Tenemos que reconocer que, en medio de la que está cayendo, hay gente con gran corazón que está dispuesta a echar una mano a lo que sea. Y seguro que cualquiera de nosotros podríamos dar algunos nombres. Pero no son únicamente personas las que se muestran generosas ante las desgracias ajenas; también hay empresas, incluso multinacionales, que, según parece, se conmueven ante el terrible panorama que los despiadados tiburones de las finanzas están dejando a su paso.
Son como un halo de esperanza, un soplo de aire fresco, que nos hace sentir que no todo está perdido, que podemos depositar nuestra confianza en un futuro mejor, pues ellos ya están poniendo lo que pueden su parte. Y para que veamos que estoy en lo cierto, quisiera leer una carta que a toda página ha aparecido en los grandes rotativos de nuestro país. Comienza así:
“Nos conocemos desde hace mucho tiempo. Empezaste viniendo con tus padres, y hoy vienes con tus hijos. Hemos compartido muchos buenos momentos juntos. Te hemos visto reír. Te hemos visto disfrutar. Y a medida que ibas creciendo, nosotros crecimos contigo”.
Palabras entrañables, cargadas de emotividad: amistad, cariño, fidelidad, alegría, calidez… todo lo que necesitamos en estos tiempos tan fríos, tan despiadados en los que el “sálvese quien pueda” es la consigna que nos repiten machaconamente. Pero no caigamos en el fatalismo. Sigamos, pues, con tan grata misiva:
“Gracias a ti nos integramos en la vida española hasta llegar a sentirnos de aquí. Desde entonces nos comprometimos plenamente con esta sociedad y empezamos a trabajar para contribuir a su crecimiento”.
Palabras de gratitud, de reconocimiento al carácter generoso y abierto de los españoles. Pero no se queda en meras palabras, hay que “arrimar el hombro” y es lo que hacen ante la acogida que tuvieron desde hace unas décadas. Y aunque parezca mentira, no es ninguna “oenegé” que viniera a trabajar por los sectores marginados, sino una gran multinacional que nos abre su corazón, para que la conozcamos de verdad. Continuemos:
“Buscando proveedores españoles para nuestros productos, creando empleo estable para más de 22.000 personas e impulsando la Fundación Infantil Ronald McDonald para ayudar a familias con niños hospitalizados. Es nuestra forma de devolver a la sociedad parte de lo que nos da”.
Se cierra tan alentadora circular del siguiente modo: “Tal vez no sepas todo lo que hay detrás de McDonald’s, pero la próxima vez que vengas, no olvides que tú lo haces posible. Y por eso queremos darte las gracias”. Firmado: Patricia Abril. Presidenta y directora general de McDonald’s España.
¡Pero cómo hemos estado tan ciegos y no habernos dado cuenta antes de todo lo que había detrás de esta gran multinacional! ¡Cómo hemos estado tan obcecados y no saber que no son contratos basura, ni falta de derechos laborales, sino auténticos puestos de trabajo que potencian el crecimiento de nuestro país!
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Por mi parte, no me queda más remedio que reconocer mis errores, por lo que tengo que responder a esa misiva con una carta totalmente sincera:
“Estimada Patricia: Hemos recibido tu carta y puedo decirte que, por mi parte, me ha llegado al fondo del alma. Reconozco sinceramente que estaba totalmente equivocado y que, a partir de ahora, pienso rectificar.
Y lo primero que haré es no volverles a poner a mis alumnos el fotomontaje de Damion Steele que hace una década realizó y que, pretendiendo semejarse a la Última Cena de Leonardo da Vinci, aparece vuestro querido payaso Ronald acompañado de los Bush (padre e hijo), Hitler, el Tío Sam… junto a algunos muñecos. Ahora estoy convencido de que este diseñador era un izquierdista, un embaucador de esos que ahora se apuntan al Ocuppy Wall Street.
Por supuesto, no volveré a hablarles de la periodista canadiense Naomí Klein, la autora de No logo, en cuyo libro sacaba todos vuestros trapos sucios; ni de Eric Schlosser, el periodista estadounidense que escribiera Fast Food, donde detallaba todos los aditivos de vuestra hamburguesa industrial; ni les proyectaré la película Super Size Me de Morgan Spurlock, al que por cierto llevasteis a los tribunales… Ahora veo que, en realidad, son gente frustrada y resentida, envidiosa del éxito internacional de vuestra compañía.
Por otro lado, no les diré que habéis cambiado el fondo rojo de vuestro logotipo de arcos dorados por otro verde, porque, de verdad, os habéis transformado en verdaderos ecologistas, tanto, que hasta me puedo imaginar que diariamente laváis las terneras nacionales nada menos que con champús libres de parabenos. Y hasta es posible que las perfuméis antes de llevarlas al matadero. ¡Un auténtico compromiso con el medio ambiente!.
Tampoco les hablaré del tipo de contrato que realizáis, ni de las condiciones laborales de quienes trabajan en los establecimientos McDonald’s. Yo haré caso de todas vuestras campañas, porque ahora veo que sois magníficos, por lo que animaré a mis alumnos a que, si no encuentran trabajo tras licenciarse, acudan a vosotros, que seguro les recibís y encontrarán un buen arranque para un futuro prometedor.
