Quise reemprender este viaje por la historia de nuestro pueblo remontándome a sus orígenes. Inevitablemente, hablar del pasado de Montilla obliga a recordar la famosa batalla que puso fin a la Segunda Guerra Civil Romana, esa que acabó ganando Julio César. Por un lado, encontré acérrimos defensores de la simbiosis Munda-Montilla. Por otro, hay una serie de autores, entre los que me incluyo, que piensa que esa identidad romana es solo una posibilidad que aún dista mucho de ser rotunda.
El hecho mismo de la batalla y la existencia de Munda nadie los pone en duda. Existieron, como se desprenden de los textos de Plinio, Silio o Floro. Podemos conocer diferentes aspectos de la sociedad que habitaba Munda y los pormenores de la contienda gracias a ellos, aunque su ubicación ha provocado no pocos enfrentamientos intelectuales. Como muestra, distintos historiadores como Adolfo de Castro, Fernández-Guerra, Oliver Hurtado o José Ortiz han tratado de situarla, respectivamente, en ciudades tan alejadas como Jerez, Estepa, Osuna o Ronda.
Si bien parece que en los últimos años el debate se posicionó a favor de nuestra localidad, lo cierto es que nunca ha aparecido una prueba definitiva que confirme lo que hasta hoy día son hipótesis. Morte Molina, en su libro Montilla. Apuntes históricos de esta ciudad, va un paso más allá al afirmar sin miramientos que “partiendo del principio de que Munda fue lo que hoy es Montilla, se remonta su origen a la época de los fenicios en el siglo XV a.C.”.
Sin entrar a desmentir al maestro Morte, hay que anotar la extrañeza de que, partiendo de que Munda fuese más tarde Montilla, no exista testimonio escrito de la ciudad desde el año 45 a.C. hasta trece siglos después. Curiosamente, para salvar esta paradoja se ha intentado rebautizar la población con nombres árabes como Montulia o Mondelia. Hoy día se acepta la idea de que la primera es fruto de un error de localización y la segunda, simplemente, no aparece testimonialmente en ningún texto.
Tampoco se puede dejar de lado el hallazgo de restos arqueológicos encontrados en Trance Pajares, Castillo de Dos Hermanas o Martín Duélamo, entre otros, todos ellos cercanos a nuestra población. No se puede negar la evidencia arqueológica a la que tanto esfuerzo han dedicado especialistas de la talla de Raimundo Ortiz o José Manuel Bermúdez. Así, no es rechazable que los primeros pobladores de las tierras montillanas se remonten al Paleolítico Inferior, hace medio millón de años.
Visto lo anterior, parece evidente que, en caso de que se hubiese dado poblamiento en un pasado, éste no tuvo continuidad en el tiempo.
Ante tal desconcierto, solo me queda la retórica para diferenciar, del mismo modo que la historiografía tradicional distinguió entre Prehistoria e Historia, la historia documentada de Montilla y su historia excavada, en clara alusión a los conocimientos adquiridos gracias a la Arqueología. Debo confesar, no obstante, que nunca he estado de acuerdo con el término tradicional de Prehistoria.
No polemizaré sobre el pasado romano de nuestra ciudad. Solo expongo las diferentes teorías que existen sobre su veracidad, así como de la existencia anterior de pobladores en tiempos remotos, para dar sentido al título de este artículo.
Sin embargo, la primera referencia documental de la población se remonta a 1333. Curiosamente, la primera mención que se hace de Montilla en la Historia tiene carácter real. El monarca Alfonso XI utiliza el topónimo en su Crónica, haciendo mención a su castillo.
Es este monarca quien recupera para la Corona las tierras del Señorío de Aguilar después de haber pertenecido a la familia del portugués Gonzalo Yánez do Vinhal (Ibáñez de Vinial, en algunos textos). Para ello, en 1344 se firma en Tordesillas el privilegio entre Alfonso XI y Bernardo de Cabrera, momento a partir del cual este territorio se convertirá en moneda de cambio en las posteriores luchas nobiliarias y dinásticas.
