Tal vez sería esa la frase que destacaría del último cónclave que los socialistas celebraron en Sevilla, preparando las próximas elecciones municipales. La pronunciaba su secretario general, Rodríguez Zapatero, que esa misma mañana se desayunaría leyendo en Diario de Sevilla las duras críticas que contra él dirigía su compañero de partido y quien fuera el primer presidente de la Comunidad Autónoma de Madrid, Joaquín Leguina. Y lo hacía en el marco de una situación política en la que hasta la encuesta del CIS ofrece una clara ventaja del Partido Popular sobre los socialistas por lo que, tal vez sin darse cuenta, Zapatero refrendaba esos méritos que en su intervención dudaba que hubiesen puesto sobre el tapete los populares.
¿Hay que merecerlo para ganar? Lo que parece obvio en cualquier otro orden de la vida, en política, en democracia concretamente, no digamos ya en otro tipo de regímenes políticos, no resulta tan consistente.
Y no solo porque el nivel de méritos que la población exige a los partidos es en ocasiones muy bajo, cayéndose en un conservadurismo social que, paradójicamente, beneficia en muchos casos a las formaciones de izquierdas -el caso de Andalucía representa una clara expresión de ello-, sino porque cuando se es oposición resulta mucho más determinante vencer por deméritos de quien gobierna que por aciertos propios al no tenerse capacidad ni responsabilidad de gestión.
Es cierto que toda la oposición de un partido no puede basarse en la crítica a quien gobierna, pero no lo es menos que este ejercicio es consustancial a la democracia y representa el principal control que sobre quien ostenta el poder ejecutivo debe ejercerse.
Se equivoca, por tanto, Rodríguez Zapatero, porque por mucho que la alternativa deba ser ilusionante -y es cierto que Rajoy no siempre es capaz de transmitir esa sensación-, lo verdaderamente cierto es que, en política, para perder hay que merecerlo, y en este caso el Gobierno del PSOE viene haciendo méritos desde hace años para, al menos en el momento actual, obtener las expectativas negativas que todas las encuestas le brindan.
Este escenario, que se da a nivel de elecciones generales, no tiene que corresponderse necesariamente con el que finalmente se consolide en las autonómicas y locales del mes de mayo. Los parámetros de mérito siguen siendo los mismos, pero siendo verdad que la gestión nacional puede influir en la percepción electoral que el ciudadano pueda tener sobre determinados partidos, existen otros factores autonómicos y locales que pueden resultar determinantes.
Por ello que quiera detenerme, aunque sea solo unas líneas, a valorar qué puede suceder en nuestra provincia en las municipales próximas. ¿Será posible que aquellos 25 municipios en los que se comprometía a alcanzar el Gobierno José Antonio Nieto en su toma de posesión como presidente provincial del PP pasen de manos de la izquierda al partido de centro?
Pienso que no va a resultar fácil alcanzar esos resultados si tenemos en cuenta la situación desde la que se parte, con clara hegemonía de la izquierda en un medio como es el rural cordobés en el que no ha sido tan notorio, al menos así nos lo han hecho percibir gobiernos y oposiciones locales, el descrédito de los gobernantes que, como comentaba antes, representa, en gran medida, uno de los factores determinantes para el cambio de voto.
No se trata solo de conseguir unos buenos candidatos -algo que en cualquier caso no sé si se ha logrado en todos los municipios-, sino de haber realizado una labor de oposición que dejase en evidencia los errores de quienes han gobernado.
Baena, Palma del Río, Puente Genil, Montilla, Pozoblanco, Priego, Peñarroya-Pueblonuevo, Cabra e incluso Lucena -que son los municipios cordobeses con un mayor número de habitantes y que marcarán el éxito o no de los resultados provinciales- se presentan como interrogantes en un proceso electoral que viene siendo hostil al Partido Popular y que, según sus resultados, puede ser determinante en el cambio de la tendencia de voto de cara a las autonómicas.
De ahí que en base a los resultados que se produzcan en nuestra provincia y en las otras siete andaluzas, no me extrañaría que los socialistas tomasen la decisión de adelantar o no las autonómicas, desvinculándolas de las generales para así evitar el fenómeno de arrastre negativo que a nivel nacional tendría el PSOE.
