España es un país de peso en el mundo. Su nivel económico lo sitúa como la octava potencia mundial. A partir de este dato, podemos hacer una relación de otras comparativas que también muestran la posición determinante de España en el mundo.
Son ránquines que sirven para dibujar de forma clara nuestras preferencias y preocupaciones, y que ponen de manifiesto no sólo en lo que consideramos importante invertir y dedicar recursos, sino también lo que dejamos en segundo lugar de nuestras preferencias.
Así vemos que nuestra Selección Nacional de Fútbol es la campeona del Mundial de Sudáfrica en 2010, un logro que conmovió al país entero. Es evidente que la pasión por el “deporte rey” sigue encabezando nuestra atención.
También los viajes. En cuanto al número de kilómetros de líneas de AVE, somos los primeros. A pesar de que al principio, cuando Felipe González impulsara la construcción de la primera línea de Alta Velocidad entre Madrid y Sevilla, el asunto fuera motivo de chascarrillos (insultantes incluso para con los andaluces), lo cierto es que hoy en día no hay ninguna comunidad autónoma que no reclame su AVE que enlace todas las capitales de provincia. Tanto es así que España es el país con mayor número de kilómetros AVE del mundo.
Sin embargo, hay otras comparativas que nos llenan de sonrojo. Entre las 200 primeras universidades del mundo, no existe ninguna española, según la clasificación que realiza la Universidad de Shanghai Jiao Tong y que está considerada una de las más fiables del mundo. Es más, incluso se han descendido puestos.
En 2009, la Universidad de Barcelona era la única institución española que había conseguido situarse entre las 200 mejores (puesto 189), pero en la última comparativa ha pasado a engrosar el grupo de las que están del 201 al 300, en las que también figuran la Autónoma de Madrid, la Complutense y la Universidad de Valencia. Es obvio que la educación y la formación de nuestros científicos no es nuestro fuerte, como el fútbol.
Pero lo más lacerante de los ránquines es el referido al empleo. España lidera la tasa de paro entre los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), con su 20 por ciento de paro entre la población activa, mientras Francia tenía un 10%, Alemania cerca del 8%, Irlanda el 13% y Estados Unidos un 10%, aproximadamente.
Estas estadísticas dibujan un panorama desolador. Sirven para señalar la orientación de nuestras preferencias, entre las que no figura la formación y la educación, necesarias para afrontar un futuro con garantías, ni la creación de empleo en una economía que, sin embargo, alcanza el octavo lugar entre las potencias mundiales.
Todo ello significa que cultivamos una mano de obra sin cualificar y, por ende, barata, poco estable y condenada a engrosar las listas del paro periódicamente, según la evolución de trabajos precarios. Somos un país que no invertimos de cara al futuro, sino para vivir al día, conformándonos con un presente nublado de esperanzas y oportunidades. Eso es lo que delatan las cifras. Es triste que las estadísticas nos retraten de una manera tan cruda, pero real.
Son ránquines que sirven para dibujar de forma clara nuestras preferencias y preocupaciones, y que ponen de manifiesto no sólo en lo que consideramos importante invertir y dedicar recursos, sino también lo que dejamos en segundo lugar de nuestras preferencias.
Así vemos que nuestra Selección Nacional de Fútbol es la campeona del Mundial de Sudáfrica en 2010, un logro que conmovió al país entero. Es evidente que la pasión por el “deporte rey” sigue encabezando nuestra atención.
También los viajes. En cuanto al número de kilómetros de líneas de AVE, somos los primeros. A pesar de que al principio, cuando Felipe González impulsara la construcción de la primera línea de Alta Velocidad entre Madrid y Sevilla, el asunto fuera motivo de chascarrillos (insultantes incluso para con los andaluces), lo cierto es que hoy en día no hay ninguna comunidad autónoma que no reclame su AVE que enlace todas las capitales de provincia. Tanto es así que España es el país con mayor número de kilómetros AVE del mundo.
Sin embargo, hay otras comparativas que nos llenan de sonrojo. Entre las 200 primeras universidades del mundo, no existe ninguna española, según la clasificación que realiza la Universidad de Shanghai Jiao Tong y que está considerada una de las más fiables del mundo. Es más, incluso se han descendido puestos.
En 2009, la Universidad de Barcelona era la única institución española que había conseguido situarse entre las 200 mejores (puesto 189), pero en la última comparativa ha pasado a engrosar el grupo de las que están del 201 al 300, en las que también figuran la Autónoma de Madrid, la Complutense y la Universidad de Valencia. Es obvio que la educación y la formación de nuestros científicos no es nuestro fuerte, como el fútbol.
Pero lo más lacerante de los ránquines es el referido al empleo. España lidera la tasa de paro entre los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), con su 20 por ciento de paro entre la población activa, mientras Francia tenía un 10%, Alemania cerca del 8%, Irlanda el 13% y Estados Unidos un 10%, aproximadamente.
Estas estadísticas dibujan un panorama desolador. Sirven para señalar la orientación de nuestras preferencias, entre las que no figura la formación y la educación, necesarias para afrontar un futuro con garantías, ni la creación de empleo en una economía que, sin embargo, alcanza el octavo lugar entre las potencias mundiales.
Todo ello significa que cultivamos una mano de obra sin cualificar y, por ende, barata, poco estable y condenada a engrosar las listas del paro periódicamente, según la evolución de trabajos precarios. Somos un país que no invertimos de cara al futuro, sino para vivir al día, conformándonos con un presente nublado de esperanzas y oportunidades. Eso es lo que delatan las cifras. Es triste que las estadísticas nos retraten de una manera tan cruda, pero real.
DANIEL GUERRERO