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El padre como culpable

En un artículo anterior había comenzado a hablar del tema de la ruptura familiar, a través de la separación y del divorcio, y cómo afectaba a los hijos, iniciando, de este modo, la interpretación de los conflictos emocionales por los que pudieran atravesar niños y adolescentes, y tomando como base del estudio la representación de los dibujos de la familia que realizan en el aula.

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Aunque en otra ocasión ya lo he comentado, lo vuelvo a indicar, pues me parece de gran importancia que se sepa: los dibujos y la investigación llevada a cabo en el aula no suponen ninguna intromisión ni alteración en la privacidad de los escolares, puesto que realizan la escena familiar como si fuera un trabajo más que se les propone en la clase.

De este modo, a mis alumnos y alumnas de Psicopedagogía, que ya son maestros, les reitero que hay que ser muy cuidadosos y respetuosos con los escolares cuando llevan a cabo las investigaciones que les dirijo sobre esta temática, pues los niños “cuentan” a través de sus dibujos cuáles son sus sentimientos, en ocasiones conflictivos, hacia las personas que componen su propia familia, ya que descubren, sin ser conscientes de ello, una intimidad que lo más probable es que no se atrevieran a explicarla de manera verbal.

Por otro lado, les indico que sobre el lenguaje del dibujo hay que estar bien formados, pues se está tentado a hacer interpretaciones sin apenas fundamento, cosa un tanto habitual por parte de algunos docentes.

Y si ahora hago esta observación es porque un maestro, antiguo alumno mío, tras leer el artículo anterior de este tema se acordaba de las interpretaciones que le hacía su profesora a su madre de los dibujos que realizaba en la clase.

Ahora que tiene una buena preparación se da cuenta de lo equivocada que estaba su maestra. Y es que el análisis del dibujo de los niños, que también puede aplicarse a los adultos con fuertes conflictos emocionales, no es un juego ni una especie de laberinto en el que uno entra a realizar interpretaciones subjetivas como si delante tuviera una especie de bola de cristal con la que se descubren los lugares más recónditos de la mente y del corazón de las personas.

Pues bien, la complejidad de las emociones y los sentimientos humanos da lugar a que no sea tan sencillo descifrarlas, y menos aún en situaciones tan complicadas como son las que se generan tras las rupturas familiares, en la que emergen sentimientos que, tiempo atrás, ni los propios sujetos se atreverían a pensar que les sucedería a ellos.

Uno de estos sentimientos es el del rechazo abierto hacia el padre. Y uno se pregunta: ¿cómo es que ese sentimiento de amor y admiración que se tenía hacia la figura paterna pueda transformarse en rechazo y rencor hacia el padre, acabando por anularla en su mente, como podremos comprobar?

Sorprende que una de las grandes figuras de apego, concepto acuñado por el psicólogo estadounidense John Bowlby, como es la del padre, acabe desapareciendo de la mente del hijo o de la hija. Lamentablemente es así, tal como iremos viendo.

Pero todo ello es un proceso que se va gestando y que comienza cuando se le responsabiliza al padre de la ruptura familiar. Esto los hijos o hijas, probablemente, no se lo van a contar a sus padres, sino que se lo guardan para sí o, en todo caso, lo expresarán de manera indirecta, con insinuaciones, enfados, rabietas, malas caras... Sin embargo, vamos a ver cómo a través de los dibujos lo manifiestan desde edades tempranas. Para ello, he seleccionado cuatro dibujos que nos pueden servir de modelos.

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El primero, correspondiente a un niño de 4 años, nos muestra la escena que dibujó en la clase tras la separación de los padres. En ella vemos a su hermano mayor, de tamaño muy grande, cogiéndole de la mano, riñéndole y diciéndole “No”; mientras que él juega a hacer burbujas y le dice lo contrario. En el centro, con rostro triste, se encuentra su madre, y, en el extremo derecho y alejado, vemos al padre al que el pequeño le ha escrito la palabra “FEO”.

Entendemos que por el alejamiento y la palabra que le dirige el pequeño se manifiesta el reproche que le hace a su padre. Y aunque la escena está cargada de cierta ingenuidad, como corresponde a la edad de su autor, es inusual en los dibujos ver que un niño tan chico recrimine a su padre y se dirija a él de este modo.

