Ya terminaron las vacaciones -al menos las mías han finiquitado-. No es que el periodo de vacaciones sea un no trabajar; simplemente lo tomo como un cambio de actividad. La verdad es que apetece cambiar de aires aunque sigas en el mismo sitio. Y no pueden terminar mejor, pues el colofón de las mismas es la Fiesta de la Vendimia.
Pero esta Fiesta de la Vendimia está desvirtuada en el contexto socioeconómico. Si bien, en principio, la Fiesta tenía marcado carácter localista -e incluso, de barrio- después sirvió de plataforma para dar a conocer al mundo la excelencia de los caldos de la zona Montilla-Moriles para, de nuevo, reconvertirse en lo que en la actualidad es: una fiesta local, sin más trascendencia desde el punto de vista de la economía de la zona.
Habría que pensar muy bien lo que queremos hacer con esta Fiesta. En un mundo competitivo y enmarcados dentro de la Unión Europea que propicia y avala la desaparición de nuestros caldos con políticas agrarias agresivas de destrucción de nuestros viñedos, deberíamos meditar si queremos perder esa seña de identidad de nuestra tierra, que son nuestros caldos, o potenciarlos.
Desde siempre ha sido famoso nuestro fino. Hasta el otrora todopoderoso Jerez dio nuestro nombre a algunos de sus caldos -el amontillado-, que llevó a todas partes del mundo con el sello de nuestra tierra. ¿Y qué decir de nuestro Pedro Ximénez, único en el mundo? No existe otra zona del planeta que produzca esa clase de caldo. A éstos se unen el vino joven, el oloroso, y tantas ricas y afrutadas variedades capaces de producir los terrenos y el clima de esta singular parte de la rica Campiña cordobesa, conocida como "Montilla-Moriles".
De nosotros depende. Si queremos potenciar nuestra riqueza vinícola y que se conozca mas allá de nuestra localidad, tendremos que hacer un esfuerzo y ponernos a la altura del marketing actual. No hace mucho leía en algún periódico local que los vinos ya no eran la principal fuente de riqueza de nuestra tierra.
Puede que sea verdad y hasta puede que, algún día, no muy lejano, no representen riqueza alguna para esta tierra. Sería una lástima porque perderíamos algo más que riqueza: perderíamos parte de nuestra identidad.
Habrá alguno que piense y diga que eso es problema de las bodegas y que a ellas corresponde el esfuerzo de la comercialización del vino. En parte es cierto, pero el vino para Montilla es algo más que su comercialización. El vino para este pueblo ha sido durante muchos años su carta de presentación. Siempre que decimos que "somos de Montilla", nuestro interlocutor nos reconoce, precisamente por sus vinos. Nos hace más cercanos al resto del mundo.
Por eso pienso que cualquier oportunidad es buena para potenciar nuestra seña de identidad y de cultura, pues no olvidemos que existe una Cultura del Vino íntimamente unida a la gastronómica. Y nosotros, hasta ahora, formamos parte de ella.
Y esta Fiesta de la Vendimia que está perdiendo su razón de ser deberíamos utilizarla todos -bodegas, ciudadanos y clase política- para potenciar nuestros caldos frente a un mundo que se propone su extinción y que, si no hacemos el esfuerzo, probablemente lo consiga. Si fatalmente esto ocurriera, perderíamos algo más que riqueza: perderíamos parte de nosotros mismos porque todos estamos indisolublemente unidos al lugar de donde provenimos.
Pero esta Fiesta de la Vendimia está desvirtuada en el contexto socioeconómico. Si bien, en principio, la Fiesta tenía marcado carácter localista -e incluso, de barrio- después sirvió de plataforma para dar a conocer al mundo la excelencia de los caldos de la zona Montilla-Moriles para, de nuevo, reconvertirse en lo que en la actualidad es: una fiesta local, sin más trascendencia desde el punto de vista de la economía de la zona.
Habría que pensar muy bien lo que queremos hacer con esta Fiesta. En un mundo competitivo y enmarcados dentro de la Unión Europea que propicia y avala la desaparición de nuestros caldos con políticas agrarias agresivas de destrucción de nuestros viñedos, deberíamos meditar si queremos perder esa seña de identidad de nuestra tierra, que son nuestros caldos, o potenciarlos.
Desde siempre ha sido famoso nuestro fino. Hasta el otrora todopoderoso Jerez dio nuestro nombre a algunos de sus caldos -el amontillado-, que llevó a todas partes del mundo con el sello de nuestra tierra. ¿Y qué decir de nuestro Pedro Ximénez, único en el mundo? No existe otra zona del planeta que produzca esa clase de caldo. A éstos se unen el vino joven, el oloroso, y tantas ricas y afrutadas variedades capaces de producir los terrenos y el clima de esta singular parte de la rica Campiña cordobesa, conocida como "Montilla-Moriles".
De nosotros depende. Si queremos potenciar nuestra riqueza vinícola y que se conozca mas allá de nuestra localidad, tendremos que hacer un esfuerzo y ponernos a la altura del marketing actual. No hace mucho leía en algún periódico local que los vinos ya no eran la principal fuente de riqueza de nuestra tierra.
Puede que sea verdad y hasta puede que, algún día, no muy lejano, no representen riqueza alguna para esta tierra. Sería una lástima porque perderíamos algo más que riqueza: perderíamos parte de nuestra identidad.
Habrá alguno que piense y diga que eso es problema de las bodegas y que a ellas corresponde el esfuerzo de la comercialización del vino. En parte es cierto, pero el vino para Montilla es algo más que su comercialización. El vino para este pueblo ha sido durante muchos años su carta de presentación. Siempre que decimos que "somos de Montilla", nuestro interlocutor nos reconoce, precisamente por sus vinos. Nos hace más cercanos al resto del mundo.
Por eso pienso que cualquier oportunidad es buena para potenciar nuestra seña de identidad y de cultura, pues no olvidemos que existe una Cultura del Vino íntimamente unida a la gastronómica. Y nosotros, hasta ahora, formamos parte de ella.
Y esta Fiesta de la Vendimia que está perdiendo su razón de ser deberíamos utilizarla todos -bodegas, ciudadanos y clase política- para potenciar nuestros caldos frente a un mundo que se propone su extinción y que, si no hacemos el esfuerzo, probablemente lo consiga. Si fatalmente esto ocurriera, perderíamos algo más que riqueza: perderíamos parte de nosotros mismos porque todos estamos indisolublemente unidos al lugar de donde provenimos.
SOLEDAD GALÁN JORDANO