El año 2011 se inicia con las revueltas sociales de los pueblos del sur del Mediterráneo. Podemos afirmar, sin miedo a equivocarnos, que el mundo nuevamente está convulsionado. Basta que se hayan levantado los países del norte de África para que todo se haya alterado. Son los dueños del petróleo y estamos en la globalidad absoluta.
Primero fue Túnez, el paraíso de las vacaciones de los americanos, luego Egipto. Las manifestaciones mantenidas a lo largo de muchos días en la plaza Tahrir han sido un éxito, en parte porque los manifestantes sabían que el mundo entero no los perdía de vista.
El mundo árabe se ha visto en la pantalla y se ha comparado con el resto del mundo y en especial con Occidente, y ese conocimiento es el que, entre otras carencias políticas, sociales y económicas, ha estallado en las calles de Túnez y El Cairo, extendiéndose como reguero de pólvora, en efecto dominó, hasta donde hubiera una grave situación por denunciar y de momento, como algo inminente, estamos a la espera de saber qué pasará en Libia. ¿Está aún lejos la jubilación de Gadafi?
El secretario general de la Liga Arabe, Amre Mussa, insta a acabar con la violencia en Libia señalando que las demandas del pueblo son legítimas. "Los ciudadanos piden reformas, desarrollo y cambio.
Y todas las naciones árabes están unidas en este decisivo momento de nuestra historia", ha señalado Mussa. ¿Quién las une? ¿La necesidad de una democracia real y eficaz? ¿Deseo de un Estado donde la libertad sea un hecho para cada uno de los ciudadanos?
Las protestas en Túnez y El Cairo han triunfado. El dictador amigo de las potencias occidentales se ha ido, pero ¿quién lo sustituirá? Lo que ocurrió días atrás en Túnez y en Egipto está ocurriendo ahora mismo en Libia, en Bahrein y en Yemen y tal vez ocurra mañana en Argelia.
Bahrein, Marruecos y Jordania también están salpicados de este movimiento de “regeneración” y “democracia”, pero su evolución, hasta ahora es distinta. Estas últimas son monarquías antiguas, y como tales ¿están protegidas por un invisible paraguas religioso? Se critica a sus gobiernos pero exculpan a sus monarcas.
"Queremos votar una constitución escrita por los bahreiníes y elegir a nuestro primer ministro de entre los ciudadanos, no de la familia real", dicen los ciudadanos de Bahrein, manifestantes, reclamando sus derechos en la plaza de la Perla, que se ha convertido en símbolo de ese movimiento por la democracia. Cada vez son más ruidosas las voces que rechazan el diálogo y piden un cambio político inmediato.
Muchos son los analistas que intentan averiguar el por qué y el cuándo. Los motivos parecen fáciles de averiguar: las grandes desigualdades sociales, el enriquecimiento de los dictadores con el beneplácito de las potencias extranjeras, pues cómo un periodista ha dicho, son las monarquías petroleras.
Pero también se ha comentado que el pueblo se ha levantado, harto de la represión y de la vulneración de los Derechos Humanos. Derechos Humanos, democracia, libertad, justicia son palabras grandilocuentes y confusas. ¿Por qué ahora? ¿Entiende el mundo musulmán estos conceptos de igual manera que podamos entenderlos en Occidente? Sobre Derechos Humanos podríamos hablar en otra ocasión.
Las causas de la revueltas del mundo árabe (revolución democrática en las intenciones, pero aún no en los resultados, que como es natural están por ver; valga de ejemplo Egipto donde aún no está claro el papel final del ejercito) con sus exigencias de libertades, fin de las desigualdades económicas, agitación del integrismo, son de difícil determinación y peor cuantificación.
Respecto a los instrumentos con que han actuado los manifestantes, se ha repetido hasta la saciedad que sin las redes sociales no habría sido posible el grado de comunicación y de coordinación que han alcanzado.
La Red ha permitido la unión y la emergencia de un nuevo tipo de liderazgo, por primera vez en la historia (eso creo) incorpóreo, sin rostro, con el cual sobraban los dirigentes capaces de arrastrar a las masas hasta la inmolación, si ella era necesaria, para el resultado final.
De momento sólo ha habido un mártir de la revolución en Túnez y en cierta manera, es anónimo y no ha servido como banderín de enganche para ninguna tendencia, salvo para los mismos manifestantes, anónimos y sin cabeza visible que los manipulara.
Por otro lado las revueltas, manifestaciones o revolución, según cada cual quiera nominarlas, el saberse observada y admirada por el mundo entero, gracias a esa tecnología, daba a la protesta un sentido suplementario de misión.
Pero como sustento de todo lo anterior ha jugado también un gran papel la aparición de un medio informativo que sí ha supuesto una revolución en el mundo árabe: Al Yazira, la televisión que desde hace tiempo ha desplegado una extraordinaria pedagogía democrática. Y volvemos al inicio de todo este tema: derecho a la democracia, a las libertades mínimas, a una justicia equitativa, a la igualdad social, laboral, política, en definitiva a unos Derechos Humanos.
La pelota está en el aire y afecta de forma directa a los pueblos ribereños del sur del Mediterráneo y a los pueblos que están al norte del mismo. A las dos orillas del Mare Nostrum les interesa, si no unir sus destinos, cuestión esta que de momento parece prácticamente imposible, sí al menos, alejar el espectro de una guerra de civilizaciones en la que no ganaríamos nadie.
