A pesar de la defensa que el genial arquitecto Ludwig Mies van der Rohe realizó del ladrillo en una entrevista al New York Herald Tribune, el 28 de junio de 1959, cuando manifestó que “la arquitectura empieza cuando se colocan dos ladrillos juntos de manera meditada”, lo cierto es que el Movimiento Moderno en el campo de la arquitectura, del que él era uno de sus defensores, se basó fundamentalmente en el hormigón armado, el hierro, el acero y el vidrio, como materiales que respondían bien a los postulados de esta corriente innovadora.
Pero desde esta breve declaración ha transcurrido más de medio siglo. Ahora somos conscientes de que el desarrollo humano debe acompañarse de principios ecológicos, de manera que también la arquitectura tendría que ajustarse a la idea de un desarrollo sostenible, pues los recursos de la naturaleza no son ilimitados, como tiempo atrás podíamos creer.
Y qué mejores materiales que aquellos que nacen de la tierra, caso del ladrillo, fabricado de arcilla en su mayor parte, para que de nuevo vuelvan a tener protagonismo en los proyectos que se conciben en los pequeños o grandes estudios de arquitectura y que no renuncian a planteamientos estéticos innovadores, puesto que sus ideas han sido el resultado de muchas precedentes que han logrado plasmarse en construcciones que nos resultan admirables.
La piedra, la madera y el ladrillo son materiales de los que se ha servido el ser humano desde hace milenios para crear las casas que necesitaba para vivir. En realidad, nunca se han ido del todo de las construcciones, a pesar del avance de los nuevos materiales. Sin embargo, recientemente hay una revitalización de la madera [ver Arquitectura: Shigeru Ban] o del ladrillo [ver Arquitectura: Francis Kéré], sea en edificios de grandes metrópolis o en modestos pueblos del África negra. Ello nos anuncia que, paso a paso, empezamos a ser conscientes de que la construcción no puede ser un mundo separado de un desarrollo necesariamente sostenible.
Aparte de lo expuesto, la revitalización del uso del ladrillo en proyectos de la arquitectura contemporánea proviene, entre otras razones, por la amplia variedad de formas con las que pueden fabricarse, por los distintos cromatismos y texturas, por su facilidad para ser transportados y apilados, y por la sencillez de su uso en la construcción, pues basta para sus uniones el uso de mortero hecho con cemento y arena.
Pensando en obras recientes en las que el ladrillo tiene un gran protagonismo, me ha parecido interesante hacer una pausa en esta serie dedicada a los grandes nombres de la arquitectura contemporánea y realizar unos artículos para presentar y comentar algunas obras realizadas con ladrillos que han adquirido cierta notoriedad.
En esta primera entrega hablaré de tres grandes edificios firmadas por distintos arquitectos cuyos estudios se encuentran en diferentes países. En las próximas, abordaré obras de tamaño medio e, incluso, de viviendas unifamiliares en las que el ladrillo se convierte en un material esencial de sus diseños.
1. Centro Cultural y de Congresos CCK Jordanki (Torun, Polonia)
Es razonable, pues, que en esta ocasión comience por un arquitecto español. Puesto que ya he hablado del gran Rafael Moneo, el primer Premio Pritzker de nuestro país que también ha trabajado magistralmente con el ladrillo, mencionaré al tinerfeño Fernando Menis, autor del singular Centro Cultural y de Congresos CCK Jordanki, ubicado en la ciudad polaca de Torun, conjunto del que presento tres fotografías, partiendo de una vista externa del edificio.
Fernando Menis, que había nacido en Santa Cruz de Tenerife en 1951, realizó sus estudios en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona, acabándolos en el año 1975. Sus primeros trabajos los lleva a cabo en las Islas Canarias, aunque con el paso del tiempo ha ampliado su campo de intervenciones, de modo que en la actualidad dirige proyectos en Suiza y la India.
La ciudad polaca de Torun, donde se llevó a cabo el proyecto que comentamos de Menis, es Patrimonio de la Humanidad. Esta es una de las razones por la que el ladrillo, muy presente en la ciudad, adquiriera un alto protagonismo en el nuevo edificio abierto al público en el año 2015. Tanto en el exterior del centro aparece el ladrillo rojo machacado, junto a placas de hormigón blanquecino, como en los espacios interiores, provocando una sensación cavernosa la contemplación de las paredes inclinadas, ya que recuerdan a las formas primitivas de las viviendas humanas.
El espacio creado para la propia sala de conciertos se aleja totalmente de las concepciones tradicionales, acercándose a los postulados que desarrolló la genial arquitecta iraquí, recientemente fallecida, Zaha Hadid [ver Arquitectura: Zaha Hadid] quien trabajaba magistralmente con las curvas y los planos inclinados, alejándose de los planos horizontales y verticales que marcan los suelos y las paredes de la mayoría de los edificios que habitamos. De nuevo, el empleo del uso del ladrillo rojo machacado en el interior de este sugestivo centro cultural reafirma la impresión de espacios primarios ya olvidados.
