Me comentaba ayer mismo una amiga que un familiar suyo cercano trabaja en Moncloa como asesor del Presidente del Gobierno en asuntos económicos. Me confirmó lo que ya se cuenta desde hace tiempo en los mentideros político-económicos de todo el país: que Zapatero pasa de los asesores y de los ministros y del sursum corda y viene haciendo lo que le da la gana.
Está claro que bastante verdad hay en esto porque si no fuera así, sería difícil explicar lo ocurrido entre el lunes y el martes con las famosas nueve medidas (que se completan hoy con una nueva subida de impuestos, esta vez los del tabaco). Nadie en el Gobierno, ni en el Grupo socialista en el Congreso, sabía lo que Zapatero iba a anunciar. Me pregunto, honestamente, hasta cuándo van a aguantar los miembros del PSOE a este esperpéntico secretario general que, a la sazón, es este estrafalario Presidente de Gobierno.
Las medidas, en sí, son claramente una chapuza más impuesta probablemente por Merkel, Sarkozy y Trichet, que son los que realmente mandan en suelo patrio. Permítanme comentar las principales, muy brevemente.
Nos argumentan que se ha producido una rebaja fiscal a las pequeñas y medianas empresas. Y sin dejar de ser cierto, la verdad es que no es completamente cierto. El objetivo de las rebajas fiscales no es que las empresas paguen menos, sin más, si no que cada empresa pague menos, pero paguen mayor número de empresas –en esto se basa la famosa Curva de Laffer que demuestra que en toda economía existe un tipo de gravamen máximo a partir del cual la recaudación impositiva desciende-.
Por un lado, la generalización de la libertad de amortización, mediante la cual las empresas pueden dotar como gasto el importe de las inversiones, lo único que puede conseguir es que muchas empresas reduzcan su base imponible en el Impuesto de Sociedades, pero difícilmente hará que más empresas satisfagan el impuesto.
Por otra parte, la ampliación del número de empresas que pueden acogerse al tipo reducido en Sociedades (el 25 por ciento) no es mala medida, pero hubiera sido mucho mejor si se hubieran reducido los tipos en general. O sea, el que pagaba el 30 por ciento, que ahora pague el 25, y así sucesivamente (no hay que olvidar que, junto con Francia, Bélgica y Malta, tenemos los tipos de gravamen más altos de la UE).
La no obligatoriedad de las cuotas a Cámaras de Comercio es una medida que muchos profesionales relacionados con la empresa venimos reclamando desde hace tiempo. Sin embargo, creo que ahora no era el momento de hacer esto. La cuota cameral para una empresa de tamaño pequeño o mediano no pasa de los 200 euros anuales, por lo que ese ahorro es realmente el chocolate del loro. Sin embargo, las Cámaras ofrecen, entre otros muchos servicios, interesantes cursos de formación que, como ya he explicado reiteradamente, es el problema básico de nuestra economía.
Desaparece la ayuda de 426 euros. A riesgo de ser crucificado y condenado a los infiernos, diré que esta medida me parece bien. Todos sabemos, aunque no queramos reconocerlo, que este tipo de subsidios tiene dos efectos: desalienta al trabajador en su búsqueda de empleo, y favorece la aparición de economía sumergida.
Realmente es necesario atender económicamente al desempleado pero ¿por qué no vincular el subsidio a que realmente encuentre trabajo, de modo que tenga que devolverlo cuando trabaje, o si rechaza un número sensato de ofertas laborales? En cualquier caso, me temo que a partir de febrero vamos a ver muchos más programas de televisión hablando de Cáritas y de comedores sociales.
Finalmente, las privatizaciones. La verdad de las privatizaciones es que Zapatero ha echado cuentas y ha visto por fin que todas las chapuzas anteriores no le dan pasta suficiente para el objetivo de rebajar el déficit al 6 por ciento este año –ni pensar siquiera en el año que viene-. Así que lo único que se le ocurre es vender una empresa catastrófica –AENA- y la auténtica joya de la Corona, las Loterías del Estado. Es como si yo tuviese la única tienda de decodificadores de TDT cuando entró oficialmente la TDT, y la vendiera. O sea, puro desastre.
En definitiva, tienen razón los expertos cuando piden menos parches y más estrategia. Zapatero sigue en el estanque, nadando, sin hacer otra cosa que aguantar el tirón confiando en que la suerte –con nombre franco-alemán- le saque del atolladero en que se ha metido –él, porque da la impresión de que nosotros somos para ZP una triste consecuencia, un corolario inevitable-.
