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A costa de que otros se ahoguen

Resulta paradójico, cuando no trágico y patético, que la provincia con mayor número de desempleados, la que acapara el mayor porcentaje de ciudadanos bajo el umbral de la pobreza, se haya mostrado en el último mes de marzo como la más inflacionista, con un alza del coste de la vida del 4,2 por ciento interanual, cinco décimas por encima de la media nacional.

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¿Qué supone ello? Pues que si tenemos en cuenta que el precio de los carburantes es el mismo en todo el Estado, así como los impuestos que graban alcohol y tabaco, y no creo que el grupo Inditex, El Corte Ingles, Mercadona, Carrefour, Renault o Seat, nos castiguen con precios especiales y abusivos, existen sectores cordobeses, que no quisiera entrar a delimitar por no caer en la injusticia con alguno de ellos, que nos están elevando los precios muy posiblemente por la existencia de una economía sumergida que es profundamente insolidaria con quienes menos tienen.

Una economía perceptora, en algunos casos, de subsidios y prestaciones sociales al desempleo, que ademas recibe ingresos por rendimientos de trabajos no controlados y que, en otros, se mueve al margen de los cauces legales de control, eludiendo el pago de impuestos e incluso cotizaciones a la Seguridad Social, lo que dificulta la llegada de ayudas sociales a quienes realmente las necesitan, cargando a su vez sobre los hombros de unos pocos el mantenimiento del Estado del Bienestar.

Si se incrementa la demanda, y como consecuencia de ello suben los precios, aumentando a la vez la cifra de desempleados y las oficiales de disminución del poder adquisitivo de las familias, es porque existe una corriente de gasto proviniente de economías que escapan al control fiscal que, a su vez, provocan un profundo deterioro en una sociedad como la nuestra, en sus niveles más bajos de desarrollo económico y social.

El electoralismo del que nuestros representantes políticos han venido haciendo gala, en un Estado social que en lugar de serlo se ha convertido en sumamente injusto, despilfarrador e inequitativo, ha traído como consecuencia, en comunidades deprimidas como la andaluza y en provincias como la de Córdoba, al frente de este negativo ranquin, que no haya florecido la cultura del esfuerzo y la responsabilidad común para asentarse otra del individualismo, del sálvese quien pueda, que al final se nota mucho en la cualidad y calidad de nuestro sistema productivo, excesivamente atomizado y sin orden alguno.

Ese sálvese quien pueda, amparado desde los gobiernos socialistas, ha venido poniendo su vista en el interés personal sin valorar que el proceso social ha de ser, ante todo, solidario.

De ahí la enorme paradoja de que viviendo en una provincia políticamente socialista -así lo muestra la mayoría del PSOE en la Diputación Provincial- ésta no sea socialmente justa, si tenemos en cuenta los desequilibrios que en ella se dan, lo que nos indica una degradación de principios que evidentemente nadie querrá asumir.

No es el dato del coste de la vida en Córdoba un apunte más de una valoración estadística: representa la expresión de una sociedad sin rumbo fijo que está necesitada de valores que no se le han querido ni sabido transmitir. Mientras, la sangría de puestos de trabajo continúa, el coste de la vida se encarece y cada cual saca la cabeza por donde puede, aún a costa de que otros se ahoguen...
ENRIQUE BELLIDO
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