Se equivocan el Gobierno de la Comunidad de Madrid y el director de El Mundo al mirar para otro lado con respecto a las lamentables declaraciones del escritor y tertuliano -que no periodista- Salvador Sostres, en un intermedio del programa Alto y Claro de Telemadrid.
Lo hacen, los primeros, porque aunque las manifestaciones de dicho baboso -y parece que reprimido- personaje, hayan tenido lugar en un descanso publicitario del citado programa, ello no exime, en modo alguno, de que aquéllas hayan tenido como escenario los estudios de la televisión pública madrileña y ante una audiencia, en este caso infantil, que estaba presente durante la grabación.
Que se haya tratado de una toma robada a micrófono cerrado no puede justificar el no despedir inmediatamente de la nómina de Telemadrid a un individuo que ofende al género femenino con expresiones como "las chicas de 17,18 y 19 años aún no huelen a ácido úrico, están limpias, tienen un olor a santidad" -refiriéndose a las ventajas de las mujeres jóvenes sobre las maduras-, para añadir a continuación: "el punto mágico de esas chicas está en los 17,18 y 19 años, con la tensión en la carne. De primer rasurado, porque el segundo pica. Esta carne que rebota joven. Y ese entusiasmo que te quieren enseñar que están liberadas, que ya son maduras".
Y mucho menos que ante los comentarios en contra de la moderadora, Isabel San Sebastian, aludiendo a la audiencia infantil presente en el estudio, el personajillo respondiese con aquello de: "son de Rabat, no te preocupes, allí llevan todo suelto", en alusión a la presencia de alumnos de un colegio de Marruecos.
Como tampoco puede entenderse la postura de Pedro J. Ramírez al no despedir de la Redacción de El Mundo a tan "especial" colaborador, cuando 120 periodistas del medio han elevado un escrito expresando su "rechazo y consternación" por las manifestaciones de Sostres, sintiéndose "abochornados de que un sujeto así tenga cabida en este medio".
Entiendo que la libertad de expresión represente uno de los valores fundamentales de todo sistema democrático, pero no todo vale bajo ese refugio y los medios de comunicación abusan hasta límites intolerables de ese derecho constitucional, dañando gravemente la integridad moral y social de muchos individuos.
Lo vemos a diario en los programas del corazón, en los que bajo el escudo de la presunción se despiezan a los más variados personajes sociales; y lo estamos observando, como es este caso, en los programas de opinión, en los que se emiten pareceres, en muchas ocasiones, sin base argumental que los justifique y, en muchos casos, desde el total desconocimiento del tema por parte de aquellos que los lanzan, cuando no se da rienda suelta a los más variados instintos primitivos y hasta perversos.
Aguirre, como Ramírez, han de ser consecuentes con el modelo político y editorial que dicen defender. De otro modo, habremos de identificarlos a este Salvador Sostres, que a sus 35 años ya ha dejado suficientes improntas de su talante.
Lo hacen, los primeros, porque aunque las manifestaciones de dicho baboso -y parece que reprimido- personaje, hayan tenido lugar en un descanso publicitario del citado programa, ello no exime, en modo alguno, de que aquéllas hayan tenido como escenario los estudios de la televisión pública madrileña y ante una audiencia, en este caso infantil, que estaba presente durante la grabación.
Que se haya tratado de una toma robada a micrófono cerrado no puede justificar el no despedir inmediatamente de la nómina de Telemadrid a un individuo que ofende al género femenino con expresiones como "las chicas de 17,18 y 19 años aún no huelen a ácido úrico, están limpias, tienen un olor a santidad" -refiriéndose a las ventajas de las mujeres jóvenes sobre las maduras-, para añadir a continuación: "el punto mágico de esas chicas está en los 17,18 y 19 años, con la tensión en la carne. De primer rasurado, porque el segundo pica. Esta carne que rebota joven. Y ese entusiasmo que te quieren enseñar que están liberadas, que ya son maduras".
Y mucho menos que ante los comentarios en contra de la moderadora, Isabel San Sebastian, aludiendo a la audiencia infantil presente en el estudio, el personajillo respondiese con aquello de: "son de Rabat, no te preocupes, allí llevan todo suelto", en alusión a la presencia de alumnos de un colegio de Marruecos.
Como tampoco puede entenderse la postura de Pedro J. Ramírez al no despedir de la Redacción de El Mundo a tan "especial" colaborador, cuando 120 periodistas del medio han elevado un escrito expresando su "rechazo y consternación" por las manifestaciones de Sostres, sintiéndose "abochornados de que un sujeto así tenga cabida en este medio".
Entiendo que la libertad de expresión represente uno de los valores fundamentales de todo sistema democrático, pero no todo vale bajo ese refugio y los medios de comunicación abusan hasta límites intolerables de ese derecho constitucional, dañando gravemente la integridad moral y social de muchos individuos.
Lo vemos a diario en los programas del corazón, en los que bajo el escudo de la presunción se despiezan a los más variados personajes sociales; y lo estamos observando, como es este caso, en los programas de opinión, en los que se emiten pareceres, en muchas ocasiones, sin base argumental que los justifique y, en muchos casos, desde el total desconocimiento del tema por parte de aquellos que los lanzan, cuando no se da rienda suelta a los más variados instintos primitivos y hasta perversos.
Aguirre, como Ramírez, han de ser consecuentes con el modelo político y editorial que dicen defender. De otro modo, habremos de identificarlos a este Salvador Sostres, que a sus 35 años ya ha dejado suficientes improntas de su talante.
ENRIQUE BELLIDO