Primero fue Túnez, el paraíso de las vacaciones de los americanos, luego Egipto. Las manifestaciones mantenidas a lo largo de muchos días en la plaza Tahrir han sido un éxito, en parte porque los manifestantes sabían que el mundo entero no los perdía de vista.
El mundo árabe se ha visto en la pantalla y se ha comparado con el resto del mundo y en especial con Occidente, y ese conocimiento es el que, entre otras carencias políticas, sociales y económicas, ha estallado en las calles de Túnez y El Cairo, extendiéndose como reguero de pólvora, en efecto dominó, hasta donde hubiera una grave situación por denunciar y de momento, como algo inminente, estamos a la espera de saber qué pasará en Libia. ¿Está aún lejos la jubilación de Gadafi?
El secretario general de la Liga Arabe, Amre Mussa, insta a acabar con la violencia en Libia señalando que las demandas del pueblo son legítimas. "Los ciudadanos piden reformas, desarrollo y cambio.
Y todas las naciones árabes están unidas en este decisivo momento de nuestra historia", ha señalado Mussa. ¿Quién las une? ¿La necesidad de una democracia real y eficaz? ¿Deseo de un Estado donde la libertad sea un hecho para cada uno de los ciudadanos?
Las protestas en Túnez y El Cairo han triunfado. El dictador amigo de las potencias occidentales se ha ido, pero ¿quién lo sustituirá? Lo que ocurrió días atrás en Túnez y en Egipto está ocurriendo ahora mismo en Libia, en Bahrein y en Yemen y tal vez ocurra mañana en Argelia.
Bahrein, Marruecos y Jordania también están salpicados de este movimiento de “regeneración” y “democracia”, pero su evolución, hasta ahora es distinta. Estas últimas son monarquías antiguas, y como tales ¿están protegidas por un invisible paraguas religioso? Se critica a sus gobiernos pero exculpan a sus monarcas.
"Queremos votar una constitución escrita por los bahreiníes y elegir a nuestro primer ministro de entre los ciudadanos, no de la familia real", dicen los ciudadanos de Bahrein, manifestantes, reclamando sus derechos en la plaza de la Perla, que se ha convertido en símbolo de ese movimiento por la democracia. Cada vez son más ruidosas las voces que rechazan el diálogo y piden un cambio político inmediato.
Muchos son los analistas que intentan averiguar el por qué y el cuándo. Los motivos parecen fáciles de averiguar: las grandes desigualdades sociales, el enriquecimiento de los dictadores con el beneplácito de las potencias extranjeras, pues cómo un periodista ha dicho, son las monarquías petroleras.
Pero también se ha comentado que el pueblo se ha levantado, harto de la represión y de la vulneración de los Derechos Humanos. Derechos Humanos, democracia, libertad, justicia son palabras grandilocuentes y confusas. ¿Por qué ahora? ¿Entiende el mundo musulmán estos conceptos de igual manera que podamos entenderlos en Occidente? Sobre Derechos Humanos podríamos hablar en otra ocasión.
Las causas de la revueltas del mundo árabe (revolución democrática en las intenciones, pero aún no en los resultados, que como es natural están por ver; valga de ejemplo Egipto donde aún no está claro el papel final del ejercito) con sus exigencias de libertades, fin de las desigualdades económicas, agitación del integrismo, son de difícil determinación y peor cuantificación.
Respecto a los instrumentos con que han actuado los manifestantes, se ha repetido hasta la saciedad que sin las redes sociales no habría sido posible el grado de comunicación y de coordinación que han alcanzado.
La Red ha permitido la unión y la emergencia de un nuevo tipo de liderazgo, por primera vez en la historia (eso creo) incorpóreo, sin rostro, con el cual sobraban los dirigentes capaces de arrastrar a las masas hasta la inmolación, si ella era necesaria, para el resultado final.
De momento sólo ha habido un mártir de la revolución en Túnez y en cierta manera, es anónimo y no ha servido como banderín de enganche para ninguna tendencia, salvo para los mismos manifestantes, anónimos y sin cabeza visible que los manipulara.
Por otro lado las revueltas, manifestaciones o revolución, según cada cual quiera nominarlas, el saberse observada y admirada por el mundo entero, gracias a esa tecnología, daba a la protesta un sentido suplementario de misión.
Pero como sustento de todo lo anterior ha jugado también un gran papel la aparición de un medio informativo que sí ha supuesto una revolución en el mundo árabe: Al Yazira, la televisión que desde hace tiempo ha desplegado una extraordinaria pedagogía democrática. Y volvemos al inicio de todo este tema: derecho a la democracia, a las libertades mínimas, a una justicia equitativa, a la igualdad social, laboral, política, en definitiva a unos Derechos Humanos.
La pelota está en el aire y afecta de forma directa a los pueblos ribereños del sur del Mediterráneo y a los pueblos que están al norte del mismo. A las dos orillas del Mare Nostrum les interesa, si no unir sus destinos, cuestión esta que de momento parece prácticamente imposible, sí al menos, alejar el espectro de una guerra de civilizaciones en la que no ganaríamos nadie.
PEPE CANTILLO