Solamente un pequeño detalle: creo que, aparte de anunciaros en los grandes diarios y canales de televisión, sería interesante que también lo hicierais en este diario digital. Y a toda pantalla. Ya me estoy imaginando la cara de alegría de la dirección y de quienes lo confeccionan al saber que, por fin, darán el gran salto en el mundo digital. ¡Bien que se lo merecen!.
Entiendo la objeción que podéis poner. De todos modos eso tiene remedio: yo os aconsejo que definitivamente os establezcáis en Montilla, y de modo más concreto en la Plaza de la Rosa, pues es un sitio magnífico para atraer a los chavales.
Os puedo decir, a nivel confidencial, que últimamente cuando me he dado una vuelta por esta bella localidad cordobesa he visto a los niños un tanto delgaduchos. Y no es por la crisis, pues bien sabemos que lo último que hacen los padres es ahorrar en la comida. A mi modo de ver, es que las madres se empeñan en eso de la dieta mediterránea y no acaban de entender que los niños no pueden ni ver las verduras.
Y es que dónde se pongan vuestras magníficas patatas fritas, vuestros grandes vasos de cocacola, vuestros grandiosos Big Macs (verdaderas torres con tres hamburguesas), que se quiten los potajes, las lentejas, las paellas o las tortillas de patatas… ¡No hay comparación que valga con vuestros variados y exquisitos menús!.
Sé que al cabo de algunos años, chicos y chicas montillanos estarán un poco rollizos; pero no alcanzarán esas obesidades que tienen los negros pobres de Estados Unidos que, al alimentarse diariamente en vuestros centros, acaban como auténticos toneles. Pero hay que reconocer que los pobres comen cualquier cosa y les da igual eso de la imagen; estas preocupaciones son de gente fina.
¿Que cómo os podéis fiar de nosotros? Aunque no lo parezca, la cosa es sencilla: como dice la sabiduría popular "una cosa es predicar y otra dar trigo". Esto quiere decir que escritores, profesores, periodistas… (más o menos, los tipos que aparecemos en la sección de firmas de este diario) cuando somos jóvenes queremos cambiar el mundo; pero pasada la fiebre juvenil, un taloncito, por ejemplo, con una cifra seguida de unos cuantos ceros hace verdaderas maravillas. Os lo aseguro.
En fin, querida Patricia, dado que los tiempos no están para muchos miramientos, por mi parte estoy dispuesto a cantar las excelencias de tan magnífica compañía: basta con un sobrecito algo sustancioso, para que se produzca el milagro. Mientras tanto, y a la espera de vuestras noticias, recibe un atento saludo desde estas tierras andaluzas”.
Son como un halo de esperanza, un soplo de aire fresco, que nos hace sentir que no todo está perdido, que podemos depositar nuestra confianza en un futuro mejor, pues ellos ya están poniendo lo que pueden su parte. Y para que veamos que estoy en lo cierto, quisiera leer una carta que a toda página ha aparecido en los grandes rotativos de nuestro país. Comienza así:
“Nos conocemos desde hace mucho tiempo. Empezaste viniendo con tus padres, y hoy vienes con tus hijos. Hemos compartido muchos buenos momentos juntos. Te hemos visto reír. Te hemos visto disfrutar. Y a medida que ibas creciendo, nosotros crecimos contigo”.
Palabras entrañables, cargadas de emotividad: amistad, cariño, fidelidad, alegría, calidez… todo lo que necesitamos en estos tiempos tan fríos, tan despiadados en los que el “sálvese quien pueda” es la consigna que nos repiten machaconamente. Pero no caigamos en el fatalismo. Sigamos, pues, con tan grata misiva:
“Gracias a ti nos integramos en la vida española hasta llegar a sentirnos de aquí. Desde entonces nos comprometimos plenamente con esta sociedad y empezamos a trabajar para contribuir a su crecimiento”.
Palabras de gratitud, de reconocimiento al carácter generoso y abierto de los españoles. Pero no se queda en meras palabras, hay que “arrimar el hombro” y es lo que hacen ante la acogida que tuvieron desde hace unas décadas. Y aunque parezca mentira, no es ninguna “oenegé” que viniera a trabajar por los sectores marginados, sino una gran multinacional que nos abre su corazón, para que la conozcamos de verdad. Continuemos:
“Buscando proveedores españoles para nuestros productos, creando empleo estable para más de 22.000 personas e impulsando la Fundación Infantil Ronald McDonald para ayudar a familias con niños hospitalizados. Es nuestra forma de devolver a la sociedad parte de lo que nos da”.
Se cierra tan alentadora circular del siguiente modo: “Tal vez no sepas todo lo que hay detrás de McDonald’s, pero la próxima vez que vengas, no olvides que tú lo haces posible. Y por eso queremos darte las gracias”. Firmado: Patricia Abril. Presidenta y directora general de McDonald’s España.