Tras la guerra civil castellana entre Pedro I y Enrique II, la victoria de éste lleva la posesión de las tierras de Montilla a manos de Lope Gutiérrez, Alcalde Mayor de Córdoba. Aguilar pasa al patrimonio de los Fernández de Córdoba, que años más tarde adhieren Montilla y reunifican el antiguo Señorío.
Mientras, comienza el proceso de formación de la villa, y en 1352 hay noticias de un prolegómeno concejo municipal, si bien parece que hasta 1371 no se adquiere término municipal independiente.
Se desconoce la existencia de construcciones hasta que los Señores de Aguilar trasladan su residencia a Montilla, cuando Alfonso Fernández de Córdoba pasa de Alcalá la Real a Montilla en sus últimos años de vida, en el primer tercio del siglo XV. En estos años, el castillo va transformándose hasta la construcción de un palacio residencial, fechado por el arqueólogo Raimundo Ortiz en 1424. En 1437, a los pies de la fortaleza y según los apuntes de Manuel Nieto Cumplido, se construyó la iglesia de Santiago.
A partir de entonces, parece evidenciarse que la villa de Montilla comienza una evolución de su trazado urbanístico que comienza con la ocupación del cerro y en torno al Castillo, un auténtico palacio de perímetro mucho más extenso que el que actualmente conserva.
Una fortaleza con alcázar y numerosas torres (Dorada, del Sol, Centinela, de Defensa, Diana, Escuchuela, Troyana, de los Escudos, del Homenaje, etc.). En estos primeros momentos, la expansión se produce hacia la zona que después se conocería como El Valsequillo y que podríamos ubicar, rudamente, en la actual Escuchuela. En 1460 tenemos la primera constancia escrita de una vivienda montillana, situada en la calle Almedina, cercana al Castillo y lindera con la Puerta del Arco, en el entorno de la actual calle Puerta del Sol.
La demolición del Castillo por orden de Fernando V en julio de 1508 no frustró el crecimiento de la población, que en poco tiempo se convirtió en la segunda más poblada del Marquesado de Priego.
En el siglo XVI siguió forjándose el primitivo casco urbano que hoy conservamos, y la villa se expande hacia el camino de Córdoba gracias al barrio de las Tenerías o hacia el Sur, con la antigua calle de las Manteras (hoy calles Enfermería y Pozo Dulce). Casi la totalidad de lo que hoy conocemos como centro histórico de Montilla tiene su origen y desarrollo en estos siglos XV y XVI.
La rápida expansión de la población provocó que las numerosas tierras de pasto y bosque que rodeaban el núcleo urbano comenzasen a labrarse. Se instalan talleres artesanales a lo largo de este núcleo y se produce la llegada de las órdenes religiosas.
Se establecen los monasterios de San Agustín, San Francisco y Santa Clara. En 1528 ya tenemos noticia del Hospital de Nuestra Señora de la Encarnación, entonces en la Corredera. Las tierras de la Fuente del Pez y El Cigarral existen, pero solo como grandes fincas propiedad de los Fernández de Córdoba. La villa cobra importancia dentro del Señorío de Priego hasta que, en 1630, Felipe IV otorga a Montilla el título de Ciudad.
Es evidente que lo que aquí les traigo es solo un esbozo de una riquísima historia de Montilla. Pensar que muchas de las calles que hoy recorremos existían hace quinientos años puede ayudarnos a comprender y respetar nuestro patrimonio.
Curiosear a quienes se han encargado de investigarlo provoca no poca sorpresa. Y, finalmente, indagar en la evolución urbana de un municipio es hacerlo, no quepa duda, en la propia evolución de sus habitantes.
Invito a más información a través de la bibliografía adjunta. Podrán encontrarla en la Bibliteca de la Fundación Manuel Ruiz Luque o en la Municipal de Montilla. Y agradezco, por supuesto, a Carmen y Ana, por hacerlo todo mucho más fácil.
Fuentes consultadas
El hecho mismo de la batalla y la existencia de Munda nadie los pone en duda. Existieron, como se desprenden de los textos de Plinio, Silio o Floro. Podemos conocer diferentes aspectos de la sociedad que habitaba Munda y los pormenores de la contienda gracias a ellos, aunque su ubicación ha provocado no pocos enfrentamientos intelectuales. Como muestra, distintos historiadores como Adolfo de Castro, Fernández-Guerra, Oliver Hurtado o José Ortiz han tratado de situarla, respectivamente, en ciudades tan alejadas como Jerez, Estepa, Osuna o Ronda.
