En la foto, un árbol -aunque la niebla no deje verlo bien, que, dicho sea de paso, era el propósito-. 100 árboles, un bosque. 1000 árboles, una selva. 1001, nuestro pulmón. En 2011 conmemoramos el Año Internacional de los Bosques. Los bosques, esos grandes edenes que literalmente nos dan de comer, son nuestro principal sustento, algo que está incluso por encima de la tan necesaria y casi siempre hasta placentera alimentación -algo que si de pronto desapareciera de la faz de la Tierra probablemente no nos permitiría vivir más que unos pocos días-.
Los bosques son la gran fábrica del oxígeno que nos permite respirar durante las 24 horas del día. Si se acaban los bosques, se acaba el oxígeno; y si se acaba el oxígeno, se acaba la vida. Toda la vida.
Solo la gran selva que rodea las cuencas de los dos grandes ríos sudamericanos, el Amazonas y el Orinoco, proporcionan una tercera parte del total del oxígeno que se produce en todo el planeta. Es por eso que conocemos este gran paraíso como El pulmón de la Tierra. Esta selva es tan biológicamente perfecta que lleva 80 millones de años siendo así, tal y como la conocemos actualmente, con los mismos animales, los mismos árboles, los mismos sonidos y los mismos ciclos. ¿Para qué cambiar si este mundo es tan biológicamente perfecto?
Pero no todo es tan halagüeño como se está pintando hasta ahora: poco a poco, la mano del hombre ha ido penetrando en lo más profundo de los abismos forestales, destrozando cada año cerca de la friolera de 13 millones de hectáreas de estos grandes santuarios del mundo. Esta superficie es la equivalente a un cuarto del total de nuestra Península.
Para que nos hagamos una idea, cada minuto arrasamos con una media de 20 campos de fútbol, pero con árboles incluidos. ¿Queréis asustaros un poco más? Desde hace 300 años hemos aniquilado el 40 por ciento de toda la masa forestal que existía a nivel mundial, que se dice pronto.
Si seguimos así, la superpoblación provocará que un día seamos tantos pares de pulmoncitos trabajando juntos que necesitaremos más oxígeno del que es capaz de producir todo este gran pulmón que tiene la Tierra. Pero quizá este día ya se hayan talado los suficientes árboles como para que este pulmón del que hablamos ya no sea tan grande como hoy.
Ese día, el día en que la gacela se vuelva contra el leopardo y le clave su cornamenta, si no nos hemos extinguido ya por cualquier otro motivo, será el día en que el demonio empiece a trabajar en el contrato que ya hemos firmado con él hace ya mucho tiempo.
Y es aquí donde llegamos a la conclusión (y no me digáis "pesimista" precisamente a mí) de esta pequeña historia que no he escrito yo, sino que hemos creado, entre todos, un porcentaje digamos que casi por encima del total de la población de Homo sapiens existente en el planeta, exterminadores de masa forestal y contaminadores de oxígeno, que no sabemos ser personas y que entre todos formamos un terrible y ya casi incurable cáncer en el complejo tejido de esa gran casa nuestra a la que llamamos "Tierra".
Y termino ampliando una gran frase, no sé muy bien de qué autor, pero que se ha hecho muy famosa ya en muchas de las redes sociales y programas de chat que usamos actualmente la mayoría de los jóvenes de los países desarrollados (económicamente):
Querido amigo mal llamado Homo sapiens; seas quien seas; te llames como te llames; te pongas la corbata que te pongas; solo cuando hayas talado el último árbol, solo cuando hayas matado al último lince, solo cuando hayas secado la última gota de agua que quede sobre nuestro ingenuo planeta, solo en ese instante te darás cuenta, oh joven representante de la más inteligente de las especies animales que existen en el universo, de que no te puedes comer el dinero.
Los bosques son la gran fábrica del oxígeno que nos permite respirar durante las 24 horas del día. Si se acaban los bosques, se acaba el oxígeno; y si se acaba el oxígeno, se acaba la vida. Toda la vida.
Solo la gran selva que rodea las cuencas de los dos grandes ríos sudamericanos, el Amazonas y el Orinoco, proporcionan una tercera parte del total del oxígeno que se produce en todo el planeta. Es por eso que conocemos este gran paraíso como El pulmón de la Tierra. Esta selva es tan biológicamente perfecta que lleva 80 millones de años siendo así, tal y como la conocemos actualmente, con los mismos animales, los mismos árboles, los mismos sonidos y los mismos ciclos. ¿Para qué cambiar si este mundo es tan biológicamente perfecto?
Pero no todo es tan halagüeño como se está pintando hasta ahora: poco a poco, la mano del hombre ha ido penetrando en lo más profundo de los abismos forestales, destrozando cada año cerca de la friolera de 13 millones de hectáreas de estos grandes santuarios del mundo. Esta superficie es la equivalente a un cuarto del total de nuestra Península.
Para que nos hagamos una idea, cada minuto arrasamos con una media de 20 campos de fútbol, pero con árboles incluidos. ¿Queréis asustaros un poco más? Desde hace 300 años hemos aniquilado el 40 por ciento de toda la masa forestal que existía a nivel mundial, que se dice pronto.
Si seguimos así, la superpoblación provocará que un día seamos tantos pares de pulmoncitos trabajando juntos que necesitaremos más oxígeno del que es capaz de producir todo este gran pulmón que tiene la Tierra. Pero quizá este día ya se hayan talado los suficientes árboles como para que este pulmón del que hablamos ya no sea tan grande como hoy.
Ese día, el día en que la gacela se vuelva contra el leopardo y le clave su cornamenta, si no nos hemos extinguido ya por cualquier otro motivo, será el día en que el demonio empiece a trabajar en el contrato que ya hemos firmado con él hace ya mucho tiempo.
Y es aquí donde llegamos a la conclusión (y no me digáis "pesimista" precisamente a mí) de esta pequeña historia que no he escrito yo, sino que hemos creado, entre todos, un porcentaje digamos que casi por encima del total de la población de Homo sapiens existente en el planeta, exterminadores de masa forestal y contaminadores de oxígeno, que no sabemos ser personas y que entre todos formamos un terrible y ya casi incurable cáncer en el complejo tejido de esa gran casa nuestra a la que llamamos "Tierra".
Y termino ampliando una gran frase, no sé muy bien de qué autor, pero que se ha hecho muy famosa ya en muchas de las redes sociales y programas de chat que usamos actualmente la mayoría de los jóvenes de los países desarrollados (económicamente):
Querido amigo mal llamado Homo sapiens; seas quien seas; te llames como te llames; te pongas la corbata que te pongas; solo cuando hayas talado el último árbol, solo cuando hayas matado al último lince, solo cuando hayas secado la última gota de agua que quede sobre nuestro ingenuo planeta, solo en ese instante te darás cuenta, oh joven representante de la más inteligente de las especies animales que existen en el universo, de que no te puedes comer el dinero.
MANUEL CRUZ