El trabajo ya está realizado y la campaña electoral, salvo en el caso de Córdoba capital con la aparición en escena de Rafael Gómez y algún otro caso similar que pudiera darse en la provincia, poco o nada va a influir en el resultado final.
¿Hay que merecerlo para ganar? Lo que parece obvio en cualquier otro orden de la vida, en política, en democracia concretamente, no digamos ya en otro tipo de regímenes políticos, no resulta tan consistente.
Y no solo porque el nivel de méritos que la población exige a los partidos es en ocasiones muy bajo, cayéndose en un conservadurismo social que, paradójicamente, beneficia en muchos casos a las formaciones de izquierdas -el caso de Andalucía representa una clara expresión de ello-, sino porque cuando se es oposición resulta mucho más determinante vencer por deméritos de quien gobierna que por aciertos propios al no tenerse capacidad ni responsabilidad de gestión.
Es cierto que toda la oposición de un partido no puede basarse en la crítica a quien gobierna, pero no lo es menos que este ejercicio es consustancial a la democracia y representa el principal control que sobre quien ostenta el poder ejecutivo debe ejercerse.
Se equivoca, por tanto, Rodríguez Zapatero, porque por mucho que la alternativa deba ser ilusionante -y es cierto que Rajoy no siempre es capaz de transmitir esa sensación-, lo verdaderamente cierto es que, en política, para perder hay que merecerlo, y en este caso el Gobierno del PSOE viene haciendo méritos desde hace años para, al menos en el momento actual, obtener las expectativas negativas que todas las encuestas le brindan.
Este escenario, que se da a nivel de elecciones generales, no tiene que corresponderse necesariamente con el que finalmente se consolide en las autonómicas y locales del mes de mayo. Los parámetros de mérito siguen siendo los mismos, pero siendo verdad que la gestión nacional puede influir en la percepción electoral que el ciudadano pueda tener sobre determinados partidos, existen otros factores autonómicos y locales que pueden resultar determinantes.
Por ello que quiera detenerme, aunque sea solo unas líneas, a valorar qué puede suceder en nuestra provincia en las municipales próximas. ¿Será posible que aquellos 25 municipios en los que se comprometía a alcanzar el Gobierno José Antonio Nieto en su toma de posesión como presidente provincial del PP pasen de manos de la izquierda al partido de centro?
Pienso que no va a resultar fácil alcanzar esos resultados si tenemos en cuenta la situación desde la que se parte, con clara hegemonía de la izquierda en un medio como es el rural cordobés en el que no ha sido tan notorio, al menos así nos lo han hecho percibir gobiernos y oposiciones locales, el descrédito de los gobernantes que, como comentaba antes, representa, en gran medida, uno de los factores determinantes para el cambio de voto.
No se trata solo de conseguir unos buenos candidatos -algo que en cualquier caso no sé si se ha logrado en todos los municipios-, sino de haber realizado una labor de oposición que dejase en evidencia los errores de quienes han gobernado.
Baena, Palma del Río, Puente Genil, Montilla, Pozoblanco, Priego, Peñarroya-Pueblonuevo, Cabra e incluso Lucena -que son los municipios cordobeses con un mayor número de habitantes y que marcarán el éxito o no de los resultados provinciales- se presentan como interrogantes en un proceso electoral que viene siendo hostil al Partido Popular y que, según sus resultados, puede ser determinante en el cambio de la tendencia de voto de cara a las autonómicas.
De ahí que en base a los resultados que se produzcan en nuestra provincia y en las otras siete andaluzas, no me extrañaría que los socialistas tomasen la decisión de adelantar o no las autonómicas, desvinculándolas de las generales para así evitar el fenómeno de arrastre negativo que a nivel nacional tendría el PSOE.
El trabajo ya está realizado y la campaña electoral, salvo en el caso de Córdoba capital con la aparición en escena de Rafael Gómez y algún otro caso similar que pudiera darse en la provincia, poco o nada va a influir en el resultado final.
ENRIQUE BELLIDO