Ojeando la prensa, leo en un periódico llamado La Republica un artículo titulado “Memoria para alcanzar justicia” en el que 15 artistas españoles dan voz a personas fallecidas en la Guerra Civil, víctimas del franquismo. Y me quedo atónita porque cada uno de ellos reivindica un juicio justo, en nombre de su representado.
No sé en realidad lo que pretenden pero, como decimos en lenguaje forense, "no es el momento oportuno". En primer lugar. y para ser justos, victimas las hubo en ambos bandos -y por desgracia, muchas-. Casi en todas las familias españolas hubo víctimas de la inmoralidad de una guerra entre hermanos.
En segundo lugar, me llamaron la atención los personajes que participan en esa recreación: famosos y ricos, demócratas y hasta republicanos, muchos de ellos con residencia fuera de nuestra económicamente "sangrante España", por aquello del fisco; personajes que, por su edad, ni estuvieron en la guerra y creo que ni en la posguerra.
Son, por tanto, testigos indirectos de lo que pretenden y sólo saben del asunto lo que les han contado. Y como todo en la vida, depende de quién lo cuente. Parece que a los que escucharon fue sólo a los de una parte, de manera que deberían haber oído a la otra parte por aquello de la justicia.
En tercer lugar, me llamó la atención esta demanda tardía de justicia y sigo sin saber cuál fue la intención. Yo, que no viví la guerra ni tampoco la posguerra -y tengo más edad que la mayoría de los denunciantes- entendí desde siempre que todos los españoles quisimos pasar página de las atrocidades cometidas en nuestra fratricida guerra. Así lo expusimos alto y claro cuando votamos la Constitución el año 1978.
En momentos previos a su aprobación, se dio cabida a todas las fuerzas políticas que había en España, que eran muchas, pues muchos eran los partidos políticos en esa época; y, por unanimidad, se consensuó un sistema democrático, que democráticamente aprobamos, dando por terminada cualquier reivindicación sobre la guerra y sobre la posguerra.
Entendimos necesario cerrar las heridas, algunas abiertas y sangrantes, por el bien colectivo, y así se hizo. No podemos olvidar que la Guerra Civil española fue entre hermanos y cada cual defendía lo que creía en ese momento histórico; y muchos fueron los que dieron su vida por ello, en ambos bandos… Hasta hubo quienes simplemente estaban en un lugar, en un momento determinado de la historia.
Pienso que la perdida de esas vidas no fue inútil, porque renacieron en esta sociedad nueva, moderna y democrática: ése fue el fruto de su sacrificio. Los que sobrevivieron, tanto los que emigraron como los que no, lucharon también por construir esta sociedad que disfrutamos, con sus luces y con sus sombras, pero en la que decir lo que se piensa no es motivo de represión; en la que criticar a los políticos se considera un ejercicio saludable; donde el trabajador tiene derechos y medios para exigirlos.
Una sociedad en la que la mujer tiene voz y voto; donde la enseñanza y la sanidad son gratuitas y al alcance de todos; donde nadie puede ser detenido sin motivo o causa preestablecida en las leyes; donde puedes ser defendido, de oficio, si careces de medios económicos; donde el derecho a la vida y a preservarla, al trabajo, a la igualdad entre personas, a un juicio justo, a la libertad de credos… tiene rango de "fundamental".
Debería ser motivo de orgullo para familiares y amigos recordar a los que fueron muertos en nuestra ya lejana Guerra Civil, porque la pérdida de su vida nunca cayó en saco roto. En primer lugar, permanecen vivos en su recuerdo -en el de quienes los amaron- y, sobre todo, porque con su muerte dieron vida a la sociedad que hoy disfrutamos, en la misma medida y desde cualquier bando, porque eran hermanos. No lo olvidemos.
Reivindicar un juicio justo cuando es imposible, me parece una falta de respeto a los que fueron muertos. Si se hace con intenciones espurias y ajenas a las víctimas, me parece una mendacidad. Si lo que se pretende es dividir y cercenar lo que entre todos, -víctimas y sobrevivientes- hemos creado y disfrutamos, me parece un ataque a nuestra inteligencia.
Si, finalmente, lo que se pretende es defender a alguien que se proclama inocente, es un ataque directo a la igualdad de trato y a la forma en que todos los españoles, diariamente, se someten a los tribunales de justicia.
Pero, sobre todo, no es el foro adecuado. Cualquier ciudadano puede ser acusado, aunque sea inocente. Para eso están los principios de presunción de inocencia y el de in dubio pro reo que informan nuestro sistema penal. Para eso está el proceso penal, con abogados defensores, pruebas documentales, testigos y otros medios de prueba: para demostrar la no culpabilidad, porque la inocencia se presume.
Para eso sirven los Tribunales, para impartir justicia y declarar la inocencia de quien lo es. Para todos es igual, nadie debe buscar un trato diferente y, menos, el amparo en la desigualdad por razón del rango. Eso no lo hace un demócrata.
Dejen hacer a la justicia y no jueguen desde su poltrona de hipócrita progresía, de disimulada riqueza y de oportunista famoseo, a emponzoñar la sociedad española. No abran heridas cicatrizadas. No nos dividan otra vez, porque seguimos siendo hermanos. En esta sociedad no es ni nunca será el momento oportuno para dichos menesteres.
