Al español medio-joven le puede resultar ridículo hablar de "libertad". Libertad en el sentido más estricto y objetivo posible. Libertad para ser, crecer, amar, estudiar, trabajar y, en definitiva, vivir como un ciudadano sujeto a unas posibilidades realmente favorables para fijar un determinamiento propio. Bien es así, que la cuasi-valorada libertad no es extensible conforme nuestras fronteras dejan de ser reino ibérico. Los afortunados, nosotros, alejados de la realidad que supuso el Mayo francés del 68, alejados de la revolución política y social que están viviendo los ex colonizados países del norte de África y en definitiva, jóvenes alejados.
FOTO: REUTERS
Y es que, a finales del siglo XIX, el poder imperialista de la mayoría de las “pseudodemocracias” europeas se embarcaron en un nuevo proceso colonizador en el continente africano.
El choque social, económico, cultural y político no es el único que determina que una sociedad experimente cambios tan susceptibles en un período de décadas, cuando la mayor parte del mundo occidental ha necesitado dos milenios, si no que la regeneración ciudadana hizo el resto. Los pueblos africanos intentando mediar la universalidad del concepto de “libertad” consiguen ser libres del imperialismo y esclavos de ellos mismos.
Para sorpresa de muchos, en la recién estrenada segunda década del siglo XXI, unas simples revueltas, comienzan a extenderse bajo la atenta mirada de un mundo más preocupado en sistemas económicos, pobres clases políticas, inseguridades de base racista y en ridículas ayudas al desarrollo.
Y son sólo eso, simples revueltas que han hecho caer el régimen dictatorial de Túnez; revueltas que ponen la vista en el país de las pirámides. Revueltas, al fin y al cabo, que se hacen notar en Yemen, Jordania, Argelia y un gran número de países donde realmente hablar de "libertad" sigue siendo un tabú.
Un tabú, como siempre, promovido por aquellos que tuvieron la suerte de nacer kilómetros más arriba o más al oeste; de aquellos que luchan por la igualdad, por el progreso, por su idea de moral, por su democracia y por su realidad; por aquellos que apoyaron y apoyan a los que creen en su única libertad: la libertad propia e individual en base a la opresión de los pueblos.
Más de 300 muertos según fuentes de la ONU (Egipto). En donde no se cumplen la mitad de los principales derechos humanos como los civiles o políticos, como las formas de discriminación a la mujer, sobre los derechos del menor, o simplemente, sobre las personas con discapacidad.
Así son el Egipto de Mubarak, era el Túnez de Ali, o el Marruecos de Mohamed VI. Importantes aliados económicos de desarrolladas potencias de la Unión Europea o Estados Unidos, que han visto cómo millones de personas pedían libertad, su libertad, ante la atenta mirada del mundo, ante la atenta mirada de las “memocracias” que años antes lucharon por la dignidad de su propio pueblo.
Para terminar, me quedo con la frase de uno de mis artistas favoritos, Ismael Serrano, en su tema Papá cuéntame otra vez (directo): “Para los que estáis aquí, para los ausentes. Por tantos años. Por acercarme a la certeza de que otro mundo es posible, porque vosotros sabéis como yo, que los que antes de ayer morían en Vietnam, ayer lo hacían en Bosnia y hoy lo hacen en Bagdad”.
FOTO: REUTERS
Y es que, a finales del siglo XIX, el poder imperialista de la mayoría de las “pseudodemocracias” europeas se embarcaron en un nuevo proceso colonizador en el continente africano.
El choque social, económico, cultural y político no es el único que determina que una sociedad experimente cambios tan susceptibles en un período de décadas, cuando la mayor parte del mundo occidental ha necesitado dos milenios, si no que la regeneración ciudadana hizo el resto. Los pueblos africanos intentando mediar la universalidad del concepto de “libertad” consiguen ser libres del imperialismo y esclavos de ellos mismos.
Para sorpresa de muchos, en la recién estrenada segunda década del siglo XXI, unas simples revueltas, comienzan a extenderse bajo la atenta mirada de un mundo más preocupado en sistemas económicos, pobres clases políticas, inseguridades de base racista y en ridículas ayudas al desarrollo.
Y son sólo eso, simples revueltas que han hecho caer el régimen dictatorial de Túnez; revueltas que ponen la vista en el país de las pirámides. Revueltas, al fin y al cabo, que se hacen notar en Yemen, Jordania, Argelia y un gran número de países donde realmente hablar de "libertad" sigue siendo un tabú.
Un tabú, como siempre, promovido por aquellos que tuvieron la suerte de nacer kilómetros más arriba o más al oeste; de aquellos que luchan por la igualdad, por el progreso, por su idea de moral, por su democracia y por su realidad; por aquellos que apoyaron y apoyan a los que creen en su única libertad: la libertad propia e individual en base a la opresión de los pueblos.
Más de 300 muertos según fuentes de la ONU (Egipto). En donde no se cumplen la mitad de los principales derechos humanos como los civiles o políticos, como las formas de discriminación a la mujer, sobre los derechos del menor, o simplemente, sobre las personas con discapacidad.
Así son el Egipto de Mubarak, era el Túnez de Ali, o el Marruecos de Mohamed VI. Importantes aliados económicos de desarrolladas potencias de la Unión Europea o Estados Unidos, que han visto cómo millones de personas pedían libertad, su libertad, ante la atenta mirada del mundo, ante la atenta mirada de las “memocracias” que años antes lucharon por la dignidad de su propio pueblo.
Para terminar, me quedo con la frase de uno de mis artistas favoritos, Ismael Serrano, en su tema Papá cuéntame otra vez (directo): “Para los que estáis aquí, para los ausentes. Por tantos años. Por acercarme a la certeza de que otro mundo es posible, porque vosotros sabéis como yo, que los que antes de ayer morían en Vietnam, ayer lo hacían en Bosnia y hoy lo hacen en Bagdad”.
ANTONIO LIGERO