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Brindis con un Pedro Ximénez

Esta semana quiero hablar, más bien escribir, de alguien muy querida, de alguien que nos importa a todos: Montilla. No pretendo dar lecciones de montillanía, ni molestar a nadie y mucho menos busco polémica. Mi deseo es muy simple: ofrecer unos puntos de reflexión compartida con todos vosotros, residentes en Montilla o nostálgicos ausentes.

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En las últimas semanas y en lo que va de año, Montilla ha estado en boca de mucha gente y presente en los medios de comunicación y ello nos debería llenar de orgullo a todos los montillanos y poner a flor de piel nuestro amor propio.

A todos los montillanos, hombres, mujeres, niños, gentes de derechas, de izquierdas, de centro, apolíticas, religiosas, ateas, agnósticas… dedico estas líneas. A todos los hijos de esta magnífica “ciudad” que navega entre viñas y cuyos verdes pámpanos peina suavemente el viento, brindo esta parrafada.

Porque Montilla es ciudad desde que, en 1630, Felipe IV le concediera dicho título, aunque la historia -que a veces dejamos que pase de puntillas por nuestras calles- y los vaivenes económicos hayan provocado que, en muchos casos, se haya visto convertida en un pueblo a veces anodino y con poca garra.

Montilla, que según de dónde soplen los vientos, aparece y desaparece en el panorama nacional como el Guadiana en los famosos Ojos. Bonita ciudad la nuestra que ha dado al mundo personajes ilustres, como Gonzalo Fernández de Córdoba y San Francisco Solano; que ha acogido en su seno a prohombres de las letras como el Inca Garcilaso de la Vega, Dámaso Delgado o José Mª Carretero, alias "El Caballero Audaz"; de las artes y la ciencia como Francisco Solano de Luque "El Pulsista", El Sabio Andaluz, José Garnelo, etcétera. La lista excede el espacio de estas líneas.

Decía que estos días ha estado en primera plana gracias a Juan de Ávila, doctor de la Iglesia Católica. Y lo interesante es que Montilla sigue estando de actualidad. No importa el motivo si es gozoso y trae gente a nuestras calles; otro cantar sería que por la desgracia de un hecho luctuoso, como el último ocurrido en Córdoba, saliéramos en los tabloides impresos o en televisión para ser eco de noticias lamentables o comentarios chismosos.

"Que la Iglesia es…", "que los católicos por aquí o por allá…". Eso es lo que menos debe importar. ¡Quien esté libre de pecado…! De todas formas recordemos, por el bien de la convivencia, que en Montilla viven muchos católicos que, sin lugar a dudas, se merecen respeto como ciudadanos que ante todo son.

Pero aunque no los hubiera, lo que en el fondo nos atañe es Montilla y su resurgir cultural, artístico, económico, turístico. Nos interesa realzar nuestro patrimonio religioso, civil, agrícola, medioambiental, etcétera. Los premios a los vinos en distintas parte del mundo también ponen a Montilla en primera plana.

Lo valioso y hasta trascendental es que Montilla revive, es conocida y visitada por mucha gente que viene atraída por dicho evento, como también lo ha sido por el Año Jubilar de El Santo. En el siglo XVI ya mantenía un gran movimiento turístico-religioso gracias a Juan de Ávila.

Cada visitante que venga debe llevarse una buena impresión, sobre todo de la proverbial hospitalidad de la que se jacta esta ciudad de la campiña cordobesa y, por descontado, dichos visitantes podrán, por el boca-oído, derramar las bondades de nuestro pueblo y qué duda cabe que, de paso, dejarán algunos euros, cuestión material ésta, pero no menos importante para nuestro comercio. ¡Y sí va a resultar que a lo mejor hay que reinventar (¿más acorde resucitar?) La Corredera…!

Una parte importante de dicha difusión la aportaremos los ciudadanos con amabilidad, hospitalidad, simpatía; la otra deberán ponerla en marcha nuestras autoridades elegidas el pasado domingo. Y no dejo de reconocer que la clase política está en horas bajas.

La autoridad competente, con los medios de refuerzo necesarios para incrementar el turismo, sea religioso o laico, joven o de la tercera edad, deberá potenciar el auge de nuestra ciudad, porque lo que importa, ante todo y por encima de todo, es Montilla y con ella el bienestar de sus habitantes. ¡Por una Montilla mejor!

Termino con estas estrofas prestadas y adaptadas:

Montilla camisa blanca de mi esperanza
a veces madre y siempre madrastra;
navaja, barro, clavel, espada.

Montilla camisa blanca de mi esperanza
de fuera a adentro, dulce o amarga
de olor a incienso, de cal y caña.
Quién puso el desasosiego en nuestras entrañas
nos hizo libres pero sin alas
nos dejó el hambre y se llevó el pan.

Montilla camisa blanca de mi esperanza
aquí me tienes nadie me manda
quererte tanto me cuesta nada.
Nos haces siempre a tu imagen y semejanza
lo bueno y malo que hay en tu estampa
de peregrina a ningún lugar.

PEPE CANTILLO
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