No sé en realidad lo que pretenden pero, como decimos en lenguaje forense, "no es el momento oportuno". En primer lugar. y para ser justos, victimas las hubo en ambos bandos -y por desgracia, muchas-. Casi en todas las familias españolas hubo víctimas de la inmoralidad de una guerra entre hermanos.
En segundo lugar, me llamaron la atención los personajes que participan en esa recreación: famosos y ricos, demócratas y hasta republicanos, muchos de ellos con residencia fuera de nuestra económicamente "sangrante España", por aquello del fisco; personajes que, por su edad, ni estuvieron en la guerra y creo que ni en la posguerra.
Son, por tanto, testigos indirectos de lo que pretenden y sólo saben del asunto lo que les han contado. Y como todo en la vida, depende de quién lo cuente. Parece que a los que escucharon fue sólo a los de una parte, de manera que deberían haber oído a la otra parte por aquello de la justicia.
En tercer lugar, me llamó la atención esta demanda tardía de justicia y sigo sin saber cuál fue la intención. Yo, que no viví la guerra ni tampoco la posguerra -y tengo más edad que la mayoría de los denunciantes- entendí desde siempre que todos los españoles quisimos pasar página de las atrocidades cometidas en nuestra fratricida guerra. Así lo expusimos alto y claro cuando votamos la Constitución el año 1978.
En momentos previos a su aprobación, se dio cabida a todas las fuerzas políticas que había en España, que eran muchas, pues muchos eran los partidos políticos en esa época; y, por unanimidad, se consensuó un sistema democrático, que democráticamente aprobamos, dando por terminada cualquier reivindicación sobre la guerra y sobre la posguerra.
Entendimos necesario cerrar las heridas, algunas abiertas y sangrantes, por el bien colectivo, y así se hizo. No podemos olvidar que la Guerra Civil española fue entre hermanos y cada cual defendía lo que creía en ese momento histórico; y muchos fueron los que dieron su vida por ello, en ambos bandos… Hasta hubo quienes simplemente estaban en un lugar, en un momento determinado de la historia.
Pienso que la perdida de esas vidas no fue inútil, porque renacieron en esta sociedad nueva, moderna y democrática: ése fue el fruto de su sacrificio. Los que sobrevivieron, tanto los que emigraron como los que no, lucharon también por construir esta sociedad que disfrutamos, con sus luces y con sus sombras, pero en la que decir lo que se piensa no es motivo de represión; en la que criticar a los políticos se considera un ejercicio saludable; donde el trabajador tiene derechos y medios para exigirlos.
Una sociedad en la que la mujer tiene voz y voto; donde la enseñanza y la sanidad son gratuitas y al alcance de todos; donde nadie puede ser detenido sin motivo o causa preestablecida en las leyes; donde puedes ser defendido, de oficio, si careces de medios económicos; donde el derecho a la vida y a preservarla, al trabajo, a la igualdad entre personas, a un juicio justo, a la libertad de credos… tiene rango de "fundamental".
Debería ser motivo de orgullo para familiares y amigos recordar a los que fueron muertos en nuestra ya lejana Guerra Civil, porque la pérdida de su vida nunca cayó en saco roto. En primer lugar, permanecen vivos en su recuerdo -en el de quienes los amaron- y, sobre todo, porque con su muerte dieron vida a la sociedad que hoy disfrutamos, en la misma medida y desde cualquier bando, porque eran hermanos. No lo olvidemos.
Reivindicar un juicio justo cuando es imposible, me parece una falta de respeto a los que fueron muertos. Si se hace con intenciones espurias y ajenas a las víctimas, me parece una mendacidad. Si lo que se pretende es dividir y cercenar lo que entre todos, -víctimas y sobrevivientes- hemos creado y disfrutamos, me parece un ataque a nuestra inteligencia.
Si, finalmente, lo que se pretende es defender a alguien que se proclama inocente, es un ataque directo a la igualdad de trato y a la forma en que todos los españoles, diariamente, se someten a los tribunales de justicia.
Pero, sobre todo, no es el foro adecuado. Cualquier ciudadano puede ser acusado, aunque sea inocente. Para eso están los principios de presunción de inocencia y el de in dubio pro reo que informan nuestro sistema penal. Para eso está el proceso penal, con abogados defensores, pruebas documentales, testigos y otros medios de prueba: para demostrar la no culpabilidad, porque la inocencia se presume.
Para eso sirven los Tribunales, para impartir justicia y declarar la inocencia de quien lo es. Para todos es igual, nadie debe buscar un trato diferente y, menos, el amparo en la desigualdad por razón del rango. Eso no lo hace un demócrata.
Dejen hacer a la justicia y no jueguen desde su poltrona de hipócrita progresía, de disimulada riqueza y de oportunista famoseo, a emponzoñar la sociedad española. No abran heridas cicatrizadas. No nos dividan otra vez, porque seguimos siendo hermanos. En esta sociedad no es ni nunca será el momento oportuno para dichos menesteres.
SOLEDAD GALÁN JORDANO