Así ha calificado Manuel Chaves, vicepresidente tercero del Gobierno, la propuesta que desde el Partido Popular de Andalucía ha lanzado Javier Arenas al actual presidente de la Junta, José Antonio Griñan, en el sentido de que abone parte de la deuda que Andalucía tiene contraída con el Estado con suelo público.
Todo nace a raíz de la voracidad recaudatoria del Gobierno de la nación que, falto de recursos, viene reclamando de comunidades autónomas y ayuntamientos el pago de las deudas contraídas por estas instituciones con la Hacienda estatal.
Arenas, que de tonto no tiene un pelo, ha visto el hueco que se le ofrecía por esa banda y, en tres zancadas, se ha plantado frente a la portería metiéndole un esplendido gol por la escuadra al Ejecutivo.
Porque lo que ahora Chaves rechaza como "disparate fuera de la ley" es lo mismo que siendo presidente en Andalucía aceptó, percibiendo en solares una parte de la deuda histórica que el Estado mantenía con nuestra Comunidad. ¿En qué quedamos? ¿Es de ley o no lo es este tipo de pago en especie?
Mi opinión, y estoy convencido que coincide con la de la inmensa mayoría de todos ustedes, es que nos encontramos ante un nuevo episodio de la más descarada sinvergonzonería que desde las filas socialistas se viene poniendo en práctica ante un pueblo, en este caso el andaluz, al que se considera de tarados mentales capaces de admitir todo tipo de argumentaciones por el sólo hecho de venir de quienes se consideran a sí mismos -cosa diametralmente distinta es la realidad- como patronos de lo social.
El patetismo del Gobierno de Rodríguez Zapatero, la penosa imagen de inutilidad que viene arrastrando su vicepresidente tercero, quedan una vez más en evidencia, si bien con el descaro de quienes desprecian a un pueblo al que utilizan para auparlos al poder y al que manipulan desde ese mismo poder.
Por supuesto que si el Estado se arroga la facultad de abonar su deuda con suelo, las autonomías y ayuntamientos están en su derecho de acogerse a esta forma de pago o a cualquier otra que no tenga que ser exclusivamente monetaria o, de lo contrario, que venga el Estado a embargar las cuentas públicas de las administraciones autonómicas o locales, o a retener las transferencias que permiten la subsistencia de estas. Veríamos la que se organiza.
Si el Gobierno juega con trampa -y con Andalucía así lo ha hecho- tendrá que aceptar que en una partida de tahúres, éstos le paguen con la misma moneda. Distinto es que, aquí en Andalucía, lo que Arenas propone desde la razón, Griñan llegue a ejecutarlo desde la lógica. Mucho me temo que el actual presidente se doblegue una vez más ante Madrid y pague religiosamente con dinero contante y sonante por lo mismo que el Gobierno central abona con solares.
Ya se ha visto con qué disciplina los socialistas de la Junta han aceptado que ZP, a cambio de permanecer un año más en la Moncloa, entregue 472 millones de euros para las políticas activas de empleo al PNV -que ni siquiera al Gobierno socialista del País Vasco-, lo que supondrá que si cada parado andaluz cuenta con 900 euros para alcanzar su reinserción laboral, cada parado vasco dispondrá de 3.635 o, lo que es lo mismo, cuatro veces más, que en buena lógica han de traducirse en un 400 por ciento más de oportunidades de volver a encontrar un puesto de trabajo.
José Antonio Griñan, en sus primeras declaraciones, se ha limitado a decir: "ya era hora de que el País Vasco aceptara las políticas activas de empleo", sin una sola palabra que cuestionase la clara insolidaridad que con tal medida se comete con una comunidad como la nuestra, con 900.000 parados, que nunca ha vivido un proceso de industrialización como el que en su día se acometió en las antiguas Vascongadas.
¿Hasta qué limite de idiocia política hemos llegado? Lo cierto es que contamos con un Gobierno de la nación con profundas contradicciones, no ya sólo ideológicas sino también estructurales, y unos dirigentes que hacen someter los intereses del pueblo a los dictados partidistas de quienes desde las cúpulas del poder imponen sus criterios personales.
