Sé que este artículo no llegará a los sinvergüenzas que han usado toda la vida el término “palomo cojo” para referirse a la caza del maricón. Sé que la lectura no suele ser una afición de estos demócratas de pega, que exigen a los inmigrantes firmar un contrato de integración pero han olvidado integrarse ellos.
También sé que este artículo tampoco lo leerán aquellos indeseables que se refieren a las personas discapacitadas como “tontitos”; ni los que piensan que los andaluces o extremeños somos “analfabetos, subsidiados o vagos”; ni los que mandan a las mujeres una horas antes a casa para que nos “hagan la comida”; ni los que nos enviaron a una guerra basada en mentiras; ni los que se apropian de la democracia para arrebatárnosla; ni los que expanden su mierda para salpicar la vida política, sabedores de que sus votantes no dejarán de votarlos, truene, ventee, llueva o granice.
Sé que los que han hecho del “tono coloquial” la excusa para disparar contra los palomos cojos, discapacitados, andaluces, extremeños, mujeres, etc., en realidad no leen. De ahí la explicación que hagan del tono coloquial su único uso posible del lenguaje, y por ello usan el idioma constantemente para expulsar de esta sociedad a todo el que no se asemeje a su estrechez mental.
Estos seres coloquiales, cada vez que abren la boca, por no decir "bocaza", muestran el alto grado de putrefacción de sus pensamientos. No sería grave si estos personajes indigestos no fueran diputados, alcaldes, concejales y representantes de una corriente política que aglutina a más de diez millones de españoles.
El último chascarrillo homófobo y machista lo ha escupido el alcalde de Badajoz. En un momento de inspiración fascista, el regidor pacense afirmó que “en Extremadura a los palomos cojos los echamos. Aquí estamos todos muy sanos, gracias a Dios”. Conocido su gusto por la caza, en realidad ha querido decir que a él lo que le motiva es salir a la caza del palomo cojo. Disparar contra ellos, como hace en su coto los domingos de caza.
Las reacciones no se han hecho esperar y el cazador homófobo se ha visto obligado a pedir disculpas porque sus palabras fueron “malinterpretadas”. Mentira, eso es lo que piensa. Que los palomos cojos han de ser tiroteados y expulsados del palomar no vaya a ser que el plumaje infecte a los otros palomos “sanos”.
Por desgracia, muchos palomos cojos han tenido que huir de su respectivo palomar en el momento de conocer su cojera. Ser palomo cojo sigue siendo un estigma si vives en núcleos rurales o en zonas donde abunden gentuzas que hacen del tono coloquial un arma destructiva para aniquilar a los palomos osados que se atreven a cojear.
Sé que no leerán este humilde artículo, pero no me importa. No escribo para ellos, lo hago por la indignación que me produce que hayamos insertado en el sistema democrático a personas tan inmorales, indecentes e irrespetuosas con los ciudadanos que más han sufrido la maldad de estos individuos tan nauseabundos.
Querido lectores, la expresión “palomo cojo” –históricamente usada para insultar a los homosexuales- la he usado a conciencia como término positivo y de orgullo. Si conseguimos dar la vuelta al lenguaje y revertimos el significado peyorativo que estos personajes han usado para atacar a los palomos cojos, los dejamos sin armas para su caza.
Ser palomo cojo no es ningún desmérito pero ser una fascista “redomao” hoy lleva a que la vergüenza no la pasen los que aman a personas de su mismo sexo sino que el bochorno público lo padecen estos alcaldes que jamás leerán nada que les haga pensar.
También sé que este artículo tampoco lo leerán aquellos indeseables que se refieren a las personas discapacitadas como “tontitos”; ni los que piensan que los andaluces o extremeños somos “analfabetos, subsidiados o vagos”; ni los que mandan a las mujeres una horas antes a casa para que nos “hagan la comida”; ni los que nos enviaron a una guerra basada en mentiras; ni los que se apropian de la democracia para arrebatárnosla; ni los que expanden su mierda para salpicar la vida política, sabedores de que sus votantes no dejarán de votarlos, truene, ventee, llueva o granice.
Sé que los que han hecho del “tono coloquial” la excusa para disparar contra los palomos cojos, discapacitados, andaluces, extremeños, mujeres, etc., en realidad no leen. De ahí la explicación que hagan del tono coloquial su único uso posible del lenguaje, y por ello usan el idioma constantemente para expulsar de esta sociedad a todo el que no se asemeje a su estrechez mental.
Estos seres coloquiales, cada vez que abren la boca, por no decir "bocaza", muestran el alto grado de putrefacción de sus pensamientos. No sería grave si estos personajes indigestos no fueran diputados, alcaldes, concejales y representantes de una corriente política que aglutina a más de diez millones de españoles.
El último chascarrillo homófobo y machista lo ha escupido el alcalde de Badajoz. En un momento de inspiración fascista, el regidor pacense afirmó que “en Extremadura a los palomos cojos los echamos. Aquí estamos todos muy sanos, gracias a Dios”. Conocido su gusto por la caza, en realidad ha querido decir que a él lo que le motiva es salir a la caza del palomo cojo. Disparar contra ellos, como hace en su coto los domingos de caza.
Las reacciones no se han hecho esperar y el cazador homófobo se ha visto obligado a pedir disculpas porque sus palabras fueron “malinterpretadas”. Mentira, eso es lo que piensa. Que los palomos cojos han de ser tiroteados y expulsados del palomar no vaya a ser que el plumaje infecte a los otros palomos “sanos”.
Por desgracia, muchos palomos cojos han tenido que huir de su respectivo palomar en el momento de conocer su cojera. Ser palomo cojo sigue siendo un estigma si vives en núcleos rurales o en zonas donde abunden gentuzas que hacen del tono coloquial un arma destructiva para aniquilar a los palomos osados que se atreven a cojear.
Sé que no leerán este humilde artículo, pero no me importa. No escribo para ellos, lo hago por la indignación que me produce que hayamos insertado en el sistema democrático a personas tan inmorales, indecentes e irrespetuosas con los ciudadanos que más han sufrido la maldad de estos individuos tan nauseabundos.
Querido lectores, la expresión “palomo cojo” –históricamente usada para insultar a los homosexuales- la he usado a conciencia como término positivo y de orgullo. Si conseguimos dar la vuelta al lenguaje y revertimos el significado peyorativo que estos personajes han usado para atacar a los palomos cojos, los dejamos sin armas para su caza.
Ser palomo cojo no es ningún desmérito pero ser una fascista “redomao” hoy lleva a que la vergüenza no la pasen los que aman a personas de su mismo sexo sino que el bochorno público lo padecen estos alcaldes que jamás leerán nada que les haga pensar.
RAÚL SOLÍS