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Eufemismos

Mi jefe me dice que duermo en el trabajo: no entiende que se trata de periodos de producción limitada en los que despejo el cerebro para volver con más energía a mi quehacer laboral cotidiano. El caso es que, tras varios avisos, ha terminado por despedirme o, bueno, como él lo llama, me ha animado a expandir mis metas laborales más allá de los límites de mi empresa actual.

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En casa, con mi esposa, las cosas no van mejor: son cada vez más frecuentes y habituales las broncas por cualquier motivo, aunque mi psicólogo me dice que los intercambios de pareceres con tono progresivo de voz son un lugar común en todas las parejas, favorecen la convivencia y ayudan a eliminar el estrés.

Y ahora, claro, sin el asueto salario mensual, tengo que mirar por la economía mucho más que antes, y me he dado cuenta de que los precios han subido por doquier. Discutía o, perdón, intercambiaba pareceres con tono de voz progresivo sobre este asunto con el encargado del supermercado que hay debajo de mi casa, y me comentaba que los precios no habían subido, simplemente se habían actualizado a la subida del IPC interanual.

El caso es que me tengo que acostumbrar a visitar religiosamente las oficinas del INEM, donde he descubierto, para alivio mío y de mi familia, que no estoy en paro, simplemente tengo suspendidas temporalmente todas las actividades profesionales remuneradas a las que me dedicaba antes. Menos mal.

Lo peor, sin duda, son las colas, que no es que sean largas, es que se da una confluencia fortuita de personas y horarios para la que tengo gran acierto porque, vaya a la hora que vaya, siempre, como mínimo, llegan a la vuelta de la esquina.

Está bien vivir una realidad alternativa donde intentamos paliar la dureza de los acontecimientos inventándonos eufemismos absurdos que llegan a desconcertarnos. El problema es que me empieza a cansar que me tomen por tonto.

Llegará un día, no muy lejano, en el que de tanto eufemismo, olvidaremos los nombres de las cosas y nos veremos abocados a etiquetarlo todo, como Aureliano Buendía, para no olvidar qué era cuál. El problema vendrá cuando también se nos olvide leer.

PABLO POÓ
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