Si bien parece que en los últimos años el debate se posicionó a favor de nuestra localidad, lo cierto es que nunca ha aparecido una prueba definitiva que confirme lo que hasta hoy día son hipótesis. Morte Molina, en su libro Montilla. Apuntes históricos de esta ciudad, va un paso más allá al afirmar sin miramientos que “partiendo del principio de que Munda fue lo que hoy es Montilla, se remonta su origen a la época de los fenicios en el siglo XV a.C.”.
Sin entrar a desmentir al maestro Morte, hay que anotar la extrañeza de que, partiendo de que Munda fuese más tarde Montilla, no exista testimonio escrito de la ciudad desde el año 45 a.C. hasta trece siglos después. Curiosamente, para salvar esta paradoja se ha intentado rebautizar la población con nombres árabes como Montulia o Mondelia. Hoy día se acepta la idea de que la primera es fruto de un error de localización y la segunda, simplemente, no aparece testimonialmente en ningún texto.
Tampoco se puede dejar de lado el hallazgo de restos arqueológicos encontrados en Trance Pajares, Castillo de Dos Hermanas o Martín Duélamo, entre otros, todos ellos cercanos a nuestra población. No se puede negar la evidencia arqueológica a la que tanto esfuerzo han dedicado especialistas de la talla de Raimundo Ortiz o José Manuel Bermúdez. Así, no es rechazable que los primeros pobladores de las tierras montillanas se remonten al Paleolítico Inferior, hace medio millón de años.
Visto lo anterior, parece evidente que, en caso de que se hubiese dado poblamiento en un pasado, éste no tuvo continuidad en el tiempo.
Ante tal desconcierto, solo me queda la retórica para diferenciar, del mismo modo que la historiografía tradicional distinguió entre Prehistoria e Historia, la historia documentada de Montilla y su historia excavada, en clara alusión a los conocimientos adquiridos gracias a la Arqueología. Debo confesar, no obstante, que nunca he estado de acuerdo con el término tradicional de Prehistoria.
No polemizaré sobre el pasado romano de nuestra ciudad. Solo expongo las diferentes teorías que existen sobre su veracidad, así como de la existencia anterior de pobladores en tiempos remotos, para dar sentido al título de este artículo.
Sin embargo, la primera referencia documental de la población se remonta a 1333. Curiosamente, la primera mención que se hace de Montilla en la Historia tiene carácter real. El monarca Alfonso XI utiliza el topónimo en su Crónica, haciendo mención a su castillo.
Es este monarca quien recupera para la Corona las tierras del Señorío de Aguilar después de haber pertenecido a la familia del portugués Gonzalo Yánez do Vinhal (Ibáñez de Vinial, en algunos textos). Para ello, en 1344 se firma en Tordesillas el privilegio entre Alfonso XI y Bernardo de Cabrera, momento a partir del cual este territorio se convertirá en moneda de cambio en las posteriores luchas nobiliarias y dinásticas.
Tras la guerra civil castellana entre Pedro I y Enrique II, la victoria de éste lleva la posesión de las tierras de Montilla a manos de Lope Gutiérrez, Alcalde Mayor de Córdoba. Aguilar pasa al patrimonio de los Fernández de Córdoba, que años más tarde adhieren Montilla y reunifican el antiguo Señorío.
Mientras, comienza el proceso de formación de la villa, y en 1352 hay noticias de un prolegómeno concejo municipal, si bien parece que hasta 1371 no se adquiere término municipal independiente.
Se desconoce la existencia de construcciones hasta que los Señores de Aguilar trasladan su residencia a Montilla, cuando Alfonso Fernández de Córdoba pasa de Alcalá la Real a Montilla en sus últimos años de vida, en el primer tercio del siglo XV. En estos años, el castillo va transformándose hasta la construcción de un palacio residencial, fechado por el arqueólogo Raimundo Ortiz en 1424. En 1437, a los pies de la fortaleza y según los apuntes de Manuel Nieto Cumplido, se construyó la iglesia de Santiago.