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Si avanzamos en edad, podemos observar el dibujo realizado por otro niño, en este caso de 6 años. En un escenario en el que se presenta el campo, claramente se percibe un grupo formado por cuatro personajes: su hermano pequeño, que es el primero que dibujó; su hermana mayor; él mismo; y, por último, la figura de la madre. La figura que lo representa se encuentra protegida por la de la madre y la de su hermana. Finalmente, con el número 5 claramente colocado encima, y totalmente alejado del grupo familiar, aparece el padre.

Esta expresión de alejamiento es el reflejo de que el niño siente que su padre ya no forma parte del grupo familiar, que está lejos de ellos. Hay otro hecho que, aunque no tenga la importancia de los datos visuales comentados, sí adquiere cierta relevancia como expresión de la brecha que se ha abierto en el seno de la familia: me refiero a que el niño garabateó con lápiz negro el espacio que queda entre el grupo y el padre, con líneas desordenadas, como manifestando el caos emocional que hay entre ellos.

El tercer dibujo corresponde a un niño de 7 años. Los padres se habían separados dos años antes, por lo que la familia con cinco hijos se encontró dividida, de manera que los hijos quedaron bajo la custodia de la madre y el padre comenzó a vivir en un nuevo domicilio.

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En la escena, el autor se ha dibujado con su perro. Detrás de él viene su madre y, posteriormente, se encuentran sus cuatro hermanos, todos caminando por el campo. La lámina está parcialmente coloreada, de modo que deja grandes espacios en blanco. Pero lo que más llama la atención es la figura del padre que comenzó a dibujarla con lápiz negro en el borde inferior y el extremo derecho, no llegando a concluirla.

Considero, en este tercer caso, que el niño ya no se encuentra seguro de si su padre forma parte o no de la familia. Esta duda, lógicamente, afecta a sus relaciones con su progenitor, pues la incertidumbre que expresa gráficamente con respecto al padre lo más probable es que en el futuro sea motivo para que acabe no dibujándolo, como si fuera un extraño o como si no existiera.

Cerramos este breve recorrido de las representaciones del padre alejado con el dibujo de una niña de 10 años. En este caso, la escena es de escasa riqueza gráfica, puesto que la chica se ha limitado a representar tres personajes: su madre y su hermana juntas, y su padre en el otro extremo de la lámina. Como aclaración, quisiera indicar que los padres llevaban tres años separados.

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¿Y dónde se encuentra ella? En este caso, a la autora se le plantea un dilema emocional: a diferencia de los anteriores dibujos de niños de edades más pequeñas, ella ha expresado la separación que existe en la familia, pero no se atreve íntimamente a cargar en su padre con las responsabilidades de la separación, de modo que opta, de manera salomónica, por no representarse. De este modo evita situarse del lado de la madre o del padre en un conflicto que puede dejar cicatrices emocionales en los hijos.

Esta última interpretación la realizo apoyándome en el análisis del dibujo, pero también, como habitualmente sucede, en la charla que posteriormente mantuve con su autora, una vez que recogí los dibujos de la clase. Con ello me aseguré de ir por un camino correcto, puesto que la ausencia del autor o autora en un dibujo puede tener diferentes significados.

Posdata: Quisiera puntualizar que como investigador me tengo que ceñir a los resultados de los trabajos que llevo adelante, sin hacer juicios a priori. Lo que sí debo manifestar es que en ningún caso, dentro del amplio número de dibujos que tengo de niños y niñas cuyos padres se han separado, he encontrado la escena contraria, es decir, el grupo familiar unido con el padre y la madre alejada en el extremo de la lámina o ausente del dibujo.

El que siempre sea el padre el que está alejado o ausente nos abre algunas interrogantes: ¿es resultado de que no haya habitualmente sentencias judiciales de custodia compartida, por lo que el padre es el que queda relegado en el mundo emocional de sus hijos? ¿A qué se debe que en los dibujos se exprese que es el padre el responsable de que se haya roto la unión familiar? ¿Por qué una figura de apego tan importante como es la del padre llegue a desaparecer de la mente tanto de niños como de adolescentes? Son interrogantes a los que conviene responder a través de una reflexión bien argumentada.

AURELIANO SÁINZ
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