Si no a ver quién es el guapo que dice que España será en 2012 el país más atractivo para los inversores, creciendo a ritmo superior a la media europea. O sea, que aún nos queda más que pasar que al que se tragó las trébedes.
Está claro que bastante verdad hay en esto porque si no fuera así, sería difícil explicar lo ocurrido entre el lunes y el martes con las famosas nueve medidas (que se completan hoy con una nueva subida de impuestos, esta vez los del tabaco). Nadie en el Gobierno, ni en el Grupo socialista en el Congreso, sabía lo que Zapatero iba a anunciar. Me pregunto, honestamente, hasta cuándo van a aguantar los miembros del PSOE a este esperpéntico secretario general que, a la sazón, es este estrafalario Presidente de Gobierno.
Las medidas, en sí, son claramente una chapuza más impuesta probablemente por Merkel, Sarkozy y Trichet, que son los que realmente mandan en suelo patrio. Permítanme comentar las principales, muy brevemente.
Nos argumentan que se ha producido una rebaja fiscal a las pequeñas y medianas empresas. Y sin dejar de ser cierto, la verdad es que no es completamente cierto. El objetivo de las rebajas fiscales no es que las empresas paguen menos, sin más, si no que cada empresa pague menos, pero paguen mayor número de empresas –en esto se basa la famosa Curva de Laffer que demuestra que en toda economía existe un tipo de gravamen máximo a partir del cual la recaudación impositiva desciende-.
Por un lado, la generalización de la libertad de amortización, mediante la cual las empresas pueden dotar como gasto el importe de las inversiones, lo único que puede conseguir es que muchas empresas reduzcan su base imponible en el Impuesto de Sociedades, pero difícilmente hará que más empresas satisfagan el impuesto.
Por otra parte, la ampliación del número de empresas que pueden acogerse al tipo reducido en Sociedades (el 25 por ciento) no es mala medida, pero hubiera sido mucho mejor si se hubieran reducido los tipos en general. O sea, el que pagaba el 30 por ciento, que ahora pague el 25, y así sucesivamente (no hay que olvidar que, junto con Francia, Bélgica y Malta, tenemos los tipos de gravamen más altos de la UE).
La no obligatoriedad de las cuotas a Cámaras de Comercio es una medida que muchos profesionales relacionados con la empresa venimos reclamando desde hace tiempo. Sin embargo, creo que ahora no era el momento de hacer esto. La cuota cameral para una empresa de tamaño pequeño o mediano no pasa de los 200 euros anuales, por lo que ese ahorro es realmente el chocolate del loro. Sin embargo, las Cámaras ofrecen, entre otros muchos servicios, interesantes cursos de formación que, como ya he explicado reiteradamente, es el problema básico de nuestra economía.
Desaparece la ayuda de 426 euros. A riesgo de ser crucificado y condenado a los infiernos, diré que esta medida me parece bien. Todos sabemos, aunque no queramos reconocerlo, que este tipo de subsidios tiene dos efectos: desalienta al trabajador en su búsqueda de empleo, y favorece la aparición de economía sumergida.
Realmente es necesario atender económicamente al desempleado pero ¿por qué no vincular el subsidio a que realmente encuentre trabajo, de modo que tenga que devolverlo cuando trabaje, o si rechaza un número sensato de ofertas laborales? En cualquier caso, me temo que a partir de febrero vamos a ver muchos más programas de televisión hablando de Cáritas y de comedores sociales.
Finalmente, las privatizaciones. La verdad de las privatizaciones es que Zapatero ha echado cuentas y ha visto por fin que todas las chapuzas anteriores no le dan pasta suficiente para el objetivo de rebajar el déficit al 6 por ciento este año –ni pensar siquiera en el año que viene-. Así que lo único que se le ocurre es vender una empresa catastrófica –AENA- y la auténtica joya de la Corona, las Loterías del Estado. Es como si yo tuviese la única tienda de decodificadores de TDT cuando entró oficialmente la TDT, y la vendiera. O sea, puro desastre.
En definitiva, tienen razón los expertos cuando piden menos parches y más estrategia. Zapatero sigue en el estanque, nadando, sin hacer otra cosa que aguantar el tirón confiando en que la suerte –con nombre franco-alemán- le saque del atolladero en que se ha metido –él, porque da la impresión de que nosotros somos para ZP una triste consecuencia, un corolario inevitable-.
Si no a ver quién es el guapo que dice que España será en 2012 el país más atractivo para los inversores, creciendo a ritmo superior a la media europea. O sea, que aún nos queda más que pasar que al que se tragó las trébedes.
MARIO J. HURTADO