad Cultural Europea de 2016. Durante este tiempo ha ido creciendo una ilusión que ha contagiado a todos los cordobeses, como lo demuestra la implicación desbordante de los ciudadanos que hace unos días abarrotaron el Puente Romano de miles de gestos azules, color de una empresa colectiva que está fraguada de esperanza.
Esa esperanza acaba de desmoronarse: San Sebastián ha resultado vencedora, entre otras cinco ciudades concursantes, como Capital Europea de la Cultura en 2016. Una desilusión que no impide a Montilla Digital felicitar el empeño y la confianza de unas gentes, los cordobeses de ciudad y provincia, y también de toda Andalucía, hacia un objetivo que se ha rozado con la punta de los dedos.
Aunque la decisión del jurado internacional que se ha reunido este martes en Madrid haya beneficiado finalmente a San Sebastián, hay que insistir en que méritos no le faltan a esta capital del Califato Omeya, cuna de Góngora, Séneca y otros puntales de la cultura española y occidental para ser, por derecho propio, referente cultural del Viejo Continente.
Porque de aquella idea inicial que recogió la entonces alcaldesa Rosa Aguilar, Córdoba ha sabido hacer de su identidad una seña cultural. En esta década se han fomentado las iniciativas y festivales de toda índole, como el festival Cosmopoética y La Noche Blanca del Flamenco, además del Festival de la Guitarra, que se han convertido en referentes culturales, no sólo de la ciudad, sino de todo el país.
Pero lo más destacable de todo ello no son las iniciativas que llenan la ciudad de actos y realizaciones de todo tipo, sino las personas que confían en la capacidad y en el talento de unos ciudadanos para organizar y demostrar al mundo que la sabiduría, ese amor por la cultura, anida en corazones siempre dispuestos a volcarse en atrapar sueños.
Córdoba es hoy un referente en el panorama cultural de España, aunque no haya sido designada Capital Europea de la Cultura. Y lo es porque ya ejercía ese liderazgo desde mucho tiempo atrás, gracias al tesón y a la ilusión de sus gentes.
Pese al enorme sinsabor que supone la designación de la capital donostiarra por parte del jurado, Córdoba seguirá escribiendo su nombre con C de "Cultura" y con C de "Capital" porque ambas cosas son rasgos intrínsecos de ella: Córdoba y Cultura son, para el pueblo cordobés y para quienes vienen de fuera a visitarla, la misma cosa.
Esa esperanza acaba de desmoronarse: San Sebastián ha resultado vencedora, entre otras cinco ciudades concursantes, como Capital Europea de la Cultura en 2016. Una desilusión que no impide a Montilla Digital felicitar el empeño y la confianza de unas gentes, los cordobeses de ciudad y provincia, y también de toda Andalucía, hacia un objetivo que se ha rozado con la punta de los dedos.
Aunque la decisión del jurado internacional que se ha reunido este martes en Madrid haya beneficiado finalmente a San Sebastián, hay que insistir en que méritos no le faltan a esta capital del Califato Omeya, cuna de Góngora, Séneca y otros puntales de la cultura española y occidental para ser, por derecho propio, referente cultural del Viejo Continente.
Porque de aquella idea inicial que recogió la entonces alcaldesa Rosa Aguilar, Córdoba ha sabido hacer de su identidad una seña cultural. En esta década se han fomentado las iniciativas y festivales de toda índole, como el festival Cosmopoética y La Noche Blanca del Flamenco, además del Festival de la Guitarra, que se han convertido en referentes culturales, no sólo de la ciudad, sino de todo el país.
Pero lo más destacable de todo ello no son las iniciativas que llenan la ciudad de actos y realizaciones de todo tipo, sino las personas que confían en la capacidad y en el talento de unos ciudadanos para organizar y demostrar al mundo que la sabiduría, ese amor por la cultura, anida en corazones siempre dispuestos a volcarse en atrapar sueños.
Córdoba es hoy un referente en el panorama cultural de España, aunque no haya sido designada Capital Europea de la Cultura. Y lo es porque ya ejercía ese liderazgo desde mucho tiempo atrás, gracias al tesón y a la ilusión de sus gentes.
Pese al enorme sinsabor que supone la designación de la capital donostiarra por parte del jurado, Córdoba seguirá escribiendo su nombre con C de "Cultura" y con C de "Capital" porque ambas cosas son rasgos intrínsecos de ella: Córdoba y Cultura son, para el pueblo cordobés y para quienes vienen de fuera a visitarla, la misma cosa.