Frente a todo ello, y como leía en uno de los comentarios que los lectores hacen a noticias como las que nos ocupan, un pueblo que sigue sin querer abrir los ojos, o sin permitir que se le libere del vendaje que le impide ver la realidad.
Todo nace a raíz de la voracidad recaudatoria del Gobierno de la nación que, falto de recursos, viene reclamando de comunidades autónomas y ayuntamientos el pago de las deudas contraídas por estas instituciones con la Hacienda estatal.
Arenas, que de tonto no tiene un pelo, ha visto el hueco que se le ofrecía por esa banda y, en tres zancadas, se ha plantado frente a la portería metiéndole un esplendido gol por la escuadra al Ejecutivo.
Porque lo que ahora Chaves rechaza como "disparate fuera de la ley" es lo mismo que siendo presidente en Andalucía aceptó, percibiendo en solares una parte de la deuda histórica que el Estado mantenía con nuestra Comunidad. ¿En qué quedamos? ¿Es de ley o no lo es este tipo de pago en especie?
Mi opinión, y estoy convencido que coincide con la de la inmensa mayoría de todos ustedes, es que nos encontramos ante un nuevo episodio de la más descarada sinvergonzonería que desde las filas socialistas se viene poniendo en práctica ante un pueblo, en este caso el andaluz, al que se considera de tarados mentales capaces de admitir todo tipo de argumentaciones por el sólo hecho de venir de quienes se consideran a sí mismos -cosa diametralmente distinta es la realidad- como patronos de lo social.
El patetismo del Gobierno de Rodríguez Zapatero, la penosa imagen de inutilidad que viene arrastrando su vicepresidente tercero, quedan una vez más en evidencia, si bien con el descaro de quienes desprecian a un pueblo al que utilizan para auparlos al poder y al que manipulan desde ese mismo poder.
Por supuesto que si el Estado se arroga la facultad de abonar su deuda con suelo, las autonomías y ayuntamientos están en su derecho de acogerse a esta forma de pago o a cualquier otra que no tenga que ser exclusivamente monetaria o, de lo contrario, que venga el Estado a embargar las cuentas públicas de las administraciones autonómicas o locales, o a retener las transferencias que permiten la subsistencia de estas. Veríamos la que se organiza.
Si el Gobierno juega con trampa -y con Andalucía así lo ha hecho- tendrá que aceptar que en una partida de tahúres, éstos le paguen con la misma moneda. Distinto es que, aquí en Andalucía, lo que Arenas propone desde la razón, Griñan llegue a ejecutarlo desde la lógica. Mucho me temo que el actual presidente se doblegue una vez más ante Madrid y pague religiosamente con dinero contante y sonante por lo mismo que el Gobierno central abona con solares.
Ya se ha visto con qué disciplina los socialistas de la Junta han aceptado que ZP, a cambio de permanecer un año más en la Moncloa, entregue 472 millones de euros para las políticas activas de empleo al PNV -que ni siquiera al Gobierno socialista del País Vasco-, lo que supondrá que si cada parado andaluz cuenta con 900 euros para alcanzar su reinserción laboral, cada parado vasco dispondrá de 3.635 o, lo que es lo mismo, cuatro veces más, que en buena lógica han de traducirse en un 400 por ciento más de oportunidades de volver a encontrar un puesto de trabajo.
José Antonio Griñan, en sus primeras declaraciones, se ha limitado a decir: "ya era hora de que el País Vasco aceptara las políticas activas de empleo", sin una sola palabra que cuestionase la clara insolidaridad que con tal medida se comete con una comunidad como la nuestra, con 900.000 parados, que nunca ha vivido un proceso de industrialización como el que en su día se acometió en las antiguas Vascongadas.
¿Hasta qué limite de idiocia política hemos llegado? Lo cierto es que contamos con un Gobierno de la nación con profundas contradicciones, no ya sólo ideológicas sino también estructurales, y unos dirigentes que hacen someter los intereses del pueblo a los dictados partidistas de quienes desde las cúpulas del poder imponen sus criterios personales.
Frente a todo ello, y como leía en uno de los comentarios que los lectores hacen a noticias como las que nos ocupan, un pueblo que sigue sin querer abrir los ojos, o sin permitir que se le libere del vendaje que le impide ver la realidad.
ENRIQUE BELLIDO