A partir de entonces, parece evidenciarse que la villa de Montilla comienza una evolución de su trazado urbanístico que comienza con la ocupación del cerro y en torno al Castillo, un auténtico palacio de perímetro mucho más extenso que el que actualmente conserva.
Una fortaleza con alcázar y numerosas torres (Dorada, del Sol, Centinela, de Defensa, Diana, Escuchuela, Troyana, de los Escudos, del Homenaje, etc.). En estos primeros momentos, la expansión se produce hacia la zona que después se conocería como El Valsequillo y que podríamos ubicar, rudamente, en la actual Escuchuela. En 1460 tenemos la primera constancia escrita de una vivienda montillana, situada en la calle Almedina, cercana al Castillo y lindera con la Puerta del Arco, en el entorno de la actual calle Puerta del Sol.
La demolición del Castillo por orden de Fernando V en julio de 1508 no frustró el crecimiento de la población, que en poco tiempo se convirtió en la segunda más poblada del Marquesado de Priego.
En el siglo XVI siguió forjándose el primitivo casco urbano que hoy conservamos, y la villa se expande hacia el camino de Córdoba gracias al barrio de las Tenerías o hacia el Sur, con la antigua calle de las Manteras (hoy calles Enfermería y Pozo Dulce). Casi la totalidad de lo que hoy conocemos como centro histórico de Montilla tiene su origen y desarrollo en estos siglos XV y XVI.
La rápida expansión de la población provocó que las numerosas tierras de pasto y bosque que rodeaban el núcleo urbano comenzasen a labrarse. Se instalan talleres artesanales a lo largo de este núcleo y se produce la llegada de las órdenes religiosas.
Se establecen los monasterios de San Agustín, San Francisco y Santa Clara. En 1528 ya tenemos noticia del Hospital de Nuestra Señora de la Encarnación, entonces en la Corredera. Las tierras de la Fuente del Pez y El Cigarral existen, pero solo como grandes fincas propiedad de los Fernández de Córdoba. La villa cobra importancia dentro del Señorío de Priego hasta que, en 1630, Felipe IV otorga a Montilla el título de Ciudad.
Es evidente que lo que aquí les traigo es solo un esbozo de una riquísima historia de Montilla. Pensar que muchas de las calles que hoy recorremos existían hace quinientos años puede ayudarnos a comprender y respetar nuestro patrimonio.
Curiosear a quienes se han encargado de investigarlo provoca no poca sorpresa. Y, finalmente, indagar en la evolución urbana de un municipio es hacerlo, no quepa duda, en la propia evolución de sus habitantes.
Invito a más información a través de la bibliografía adjunta. Podrán encontrarla en la Bibliteca de la Fundación Manuel Ruiz Luque o en la Municipal de Montilla. Y agradezco, por supuesto, a Carmen y Ana, por hacerlo todo mucho más fácil.
Fuentes consultadas
- El Gran Capitán. Retrato de una época. Ruiz-Domenech, J. E. Península. Barcelona, 2002.
- El nombre de Montilla y su relación con Munda. Ponferrada, J. A. y Ponferrada Gómez, J. Montilla, 2001.
- Montilla: Historia, Arte, Literatura. Homenaje a Manuel Ruiz Luque. VV.AA. Baena, 1988.
- Montilla. Guía Histórica, Artística y Cultural. Garramiola, E. El Almendro. Córdoba, 1982.
- Las dos “Montillas”. La ocupación del cerro del castillo de Montilla, en Actas de las III Jornadas sobre Historia de Montilla. Bermúdez Cano, J. y Ortiz Urbano, R. Montilla, 2001.
- Guía Histórica de Montilla. Calvo Poyato, J. Dip. Córdoba – Ay. Montilla. Córdoba, 1987.
- El Castillo de Montilla; Historia y Traición. Ponferrada Gómez, J. Montilla, 1983.
- Montilla, apuntes históricos de esta ciudad. Morte Molina, J. Montilla, 1888 (2ª ed. 1982).
VÍCTOR BARRANCO