Me dicen que la Feria de El Santo está en declive. Me comentan que no hay ambiente como en épocas pasadas. Me aseguran que desaparecerá. Es una pena. Todavía recuerdo cuando de niña bajaba con mis amigas a subirme en los cacharros y, después, con mis padres, a la caseta del Artesano.
Ya de adolescente, mi recuerdo es de una feria bulliciosa, de casetas a rebosar de gente joven y menos joven. Éstos, a la caseta del Artesano o del Casino Montillano; aquéllos, a la Óle y Olé, a bailar con los conjuntos de moda que venían a tocar en directo. Toda la noche, de caseta en caseta, bailando. Bueno, lo de "toda la noche" es un decir porque a las cuatro y media, como muy tarde, tenía que estar en mi casa. Recuerdo mi protesta desde el mismo recinto de la Feria hasta la casa de mis padres. Pero con protesta o sin ella, a la hora indicada, en mi casa.
Lo que ha llovido desde entonces. Eran otros tiempos. Nada es lo que era y la Feria no iba a ser la excepción. Los adolescentes parece que son hoy los únicos que acuden a bailar. No hay casetas adecuadas para la gente de mediana edad o para los mayores. Alguna privada quizás, pero la gente de esa edad prefiere apartarse a alguna playa cercana y descansar del trabajo, antes que meterse en el ruido casi infernal de la Feria donde no encuentra un lugar a propósito.
Yo entiendo que el Ayuntamiento hace su esfuerzo con la Caseta Municipal, que ciertamente está bien y con buen ambiente -al menos los años en que he ido y me imagino que siempre-. También es un esfuerzo municipal mantener viva la Feria de nuestro patrón y hay que reconocérselo a esta Corporación y a las que les precedieron.
La Feria de Día es un buen intento pero insuficiente. La realidad es que ha cambiado tanto la sociedad que no podemos pensar hoy en el concepto de la Feria de mi niñez o de mi adolescencia. Cuando era niña no había parques temáticos y las atracciones sólo las podíamos disfrutar en la Feria.
Bajar de niños con nuestros padres al recinto ferial por la noche era un acontecimiento. El trasnoche era una novedad que sólo pasaba en feria, al igual que los churros, los refrescos de naranja y de polvos de almendra.
En la actualidad, los niños salen con sus padres de paseo y el trasnoche en la época estival es la norma y nunca la excepción. Los refrescos están por casa, al igual que los churros y no suponen atractivo alguno.
Cuando era joven no había apenas discotecas -creo que en Montilla, ninguna-; alguna fiesta particular con tocadiscos, con motivo de las vacaciones de navidad, cuando volvíamos los que estudiábamos fuera: era la única fuente de diversión..
Cualquier adolescente de hoy tiene discoteca en Montilla y donde estudia, además de pubs e infinidad de lugares de reunión donde disfrutar con la gente de su edad. La Feria de El Santo era para las chicas la ocasión para estrenar los vestidos y los zapatos de verano -dos o tres, o sólo uno, pero era una ilusión estrenar modelito-.
Hoy, cualquier día es bueno para comprarse dos o tres conjuntos a buen precio y estrenarlos el mismo día. Ya no se reserva nada para esa ocasión, de lucimiento, que era la Feria.
Las personas de cierta edad soñaban con las gambas y con los camarones de la Feria y con el jamón de toda la vida, el ibérico, acompañado de un buen fino de la tierra. Las gambas, camarones y demás marisco, las tenemos a diario, listos para comer. No son lo mismo, pero lo hay en abundancia y a buen precio. El jamón, no es el que era, pero está al alcance de todo el mundo, cualquier día.
Hoy, la feria tal y como la conocimos en nuestra niñez y juventud, es sólo un recuerdo; muy grato, pero sólo un recuerdo. Los tiempos y la sociedad han cambiado tanto que mucho me temo que la Feria también tendrá que hacerlo o habrá que buscar otra forma alternativa, quizás más corta pero también más participativa, para agasajar a ese montillano universal, que fue y es nuestro Santo quien, como dice la coplilla, "es el mejor de todos los montillanos".