2. Termeh Office Building (Hamadán, Irán)
Si nos desplazamos a Oriente Medio, y de modo concreto a la ciudad iraní de Hamadán, podemos contemplar un edificio verdaderamente sorprendente y en el que el uso del ladrillo es magistral, por la combinación de tradición y modernidad que se hace del mismo. Es el denominado Termeh Office Building, que firman dos jóvenes arquitectos de Irán: Fashad Mehdizadeh y Ahmad Bathaei. Quizá fuera la juventud de ambos lo que les llevó a plantear una solución arquitectónica tan singular en un país en el que la arquitectura tradicional tiene un peso muy fuerte.
Y he citado la juventud de ambos autores, puesto que Fashad Mehdizadeh contaba con solo 32 años cuando se comenzó a construir este edificio de oficinas en una ciudad de algo más de medio millón de personas, puesto que este arquitecto había nacido en Irán en el año 1981. Se había titulado en Ciencias por la Universidad Azad de Ishafán antes de licenciarse en el Instituto de Arquitectura avanzada de Cataluña (IAAC) de Barcelona. Por su parte, Ahmad Bathaei, también iraní y cuatro años más joven que su compañero, puesto que había nacido en 1985, estudió diseño interior en Nicosia, la capital de Chipre, completando sus estudios con un máster en arquitectura también en el IAAC de la ciudad condal.
El edificio se compone de dos cuerpos, estéticamente bien diferenciados: el inferior, cargado de curvas, destinado a tienda comercial, y, el superior, un perfecto paralelepípedo, en el que se intercalan verticalmente las franjas de ladrillo con las de cristal oscuro, cuya finalidad era la de servir de centro de oficinas.
Algo que llama poderosamente la atención del conjunto es la sorprendente escalera de ladrillos que, emergiendo de la acerca, sube de manera serpenteante hasta conectar con las oficinas, a las que se accede penetrando por debajo del hueco rectangular que deja el forjado del suelo de la oficina.
Lógicamente, la cubierta que, a su vez, sirve de acceso a las oficinas, se convierte en el techo de la tienda, cuya imagen blanquecina queda marcada por las curvadas franjas que se van alternando a lo largo del espacio destinado a la venta. Comprobamos, tal como he apuntado, que la tradición y la vanguardia se unen con uno de los materiales milenarios, caso del ladrillo, para lograr una obra de cargada de imaginación y brillantez arquitectónicas.
3. Museo MARTa (Herford, Alemania)
¿Quién no ha visto alguna vez, aunque solo sea en fotografía, el Guggenheim de Bilbao, genial obra firmada por el arquitecto Frank O. Gehry, y que deslumbra por la perfecta síntesis que logra entre las formas escultóricas y las arquitectónicas? Su arquitectura, siempre provocadora y polémica, es fácil de identificar. A nadie se le escapa que esos complejos volúmenes curvos nacen en la mente del arquitecto canadiense. Así, por ejemplo, el Guggenheim de la ciudad vasca o la Casa Danzante de Praga se muestran como referentes arquitectónicos de Gehry en las visitas turísticas a ambas ciudades.
Pudiera parecer, y puesto que Gehry usa habitualmente materiales como el acero, el vidrio e, incluso, metales como el titanio, que el ladrillo estaría totalmente alejado de sus proyectos, ya que este material necesariamente evoca la arquitectura tradicional. Sin embargo, en la ciudad alemana de Herford, pequeña localidad de 65.000 habitantes, del Estado de Renania, se inauguró en el año 2005 el museo que lleva por nombre MARTa Herford.
Puesto que Herford es una localidad con edificios con una gran carga histórica, ello conllevaría a cierta contención en el diseño del arquitecto de origen canadiense. Y ciertamente, la terminación de las paredes con ladrillo rojo, tanto en las paredes externas como internas, logra cierta distancia con la visión futurista que ofrece el Guggenheim, ya que este está cubierto en su totalidad por placas de titanio, traídas desde Australia. De todos modos, y a pesar de algunas opiniones, las referencias volumétricas con respecto al museo bilbaíno son evidentes.
Necesariamente, los espacios interiores se ven condicionados por las formas externas, de modo que las curvas en paredes y escaleras están presentes en todo el museo. No obstante, el uso de la madera y del ladrillo amortiguan la frialdad que provocan las cubiertas de acero inoxidable que se prolongan hasta la entrada del museo.