¡Pero cómo hemos estado tan ciegos y no habernos dado cuenta antes de todo lo que había detrás de esta gran multinacional! ¡Cómo hemos estado tan obcecados y no saber que no son contratos basura, ni falta de derechos laborales, sino auténticos puestos de trabajo que potencian el crecimiento de nuestro país!
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Por mi parte, no me queda más remedio que reconocer mis errores, por lo que tengo que responder a esa misiva con una carta totalmente sincera:
“Estimada Patricia: Hemos recibido tu carta y puedo decirte que, por mi parte, me ha llegado al fondo del alma. Reconozco sinceramente que estaba totalmente equivocado y que, a partir de ahora, pienso rectificar.
Y lo primero que haré es no volverles a poner a mis alumnos el fotomontaje de Damion Steele que hace una década realizó y que, pretendiendo semejarse a la Última Cena de Leonardo da Vinci, aparece vuestro querido payaso Ronald acompañado de los Bush (padre e hijo), Hitler, el Tío Sam… junto a algunos muñecos. Ahora estoy convencido de que este diseñador era un izquierdista, un embaucador de esos que ahora se apuntan al Ocuppy Wall Street.
Por supuesto, no volveré a hablarles de la periodista canadiense Naomí Klein, la autora de No logo, en cuyo libro sacaba todos vuestros trapos sucios; ni de Eric Schlosser, el periodista estadounidense que escribiera Fast Food, donde detallaba todos los aditivos de vuestra hamburguesa industrial; ni les proyectaré la película Super Size Me de Morgan Spurlock, al que por cierto llevasteis a los tribunales… Ahora veo que, en realidad, son gente frustrada y resentida, envidiosa del éxito internacional de vuestra compañía.
Por otro lado, no les diré que habéis cambiado el fondo rojo de vuestro logotipo de arcos dorados por otro verde, porque, de verdad, os habéis transformado en verdaderos ecologistas, tanto, que hasta me puedo imaginar que diariamente laváis las terneras nacionales nada menos que con champús libres de parabenos. Y hasta es posible que las perfuméis antes de llevarlas al matadero. ¡Un auténtico compromiso con el medio ambiente!.
Tampoco les hablaré del tipo de contrato que realizáis, ni de las condiciones laborales de quienes trabajan en los establecimientos McDonald’s. Yo haré caso de todas vuestras campañas, porque ahora veo que sois magníficos, por lo que animaré a mis alumnos a que, si no encuentran trabajo tras licenciarse, acudan a vosotros, que seguro les recibís y encontrarán un buen arranque para un futuro prometedor.
Solamente un pequeño detalle: creo que, aparte de anunciaros en los grandes diarios y canales de televisión, sería interesante que también lo hicierais en este diario digital. Y a toda pantalla. Ya me estoy imaginando la cara de alegría de la dirección y de quienes lo confeccionan al saber que, por fin, darán el gran salto en el mundo digital. ¡Bien que se lo merecen!.
Entiendo la objeción que podéis poner. De todos modos eso tiene remedio: yo os aconsejo que definitivamente os establezcáis en Montilla, y de modo más concreto en la Plaza de la Rosa, pues es un sitio magnífico para atraer a los chavales.
Os puedo decir, a nivel confidencial, que últimamente cuando me he dado una vuelta por esta bella localidad cordobesa he visto a los niños un tanto delgaduchos. Y no es por la crisis, pues bien sabemos que lo último que hacen los padres es ahorrar en la comida. A mi modo de ver, es que las madres se empeñan en eso de la dieta mediterránea y no acaban de entender que los niños no pueden ni ver las verduras.
Y es que dónde se pongan vuestras magníficas patatas fritas, vuestros grandes vasos de cocacola, vuestros grandiosos Big Macs (verdaderas torres con tres hamburguesas), que se quiten los potajes, las lentejas, las paellas o las tortillas de patatas… ¡No hay comparación que valga con vuestros variados y exquisitos menús!.
Sé que al cabo de algunos años, chicos y chicas montillanos estarán un poco rollizos; pero no alcanzarán esas obesidades que tienen los negros pobres de Estados Unidos que, al alimentarse diariamente en vuestros centros, acaban como auténticos toneles. Pero hay que reconocer que los pobres comen cualquier cosa y les da igual eso de la imagen; estas preocupaciones son de gente fina.
¿Que cómo os podéis fiar de nosotros? Aunque no lo parezca, la cosa es sencilla: como dice la sabiduría popular "una cosa es predicar y otra dar trigo". Esto quiere decir que escritores, profesores, periodistas… (más o menos, los tipos que aparecemos en la sección de firmas de este diario) cuando somos jóvenes queremos cambiar el mundo; pero pasada la fiebre juvenil, un taloncito, por ejemplo, con una cifra seguida de unos cuantos ceros hace verdaderas maravillas. Os lo aseguro.
En fin, querida Patricia, dado que los tiempos no están para muchos miramientos, por mi parte estoy dispuesto a cantar las excelencias de tan magnífica compañía: basta con un sobrecito algo sustancioso, para que se produzca el milagro. Mientras tanto, y a la espera de vuestras noticias, recibe un atento saludo desde estas tierras andaluzas”.
AURELIANO SÁINZ