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¿Todo para el pueblo, pero sin el pueblo?

¿Cuánto tiempo hace que gobierna el PSOE en Andalucía? ¿Cuánto tiempo hace que gobierna el PP en Valencia? En ambos casos podemos hablar de una eternidad. ¿Realmente hay alternativa en los dos ejemplos aducidos? Estos dos casos son solo la punta del iceberg y los traigo aquí como ejemplos de muestra, aunque hay más. Está claro que cada partido permanece en el poder el tiempo que las urnas le habiliten para ello, y las urnas, en definitiva, somos los votantes, que con nuestro voto, cada cuatro años, legitimamos a un partido (en este caso con su “listita” cerrada) para que acceda al poder, mientras que los otros pasan a la oposición.

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Puede que cada uno de nosotros aseguremos, a título de votante individual, que le damos el voto al partido que nos merece más confianza, argumento éste que no pongo en duda; al partido del que vamos a estar más seguros que cumplirá con la ley; partido que creemos que mejor defenderá nuestros intereses y que hará más por el pueblo; que es más honrado; etcétera.

En abstracto todos los partidos no son iguales, pero sí podríamos afirmar que todos los partidos son (al menos eso declaran en sus discursos) buenos: les interesa el bien de los ciudadanos, defenderán al país de cualquier tipo de ingerencia frente a los demás países, velarán para que se cumplan las leyes, y un largo etcétera que somos incapaces de enumerar. En abstracto todos los partidos son honrados, buenos y capaces para gobernar el país, la comunidad o el municipio.

Y en concreto ¿da igual que gobierne un partido que otro, tanto si es de derechas como si es de izquierdas? Supongo que me vais a contestar contundentemente que no. Y no hay que ser muy listo para, con el programa en la mano, entender que no es lo mismo que gobierne la izquierda que la derecha.

Pero claro, una cosa son los programas, las intenciones “mitinezcas” o “mitineras”, para el caso es lo mismo, y otra la realidad cotidiana del ejercicio del poder. Ejercicio del poder que está llevado a término por personas con sus virtudes, capacidades, preparación, además de sus defectos, carencias y debilidades.

En este país nuestro nos movemos, prácticamente desde que se instauró la Democracia, con la presencia de distintos partidos: unos aglutinados en el espectro de la llamada "izquierda" y otros en el reclamo del centro o en la llamada "derecha".

Lo que sí es cierto que, tanto en el panorama general como en el autonómico, el tablero se reduce a la preponderancia de dos partidos: PSOE y PP. Y con ello quiero justificar las dos preguntas que inician este artículo.

Estos días me he leído atentamente las disquisiciones que acertadamente nos han hecho en Montilla Digital dos de sus articulistas. Me refiero exactamente a El pecado del andalucismo y La Andalucía que yo quiero.

Y en La Andalucía que yo quiero, Mario J. Hurtado dice: “La condición inexcusable para lograr la Andalucía que yo quiero es, sin duda alguna, el incremento de nuestro nivel cultural. Porque, reconozcámoslo, tenemos mucho arte, pero muy poca cultura. La Andalucía que yo quiero, en fin, está lejos aún”.

Y en uno de los comentarios a este artículo, Raúl Solís dice: “Me gustaría también tener una Andalucía en la que haya un partido que no obedezca a intereses centralistas y sólo tenga como meta defender a los andaluces y andaluzas, y de ellos a los que menos posibilidades tengan”.

Aquí nos han “pillao” con el paso cambiado. Tanto el PSOE-A, como el PP-V, son, sin lugar a dudas, partidos ambos que se mueven al son de la música que toca Madrid, donde reside la cúpula de sus correspondientes partidos.

PSOE y PP, los dos son partidos nacionales, que a veces quieren hacer malabares para integrar las diversas y opuestas reivindicaciones, en sus respectivas comunidades. Los problemas de Andalucía o Valencia (comunidad) no son los mismos, las soluciones tampoco.

Y nuestros políticos deben estar cerca y ligados a la ciudadanía para transmitirles en todo momento qué es lo que necesitamos, lo que queremos. El político es un servidor del pueblo al que debe estar “obligado” a lo largo de su mandato.

“El pueblo no debería temer a los gobernantes; los gobernantes deberían temer al pueblo”. Partiendo de esta aseveración, hecha realidad en algunos de los pueblos ribereños del sur del Mediterráneo y que estos últimos días estamos viviendo muy de cerca, quisiera ir un poco más lejos con este comentario, e introducir una modesta cuña en la línea de flotación de los partidos, de todos los partidos, tanto nacionales como autonómicos.

La cuña a tener en cuenta, para cuando nos toque votar, es bastante simple y poco revolucionaria: no puede estar un partido tanto tiempo en el poder si nos movemos en el ámbito de partido. Si por el contrario, nos movemos en el ámbito de las personas concretas, no pueden permanecer los mismos sujetos que representan a estos partidos, tanto tiempo en el poder, de la misma forma que en ciertas democracias, el cargo de presidente, está limitado en el tiempo y cuando cambia el primer mandatario, con él cambia todo el equipo. Permanecer mucho tiempo en política por parte de un candidato, puede ser fatal para la misma democracia, así como nefasto para el pueblo.

Dicen que el poder corrompe y si además ese poder es de larga duración, creo que estamos autorizados a pensar y creer que la corrupción está garantizada. Los motivos pueden ser muy variados: los políticos se adocenan; sus señorías terminan creyéndose que forman parte de una clase especial, muy por encima de sus votantes y que están en un plano muy superior al del resto de los mortales; la mayor parte de sus señorías viven durante ese tiempo del ejercicio político a cuerpo de rey, a expensas del erario público, es decir de nuestros impuestos; la corrupción les acecha por los diversos rincones del poder y siempre atrapa a cualquiera de ellos.

Pero sobre todo olvidan el motivo por el que están ahí: “hacer felices a los ciudadanos”, y no olvidemos que la felicidad para la ciudadanía es ante todo y sobre todo trabajo, salud y educación. Supongo que es muy fácil dejarse atrapar, total ¡por una vez y sin que nadie se entere! El problema es que más tarde o más temprano, los pecados del poder salen a la superficie en forma de cadáveres flotantes que terminan por señalar al asesino.

Los tiempos de mandato deben ser más restringidos para que no se aparten de la realidad de sus paisanos, de esos ciudadanos por los que, gracias a ellos y al partido, están dónde están.

Que conste, que no me cabe la menor duda de que hay gente muy capaz y muy honrada en la política nacional o autonómica. Y que no tienen antigüedad en una empresa desde el mismo día que nacieran, salvo en el caso, que sepamos hasta el momento, del señor Antonio Fernández en Jerez. Y aún en este caso quiero suponer que estamos ante un error administrativo.

“¿Todas las “elecciones políticas” se basan en las mentiras, y sin embargo las mentiras tienen que parecer verdad?”. ¿Por qué votamos en listas cerradas a personas que, salvo el partido, nadie las conoce? Temas estos que dejamos para otra ocasión.
PEPE CANTILLO
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