Esto, a fin de cuentas, lo viene a confirmar las palabras del historiador de la arquitectura contemporánea, Philip Jodidio, cuando refiriéndose a esta obra dice: “Es evidente que no nos hallamos ante el Guggenheim de Bilbao. Pese a las superficies curvas exteriores, el interior asume una rectilinealidad más comedida que la obra maestra de Gehry en España”.
Pero desde esta breve declaración ha transcurrido más de medio siglo. Ahora somos conscientes de que el desarrollo humano debe acompañarse de principios ecológicos, de manera que también la arquitectura tendría que ajustarse a la idea de un desarrollo sostenible, pues los recursos de la naturaleza no son ilimitados, como tiempo atrás podíamos creer.
Y qué mejores materiales que aquellos que nacen de la tierra, caso del ladrillo, fabricado de arcilla en su mayor parte, para que de nuevo vuelvan a tener protagonismo en los proyectos que se conciben en los pequeños o grandes estudios de arquitectura y que no renuncian a planteamientos estéticos innovadores, puesto que sus ideas han sido el resultado de muchas precedentes que han logrado plasmarse en construcciones que nos resultan admirables.
La piedra, la madera y el ladrillo son materiales de los que se ha servido el ser humano desde hace milenios para crear las casas que necesitaba para vivir. En realidad, nunca se han ido del todo de las construcciones, a pesar del avance de los nuevos materiales. Sin embargo, recientemente hay una revitalización de la madera [ver Arquitectura: Shigeru Ban] o del ladrillo [ver Arquitectura: Francis Kéré], sea en edificios de grandes metrópolis o en modestos pueblos del África negra. Ello nos anuncia que, paso a paso, empezamos a ser conscientes de que la construcción no puede ser un mundo separado de un desarrollo necesariamente sostenible.
Aparte de lo expuesto, la revitalización del uso del ladrillo en proyectos de la arquitectura contemporánea proviene, entre otras razones, por la amplia variedad de formas con las que pueden fabricarse, por los distintos cromatismos y texturas, por su facilidad para ser transportados y apilados, y por la sencillez de su uso en la construcción, pues basta para sus uniones el uso de mortero hecho con cemento y arena.
Pensando en obras recientes en las que el ladrillo tiene un gran protagonismo, me ha parecido interesante hacer una pausa en esta serie dedicada a los grandes nombres de la arquitectura contemporánea y realizar unos artículos para presentar y comentar algunas obras realizadas con ladrillos que han adquirido cierta notoriedad.
En esta primera entrega hablaré de tres grandes edificios firmadas por distintos arquitectos cuyos estudios se encuentran en diferentes países. En las próximas, abordaré obras de tamaño medio e, incluso, de viviendas unifamiliares en las que el ladrillo se convierte en un material esencial de sus diseños.
1. Centro Cultural y de Congresos CCK Jordanki (Torun, Polonia)
Es razonable, pues, que en esta ocasión comience por un arquitecto español. Puesto que ya he hablado del gran Rafael Moneo, el primer Premio Pritzker de nuestro país que también ha trabajado magistralmente con el ladrillo, mencionaré al tinerfeño Fernando Menis, autor del singular Centro Cultural y de Congresos CCK Jordanki, ubicado en la ciudad polaca de Torun, conjunto del que presento tres fotografías, partiendo de una vista externa del edificio.
Fernando Menis, que había nacido en Santa Cruz de Tenerife en 1951, realizó sus estudios en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona, acabándolos en el año 1975. Sus primeros trabajos los lleva a cabo en las Islas Canarias, aunque con el paso del tiempo ha ampliado su campo de intervenciones, de modo que en la actualidad dirige proyectos en Suiza y la India.
La ciudad polaca de Torun, donde se llevó a cabo el proyecto que comentamos de Menis, es Patrimonio de la Humanidad. Esta es una de las razones por la que el ladrillo, muy presente en la ciudad, adquiriera un alto protagonismo en el nuevo edificio abierto al público en el año 2015. Tanto en el exterior del centro aparece el ladrillo rojo machacado, junto a placas de hormigón blanquecino, como en los espacios interiores, provocando una sensación cavernosa la contemplación de las paredes inclinadas, ya que recuerdan a las formas primitivas de las viviendas humanas.
El espacio creado para la propia sala de conciertos se aleja totalmente de las concepciones tradicionales, acercándose a los postulados que desarrolló la genial arquitecta iraquí, recientemente fallecida, Zaha Hadid [ver Arquitectura: Zaha Hadid] quien trabajaba magistralmente con las curvas y los planos inclinados, alejándose de los planos horizontales y verticales que marcan los suelos y las paredes de la mayoría de los edificios que habitamos. De nuevo, el empleo del uso del ladrillo rojo machacado en el interior de este sugestivo centro cultural reafirma la impresión de espacios primarios ya olvidados.
