Vaya por delante que, al margen del principio de que el voto es secreto, el mío lo será para el Partido Popular (PP), como así ha sido desde hace veinticinco años. Bien es cierto que va a ser un voto plenamente consecuente con mi criterio de cómo debe ser la participación del elector en la designación de sus representantes y, por tanto, selectivo a la hora de designar a quienes deseo que lo sean. Otra cosa es que sea válido, lo cual ya no depende de mí sino de la actual Ley Electoral vigente, que confio que en un futuro no muy lejano pueda ser modificada en el sentido de avanzar en democracia participativa.
Tengo la sensación de que, como el 99 por ciento de quienes apoyaremos a los populares, votaré al PP movido por un sentimiento de confianza y necesidad más que de conocimiento real de aquello que Mariano Rajoy nos propone para salir de la actual situación.
Y ahí es donde se me plantea la gran duda: ¿resulta realmente democrático y participativo votar sin conocer para qué tipo de medidas va a ser empleado nuestro voto? Porque ayer escuchaba distintas tertulias radiofónicas y televisivas y en todas ellas coincidian a la hora de afirmar que una vez que Rajoy hiciera públicas sus medidas, el día 21, un día despues de las elecciones, se vería la respuesta de los mercados.
Y me pregunto yo ¿pero no debemos ser los ciudadanos quienes, con nuestro voto, apoyemos o no las medidas de gobierno que nos presenten los distintos partidos? Hacerlas públicas el día 21 comprendo que elimina parte del factor disuasorio que las mismas pudiesen contener -digo "pudiesen" porque no sabemos su alcance-, pero -y siento lo que voy a decir- supone un fraude electoral que tengo la sensación de que la mayoría vamos a consentir. Y no sé si ello nos incapacita para, moralmente, pedir explicaciones si no son de nuestro agrado.
Cada día tengo menos claro que nuestro sistema democrático lo sea, y cada día me siento menos inclinado a participar de esta especie de comedia que viene representando la gestión de lo público. El pueblo, de individualidad ha pasado a comportarse como masa, con el beneplácito de los partidos que manejan mucho mejor a un rebaño que a sus integrantes por separado.
Reconozco tener "confianza cero" en el candidato Rubalcaba y lo que su partido pueda proponerme porque, al margen de descabellado en algunos casos, se ha mostrado inoperante en otros.
Sin embargo, no creo que ni porque sea Rajoy -que me parece un buen tipo y creo que será un buen presidente del Gobierno- debemos hacer la mayoría de los españoles un acto de fe, entregando un cheque en blanco sin haber fijado antes la cantidad que nos costará que nos gestionen lo que es propio y de todos.
¿Que ese precio puede ser elevado? Deberíamos saberlo. La democracia es corresponsabilidad y no puede marginarse al pueblo en la toma de decisiones por el mecanismo de pedirle el voto sin darle a conocer las medidas que, una vez cerradas las urnas, se adoptarán.
Tengo la sensación de que, como el 99 por ciento de quienes apoyaremos a los populares, votaré al PP movido por un sentimiento de confianza y necesidad más que de conocimiento real de aquello que Mariano Rajoy nos propone para salir de la actual situación.
Y ahí es donde se me plantea la gran duda: ¿resulta realmente democrático y participativo votar sin conocer para qué tipo de medidas va a ser empleado nuestro voto? Porque ayer escuchaba distintas tertulias radiofónicas y televisivas y en todas ellas coincidian a la hora de afirmar que una vez que Rajoy hiciera públicas sus medidas, el día 21, un día despues de las elecciones, se vería la respuesta de los mercados.
Y me pregunto yo ¿pero no debemos ser los ciudadanos quienes, con nuestro voto, apoyemos o no las medidas de gobierno que nos presenten los distintos partidos? Hacerlas públicas el día 21 comprendo que elimina parte del factor disuasorio que las mismas pudiesen contener -digo "pudiesen" porque no sabemos su alcance-, pero -y siento lo que voy a decir- supone un fraude electoral que tengo la sensación de que la mayoría vamos a consentir. Y no sé si ello nos incapacita para, moralmente, pedir explicaciones si no son de nuestro agrado.
Cada día tengo menos claro que nuestro sistema democrático lo sea, y cada día me siento menos inclinado a participar de esta especie de comedia que viene representando la gestión de lo público. El pueblo, de individualidad ha pasado a comportarse como masa, con el beneplácito de los partidos que manejan mucho mejor a un rebaño que a sus integrantes por separado.
Reconozco tener "confianza cero" en el candidato Rubalcaba y lo que su partido pueda proponerme porque, al margen de descabellado en algunos casos, se ha mostrado inoperante en otros.
Sin embargo, no creo que ni porque sea Rajoy -que me parece un buen tipo y creo que será un buen presidente del Gobierno- debemos hacer la mayoría de los españoles un acto de fe, entregando un cheque en blanco sin haber fijado antes la cantidad que nos costará que nos gestionen lo que es propio y de todos.
¿Que ese precio puede ser elevado? Deberíamos saberlo. La democracia es corresponsabilidad y no puede marginarse al pueblo en la toma de decisiones por el mecanismo de pedirle el voto sin darle a conocer las medidas que, una vez cerradas las urnas, se adoptarán.
ENRIQUE BELLIDO