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¿Sería usted buen concejal?

Leía hace unos días que el actual alcalde de Córdoba y candidato de Izquierda Unida para revalidar el cargo, Andrés Ocaña, solicitaba de su formación política que dos de los actuales concejales de su Grupo figurasen en los primeros puestos de la candidatura para las municipales. Supongo que en esas fechas hervirían las sedes de los partidos elaborando candidaturas, un hecho que, al margen del contenido orgánico que siempre lo condiciona, debiera tener, ya que seguimos sin poder contar con listas abiertas, un componente mucho más participativo, de manera que quienes ocupen opciones electorales puedan cumplir más adecuadamente con sus funciones, representando, por otra parte, al mayor espectro social de la población.

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¿Cuál es el concejal ideal? Al margen de su vocación política -que hay que suponérsela por encima de la laboral que pudiera mover a algunos- y de su honestidad personal -que es un elemento siempre a demostrar-, el futuro concejal debe ser alguien capaz de gestionar desde el ámbito político cuestiones, en muchos casos, técnicas, lo que le obligará a realizar un doble ejercicio de comunicación, con la ciudadanía, para valorar sus demandas y necesidades, así como con los técnicos municipales a fin de adaptar los recursos disponibles a los proyectos políticos que se deseen poner en marcha.

No soy de los que piensan que para gestionar el área de Infraestructuras, de Tráfico, de Seguridad o de Urbanismo haya que ser un profesional de cada una de esas ramas, pero sí que quienes estén al frente de las mismas tengan la claridad de ideas suficiente para establecer los límites entre lo político y electoralista y aquello que es a otros a quienes compete la toma de decisiones.

El concejal debe ser alguien cercano. Y cuando digo "cercano" no me refiero a que ocupe todo su tiempo de romería en romería, de perol en perol, de cofradía en cofradía o de caseta en caseta de la feria. Me refiero a su disponibilidad personal para escuchar, para atender a quienes algo tienen que decir y para dar respuestas -respuestas sin demagogia- a la sociedad.

Es más. Yo animaría a los partidos políticos a que escogiesen a sus candidatos de entre los barrios de la ciudad, del centro y la periferia, de forma que la cercanía también fuese física, jugando a favor de un más global conocimiento de la ciudad por parte de la Corporación en grupo.

Y el concejal debe ser, sobre todo, demócrata. Y no me malinterpreten. No es que piense yo que existen partidos democráticos y otros que no lo son. En absoluto.
Me refiero a que el talante del concejal -especialmente del concejal, por ser el representante más cercano y el que con mayor inmediatez ha de evacuar soluciones- debe ser de una permamente actitud de fluidez en su grado de comunicación con el resto de concejales del gobierno o la oposición municipal, de forma que las decisiones que adopte cuenten con la mayor participación y apoyo posible, liberándose de la guerra partidista que tanto enlentece a veces lo público.

No crean que se necesiten más requisitos para ser un buen concejal y, sin embargo, siendo tan pocos los precisos, en demasiadas ocasiones los concejales o bien pasan sin pena ni gloria por los ayuntamientos o son los partidos políticos los que se encargan de someterlos a una disciplina orgánica enfrentada al sentido real de su representación popular.

Si existe una institución en la que quien ama la política puede disfrutar de ella ésa es el Ayuntamiento. Pero, también, nuestros ayuntamientos delatan mucho mejor que cualesquiera otras instituciones a quienes acuden a ellos movidos por su apetencia personal, su necesidad laboral o unas aspiraciones políticas ajenas al nivel de servicio que el municipalismo exige.

Y en cuanto a la pretensión de Ocaña, creo que es legítimo que un candidato a la Alcaldía goce de la posibilidad de hacerse con un núcleo de equipo que considere idóneo. Ello supone que es él quien asume la responsabilidad sobre la calidad del ejercicio político de los que le acompañen en esos términos.

Lo que me parece perverso es que la representación municipal se estructure en función de cuotas de poder que, al final, lo único que persiguen es el control político desde el partido, en lugar de buscar la idoneidad de los miembros que la integren.
ENRIQUE BELLIDO
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