2. Termeh Office Building (Hamadán, Irán)
Si nos desplazamos a Oriente Medio, y de modo concreto a la ciudad iraní de Hamadán, podemos contemplar un edificio verdaderamente sorprendente y en el que el uso del ladrillo es magistral, por la combinación de tradición y modernidad que se hace del mismo. Es el denominado Termeh Office Building, que firman dos jóvenes arquitectos de Irán: Fashad Mehdizadeh y Ahmad Bathaei. Quizá fuera la juventud de ambos lo que les llevó a plantear una solución arquitectónica tan singular en un país en el que la arquitectura tradicional tiene un peso muy fuerte.
Y he citado la juventud de ambos autores, puesto que Fashad Mehdizadeh contaba con solo 32 años cuando se comenzó a construir este edificio de oficinas en una ciudad de algo más de medio millón de personas, puesto que este arquitecto había nacido en Irán en el año 1981. Se había titulado en Ciencias por la Universidad Azad de Ishafán antes de licenciarse en el Instituto de Arquitectura avanzada de Cataluña (IAAC) de Barcelona. Por su parte, Ahmad Bathaei, también iraní y cuatro años más joven que su compañero, puesto que había nacido en 1985, estudió diseño interior en Nicosia, la capital de Chipre, completando sus estudios con un máster en arquitectura también en el IAAC de la ciudad condal.
El edificio se compone de dos cuerpos, estéticamente bien diferenciados: el inferior, cargado de curvas, destinado a tienda comercial, y, el superior, un perfecto paralelepípedo, en el que se intercalan verticalmente las franjas de ladrillo con las de cristal oscuro, cuya finalidad era la de servir de centro de oficinas.
Algo que llama poderosamente la atención del conjunto es la sorprendente escalera de ladrillos que, emergiendo de la acerca, sube de manera serpenteante hasta conectar con las oficinas, a las que se accede penetrando por debajo del hueco rectangular que deja el forjado del suelo de la oficina.
Lógicamente, la cubierta que, a su vez, sirve de acceso a las oficinas, se convierte en el techo de la tienda, cuya imagen blanquecina queda marcada por las curvadas franjas que se van alternando a lo largo del espacio destinado a la venta. Comprobamos, tal como he apuntado, que la tradición y la vanguardia se unen con uno de los materiales milenarios, caso del ladrillo, para lograr una obra de cargada de imaginación y brillantez arquitectónicas.
3. Museo MARTa (Herford, Alemania)
¿Quién no ha visto alguna vez, aunque solo sea en fotografía, el Guggenheim de Bilbao, genial obra firmada por el arquitecto Frank O. Gehry, y que deslumbra por la perfecta síntesis que logra entre las formas escultóricas y las arquitectónicas? Su arquitectura, siempre provocadora y polémica, es fácil de identificar. A nadie se le escapa que esos complejos volúmenes curvos nacen en la mente del arquitecto canadiense. Así, por ejemplo, el Guggenheim de la ciudad vasca o la Casa Danzante de Praga se muestran como referentes arquitectónicos de Gehry en las visitas turísticas a ambas ciudades.
Pudiera parecer, y puesto que Gehry usa habitualmente materiales como el acero, el vidrio e, incluso, metales como el titanio, que el ladrillo estaría totalmente alejado de sus proyectos, ya que este material necesariamente evoca la arquitectura tradicional. Sin embargo, en la ciudad alemana de Herford, pequeña localidad de 65.000 habitantes, del Estado de Renania, se inauguró en el año 2005 el museo que lleva por nombre MARTa Herford.
Puesto que Herford es una localidad con edificios con una gran carga histórica, ello conllevaría a cierta contención en el diseño del arquitecto de origen canadiense. Y ciertamente, la terminación de las paredes con ladrillo rojo, tanto en las paredes externas como internas, logra cierta distancia con la visión futurista que ofrece el Guggenheim, ya que este está cubierto en su totalidad por placas de titanio, traídas desde Australia. De todos modos, y a pesar de algunas opiniones, las referencias volumétricas con respecto al museo bilbaíno son evidentes.
Necesariamente, los espacios interiores se ven condicionados por las formas externas, de modo que las curvas en paredes y escaleras están presentes en todo el museo. No obstante, el uso de la madera y del ladrillo amortiguan la frialdad que provocan las cubiertas de acero inoxidable que se prolongan hasta la entrada del museo.
Esto, a fin de cuentas, lo viene a confirmar las palabras del historiador de la arquitectura contemporánea, Philip Jodidio, cuando refiriéndose a esta obra dice: “Es evidente que no nos hallamos ante el Guggenheim de Bilbao. Pese a las superficies curvas exteriores, el interior asume una rectilinealidad más comedida que la obra maestra de Gehry en España”.
AURELIANO SÁINZ