Ya de adolescente, mi recuerdo es de una feria bulliciosa, de casetas a rebosar de gente joven y menos joven. Éstos, a la caseta del Artesano o del Casino Montillano; aquéllos, a la Óle y Olé, a bailar con los conjuntos de moda que venían a tocar en directo. Toda la noche, de caseta en caseta, bailando. Bueno, lo de "toda la noche" es un decir porque a las cuatro y media, como muy tarde, tenía que estar en mi casa. Recuerdo mi protesta desde el mismo recinto de la Feria hasta la casa de mis padres. Pero con protesta o sin ella, a la hora indicada, en mi casa.
Lo que ha llovido desde entonces. Eran otros tiempos. Nada es lo que era y la Feria no iba a ser la excepción. Los adolescentes parece que son hoy los únicos que acuden a bailar. No hay casetas adecuadas para la gente de mediana edad o para los mayores. Alguna privada quizás, pero la gente de esa edad prefiere apartarse a alguna playa cercana y descansar del trabajo, antes que meterse en el ruido casi infernal de la Feria donde no encuentra un lugar a propósito.
Yo entiendo que el Ayuntamiento hace su esfuerzo con la Caseta Municipal, que ciertamente está bien y con buen ambiente -al menos los años en que he ido y me imagino que siempre-. También es un esfuerzo municipal mantener viva la Feria de nuestro patrón y hay que reconocérselo a esta Corporación y a las que les precedieron.
La Feria de Día es un buen intento pero insuficiente. La realidad es que ha cambiado tanto la sociedad que no podemos pensar hoy en el concepto de la Feria de mi niñez o de mi adolescencia. Cuando era niña no había parques temáticos y las atracciones sólo las podíamos disfrutar en la Feria.
Bajar de niños con nuestros padres al recinto ferial por la noche era un acontecimiento. El trasnoche era una novedad que sólo pasaba en feria, al igual que los churros, los refrescos de naranja y de polvos de almendra.
En la actualidad, los niños salen con sus padres de paseo y el trasnoche en la época estival es la norma y nunca la excepción. Los refrescos están por casa, al igual que los churros y no suponen atractivo alguno.
Cuando era joven no había apenas discotecas -creo que en Montilla, ninguna-; alguna fiesta particular con tocadiscos, con motivo de las vacaciones de navidad, cuando volvíamos los que estudiábamos fuera: era la única fuente de diversión..
Cualquier adolescente de hoy tiene discoteca en Montilla y donde estudia, además de pubs e infinidad de lugares de reunión donde disfrutar con la gente de su edad. La Feria de El Santo era para las chicas la ocasión para estrenar los vestidos y los zapatos de verano -dos o tres, o sólo uno, pero era una ilusión estrenar modelito-.
Hoy, cualquier día es bueno para comprarse dos o tres conjuntos a buen precio y estrenarlos el mismo día. Ya no se reserva nada para esa ocasión, de lucimiento, que era la Feria.
Las personas de cierta edad soñaban con las gambas y con los camarones de la Feria y con el jamón de toda la vida, el ibérico, acompañado de un buen fino de la tierra. Las gambas, camarones y demás marisco, las tenemos a diario, listos para comer. No son lo mismo, pero lo hay en abundancia y a buen precio. El jamón, no es el que era, pero está al alcance de todo el mundo, cualquier día.
Hoy, la feria tal y como la conocimos en nuestra niñez y juventud, es sólo un recuerdo; muy grato, pero sólo un recuerdo. Los tiempos y la sociedad han cambiado tanto que mucho me temo que la Feria también tendrá que hacerlo o habrá que buscar otra forma alternativa, quizás más corta pero también más participativa, para agasajar a ese montillano universal, que fue y es nuestro Santo quien, como dice la coplilla, "es el mejor de todos los montillanos".
SOLEDAD GALÁN JORDANO